“Los movimientos sociales deben mantener su autonomía de los gobiernos”, dice el líder del MST del Brasil, Joao Pedro Stedile en esta entrevista concedida durante la realización del Foro Social Mundial. Para el dirigente, la reforma agraria clásica ya no alcanza.
Por Sandra Russo
Desde Belém do Pará
Su nombre va de boca en boca entre los pobres de Brasil. João Pedro Stedile lidera sin ningún rótulo el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, y la Vía Campesina, el correlato que extiende esa lucha más allá de estas fronteras. Poco antes del inicio del Foro Social Mundial, el MST cumplió 25 años de una lucha que en sus inicios consistió básicamente en la toma de tierras por la fuerza, y en la reivindicación de la reforma agraria que, creyeron en algún momento, iba a facilitarse con Lula da Silva en la presidencia. Eso no sucedió, y los cambios que según explica Stedile adoptó el capitalismo en las zonas agrarias, hizo necesaria una reformulación de objetivos. El MST no ha roto los puentes con el gobierno petista, pero no se considera ni parte ni socio. “No nos importa quién gobierna. Si las medidas de un gobierno son a favor de nuestra lucha, apoyamos. Si son en contra, criticamos. Los movimientos sociales deben mantener su autonomía de los gobiernos. Es la única manera de mantener la lucha intacta”, dice este hombre joven, economista recibido en la UNAM mexicana, autoproclamado católico y de ideas marxistas “pero no de manual”.
En una entrevista realizada en una enorme escuela de Belém en la que el MST estableció su propio campamento, ante este diario, La Jornada de México, Il Manifesto de Italia y la agencia Reuters, Stedile explicó el presente del movimiento que lidera, el más grande y organizado de América latina. En sus orígenes, la construcción del MST no hubiera sido posible sin el apoyo físico y moral del movimiento de la Teología de la Liberación. La Pastoral de la Tierra brasileña cobijó sus primeros pasos y les dio consistencia. Desde algunos sectores del PT, los critican argumentando que dependen del Vaticano, lo cual no deja de ser una chicana. Nunca dependieron de ningún Papa, pero Stedile sí reconoce que la lucha de los Sin Tierra hubiera sido impensable sin “el trabajo de hormiga que durante años y años hicieron curas y monjas que estaban cerca de los pobres”.
Cuando terminó el acto en el que hablaron los cuatro presidentes invitados por el MST (Fernando Lugo, Evo Morales, Rafael Correa y Hugo Chávez), Stedile, que estaba en el panel, tomó la palabra y los acusó de “flojos”. Dijo que esperaba “cambios estructurales, que todavía no llegaron”. La suya fue una voz crítica en un acto en el que todo parecía colmado de optimismo. Lula da Silva no estuvo presente en la reunión con los movimientos sociales sencillamente porque no fue invitado. “Lo de ayer no fue un acto, fue un encuentro que tiene un largo camino. Empezó con la lucha contra el ALCA y dio nacimiento al Alba. Queremos intercambiar opiniones, porque contra el neoliberalismo, hasta aquí llegamos. Pero ahora hay que dar pasos hacia el cambio estructural”, dice Stedile, que no quiso “regañar a nadie, pero hay que señalar las responsabilidades de cada quien”.
“El capitalismo está en crisis, pero tratará de recomponerse a costa de los trabajadores. Estos son momentos en los que los actores políticos de la sociedad se mueven y generan oportunidades y alternativas. Las burguesías nacionales no tienen proyectos alternativos. Y la mayoría de los gobiernos de la región están proponiendo medidas que son medicina para el capital. Los movimientos sociales son los que deben elaborar el proyecto alternativo, partiendo de reclamar la soberanía sobre nuestras propias riquezas.”
Stedile no es exactamente escéptico, más bien es cauto ante el mapa político regional. “Sólo en Bolivia las masas se han transformado en poder. En los demás países, hay luchas, las reconocemos, pero están lejos de haber cambiado estructuras de poder.” El MST comenzó hace más de dos décadas impulsando una reforma agraria que aún siendo una meta hoy ya no tiene la misma forma. A lo largo de su historia, el MST lideró 7500 tomas de tierras, y en lo que va del gobierno petista, 2500. Pero el escenario no es el mismo que hace dos décadas, y la toma no alcanza. “La reforma agraria tradicional consistía en destruir los latifundios y repartir la tierra. Ese tipo de reforma ya no sirve por sí sola. Fue aplastada por el neoliberalismo. Las burguesías nacionales ya no dependen de los mercados internos. Han negociado con las transnacionales y ahora trabajan para el mercado externo. Imponen los monocultivos, destruyen el medio ambiente, monopolizan la venta de semillas, tienen las patentes de los transgénicos, entonces: ¿para qué queremos destruir latifundios y repartir las tierras si no hay semillas para plantar en ellas? El problema se profundizó, y nuestra lucha debe cambiar el eje. Creemos en una nueva matriz tecnológica, en la producción de alimentos sanos, y principalmente en la construcción de ciudadanía. Sin educación no tendremos ciudadanos.”
El MST es reconocido por ser uno de los movimientos sociales de la región que más importancia le dio desde su inicio a la pedagogía. Tienen su escuela de cuadros políticos, la Florestal Fernández, y está colaborando para crear en Venezuela la primera universidad campesina. A eso apuesta el movimiento, y el mismo Stedile dice que “si quieren saber quiénes liderarán el proyecto alternativo popular, no miren a los viejos. Todavía no son conocidos esos nuevos líderes. Se están formando ahora”.
Sobre el actual gobierno brasileño, Stedile dice que “el gobierno de Lula no es un gobierno de izquierda ni un gobierno popular. No lo digo yo, lo dice Lula. Lo apoyan sectores de izquierda, pero también la burguesía. Y entonces hay una medida que deja contentas a las bases, y otra medida que deja contenta a la burguesía. Nosotros creemos que la solución para nuestros problemas no es electoral. No buscamos popularidad. Si la buscáramos, no haríamos un movimiento social sino una banda de rock. Lo que el MST quiere es colaborar para que las clases populares acumulen fuerza, que aceleren su lucha, para hacer posible un reascenso de masas. ¿Cuánto falta todavía? No lo sabemos”.
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