LA MISSISSIPPI PRESENTA SU DISCO ANIVERSARIO CON VERSIONES Y MUCHOS INVITADOS...
Eran los nervios del debut: el 21 de julio de 1989 se abrió el telón del Arlequines y la banda sufrió –literalmente– el primer traspié. Ricardo Tapia encaró al centro de la escena y, en el trayecto, le pateó los pedales de la guitarra a Gustavo Ginoi. “Le hice un desastre con mis botas 44”, se ríe el frontman. “La verdad es que no se veía nada, pero es cierto que siempre rompo todo con los pies. Me ponés 40 cochecitos adelante y los hago mierda.” Ginoi, descostillado, ratifica la secuencia: “Tenía tres pedales y el tipo se los llevó por delante... ¡Desenchufó todo! Así fue el primer día de La Mississippi. Grandioso”, se despacha. La evocación tiene su lógica temporal: veinte años. Que hubieran sido redondos si la edición del flamante –y excelente– disco de versiones (Versiones, 20 años) no se hubiese retrasado “por causas ajenas a la banda”. Pero veinte al fin. “Es como una vuelta de página, ¿no? Creo el disco marcó una bisagra para nosotros. Jugar con los temas propios, pero con amigos, fue como un punto final artístico”, explica Tapia.
Juan Carlos Tordó, que no formó parte del núcleo fundacional –no estuvo aquel día en el Arlequines–, sí cuenta en el núcleo duro de la banda. Grabó en todos los discos, que son once hasta la fecha, y tiene la camiseta puesta de una de las agrupaciones más significativas del rhyhtm & blues criollo. “Poder festejar veinte años de un modo desestructurado como éste, de agarrar tus propios temas y tocarlos de otra manera, muestra una actitud relajada artística y técnicamente. Creo que salió un disco de cumpleaños, en el buen sentido... No en el payasesco, ¿eh?”, se ríe el baterista. Versiones, 20 años, que será presentado este sábado en The Roxy (Niceto Vega 5542), es el fruto congelado de una seguidilla de shows que La Mississippi dio mientras festejaba el doblete de décadas en junio del año pasado. Fueron cuatro y suficientes para convocar a la serie de amigos que la banda cosechó durante su larga siembra: Pity Alvarez, Jimmy Santos, Botafogo, Beto Satragni, Deborah Dixon, Nonpalidece, Ricardo Mollo, Manuel Quieto y Franchie (de La Mancha de Rolando) y Tom Lupo, entre ellos. “Es un momento y un lugar, como un matrimonio. Fue como un año de revisión, como un pararse y ver qué nos pasó en todo este tiempo. La Mississippi es una banda freudiana... Estamos todo el tiempo resignificando el pasado”, dice Tapia.
–¿La resignificación es sólo musical?
Gustavo Ginoi: –Es el nudo, pero nos pasó de todo y eso cuenta también: cuando teloneamos a Eric Clapton en River, el hijo de Tapia le regaló un dulce de leche y jamás supimos si le llegó (risas).
Juan Tordó: –O tener que tocar en un lugar insólito de la Patagonia que nuestro amigo Juan Lebek definió como ¡Base Bochorno! Esa vez fuimos a un hotel y cuando nos anunciamos el conserje nos dijo: “¿La missi qué?”.
Ricardo Tapia: –O cuando tuvimos que tocar en esa feria que se la llevó un tornado... Lugares donde el tiempo se detiene para siempre. Lo bueno es darse cuenta de que en veinte años las cosas se aceleran. A lo mejor parece una frase hecha decir “empezamos ayer”, pero el hecho de licuar diferencias al pedo en un grupo tira para atrás. Nosotros pensamos para adelante... Es como viajar al espacio.
–¿Las versiones fueron consensuadas con los invitados o les dijeron “hay que cantar tal tema” y a otra cosa?
–De las dieciséis canciones, tal vez “San Cayetano” sea la más jugada. El blues que aparecía en Cara y Ceca quedó convertido en reggae...
J. T.: –Agregale “Ruta 2”, que es muy diferente. Fue la primera que hicimos con la idea de ir al otro lado del tema. Si la original era chata, ésta tenía que ser otra cosa. También “Por fin te fuiste Mabel”: la tiramos más hacia una veta ZZ Top. En la original, la letra parece más simpática y en la nueva pinta más cruel. Fue como jugar.
G. G.: –Teníamos el antecedente de Yo estuve ahí (2000), en el que ya habíamos revisado nuestros temas en vivo, muy parecidos a los que habíamos grabado en estudio. Acá, la idea fue darles una rosca diferente. Se le dedicó un tiempo a cada tema para ver qué estilo le iba mejor.
Ginoi, Tapia, Tordó y Claudio Cannavo, el bajista, juegan con un retrato de la Coca Sarli hecho en madera dura. La abrazan y quieren salir en la foto con ella. Están en la sala de siempre (Palermo Viejo) y, entre chanzas de todo tipo, tiran algún presagio sobre el próximo disco. “Está a nivel de café, se está craneando”, lanza Tapia. “Muchas de las letras de Amor y Paz (último disco en estudio) las escribí en España, porque a veces un paisaje nuevo ayuda, igual que viajar en la ruta hablando pavadas. Hacer una canción es ponerse a tejer, es obligarte todos los días a poner el culo en la silla a la misma hora, y escribir. No podés esperar a que te vengan las ganas.”
–Tordó dice que, con veintiún años juntos, ya están “emancipados” artísticamente. ¿Se van a salir del molde Mississippi?
–¿A lo Johnny Winter?
J. T.: –A lo ZZ Top.
R. T.: –Queremos simplificarnos y ponerle poder a cada tema. Volver a las fuentes, pero tocando desde ahora y con una mirada simple. Si estos están en el momento adecuado, la canción es indestructible. Encontrar ese punto, a esta altura, es lo que nos divierte, más que complicarnos con cuestiones externas. Tenemos una forma de tocar en la que queda comprobada la parapsicología.
—...
R. T.: –A ver: ninguno le dice al otro lo que va a tocar, y siempre coincide. Entonces, nos ahorramos un montón de problemas, porque funcionamos como una sola cabeza. Así no hay crisis.
J. T.: –No siempre te encontrás con músicos con los que podés coincidir naturalmente. Me ha pasado, en otras bandas, de no bancarme los vicios de otros músicos. Esto no pasa en La Mississippi. No nos limamos.
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