jueves, 25 de febrero de 2010

LOS INUNDADOS QUE NO TIENEN VOZ


En Fiorito, Budge y el barrio 17 de Noviembre, las aguas cubren las calles e ingresan en las viviendas con cada temporal.

Casas con un metro de agua o al borde de lagunas de podredumbre, conexiones de electricidad precarias –que no se desconectan por más lluvia que caiga– y pocas posibilidades de tener un pozo ciego sin que se desborde. Es la realidad que viven tres mil familias en el barrio 17 de Noviembre, sobre Camino Negro, a metros de Puente La Noria, en Lomas de Zamora, donde la lluvia sólo empeora la vida del asentamiento que hace un año crece sin servicios y con mínima intervención estatal. A su alrededor, en Villa Fiorito e Ingeniero Budge –barrios cercanos a los arroyos del Rey y Unamuno, que desembocan en el Riachuelo–, donde viven cerca de 300 mil personas, los vecinos no escapan a las consecuencias del temporal: quedan aislados cada vez que llueve. El secretario de Hidráulica bonaerense, Norberto Coroli, indicó que “hasta que no se terminen las obras hidráulicas en las cuencas bonaerenses las inundaciones seguirán ocurriendo” y resaltó que “no se puede solucionar en pocos años lo que no se hizo en cuarenta” (ver aparte).

María Eugenia Meneses vive, con sus tres niñas, en el barrio 17 de Noviembre, en una casita hecha a pura madera y ubicada en el centro del terreno de cien hectáreas, que históricamente fue un lugar bajo de donde el agua no escurre sin desagües. Ella es una de las comerciantes afectadas por el temporal y se podría decir que tiene suerte porque nunca se le cortó la luz. Pero nadie puede entrar en su rancho donde vende cerveza, gaseosa y alguna chuchería, según indica el cartel. “Con la lluvia se me inundó todo el frente”, explicó María cuando salía con las piernas sumergidas y cargando a su beba. Las otras dos pequeñas quedaron en casa: “No las dejo salir. Están arriba de la cama y puse maderas en el piso porque la casa está llena de agua y con la electricidad conectada tengo miedo de que pisen”, resumió.

Es que los vecinos del 17 de Noviembre tuvieron que recurrir a particulares para realizar el tendido eléctrico y “no hay una central desde donde desconectarlo si llueve”, graficó Armando Chávez, delegado de una de las manzanas del barrio. Cortar el cable significaría tener que volver a pagar –alrededor de 400 pesos– por una reconexión al precario tendido. En el asentamiento, los vecinos no pueden protestarle a Edesur por un corte de luz ni a Aysa por un corte de agua. “Las empresas nos dicen que no pueden entrar porque esto es tierra privada todavía”, resaltó Chávez, que se tuvo que ir del barrio hace meses, cuando su terreno se tapó de agua.

Desde la Comisión Nacional de Tierras señalaron a este diario que mientras no se arregle el monto a pagar a los dueños del terreno no se podrán realizar obras en el barrio. El proyecto de expropiación fue promulgado por el gobierno bonaerense en mayo de 2009, pero las negociaciones con la familia propietaria quedaron trabadas porque el precio que pretende por el terreno supera los 14 millones ofrecidos por la provincia. “Desde noviembre del año pasado, no se realizaron nuevas instancias de negociación”, admitió Alfredo González, coordinador zonal de Tierras. Mientras tanto, “todo depende de tener dinero”, según dice Eugenia Olmedo. Ella tiene renacuajos, larvas de mosquito y todo bicho que nade en agua estancada al pie de la puerta. Sin el dinero para pagarles a los camiones de relleno –tierra que manejan y cobran los punteros del barrio– hay que conformarse con rellenar gratis con basura. Su casa quedó en un pozo a medida que sus vecinos fueron levantando el terreno.

Para salir del barrio hay que cruzar el canal Canadá, que desemboca en el Arroyo del Rey. Del otro lado: calles anegadas, zanjas desbordadas, agua entrando por los desagües de los baños, chicos barrenando en calles por donde deberían pasar colectivos son imágenes habituales después de cada temporal. Natalio Del Barco, un vecino de Ingeniero Budge que “toda la vida” sufrió cada lluvia fuerte, le muestra al cronista una carpeta repleta de presentaciones de colectas de firmas de vecinos en “mesa de entrada” de los gobiernos municipal y provincial. Varios centímetros cúbicos más adelante, Raquel Ojeda aseguró que cuando llueve “los canales de desagote no dan abasto y el agua no escurre. En cinco minutos, mi casa tiene agua en el patio, que se junta con la del pozo ciego y la de la calle”.

La realidad no es muy distinta para Víctor Frites, en el cercano barrio de Villa Lamadrid: “El arroyo se desborda rápido, los vecinos comienzan a cortar las calles para que los colectivos que pasan no les metan el agua dentro de las casas y los barrios quedan incomunicados. Los que vienen del trabajo no llegan a salvar las cosas”, explicó Frites.

Ary Díaz vive algunas cuadras más arriba, en el barrio La Loma, sobre el Arroyo del Rey y las precipitaciones la obligan a caminar cuadras con el agua a la cintura para llegar a su casa cuando los colectivos se niegan a transformarse en anfibios. Ary apuntó que los vecinos están cansados de perder lo poco que tienen después de cada inundación y resaltó que en los últimos cinco meses fueron cerca de quince. Ambos vecinos son parte de los 300 mil lomenses inundables y del Foro Hídrico de Lomas de Zamora, pero después de 20 años de reclamos continúan esperando: “Habrá que resistir un tiempo más. Las obras avanzan, pero no al ritmo que necesita la gente”.

Informe: Nahuel Lag.

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