El hermano James Miller dio su vida por Dios y ahora la Iglesia Católica Romana ha iniciado el proceso para hacerlo santo.
Hace poco fue designado "siervo del señor" y mártir de la fe, dando inicio a su marcha hacia una posible canonización.
Miller nació prematuramente --pesó apenas 1,8 kilos (cuatro libras)-- en 1944 en Stevens Point, Wisconsin. Pero llegó a ser un gigante de 1,90 metros que pesaba más de 90 kilos .Era un chico del campo, que sabía expresarse y tenía una carcajada sonora.
Hizo sus estudios religiosos en la Saint Mary's University a mediados de la década de 1960 y terminó sirviendo a los indígenas de Centroamérica, donde era conocido como el Hermano Santiago. Muchos de sus contemporáneos en la Orden Lasallana dicen que estaba hecho para la vida en Centroamérica: venía del campo y hablaba bien español e inglés. Pero, por sobre todo, quería instruir a los indígenas, en los claustros y en el campo, donde enseñó agricultura.
Fue allí, en una escuela de Guatemala, donde reparaba un muro en 1982, que tres asesinos lo mataron.
Miller descubrió cuál era su pasión en 1974, cuando estaba asignado en Nicaragua.
Su misión allí incluía agrandar una escuela para indígenas.
Si bien no simpatizaba necesariamente con la política de la familia Somoza, que controlaba el país, consideró importante mantener buenas relaciones con el régimen porque le pareció que ello le ayudaría a cumplir su objetivo de expandir la escuela, según el hermano Francis Carr, compañero de estudios y quien también sirvió con los lasallanos. Pero la agitación social causó estragos en el país y muchos pensaron que el hermano Santiago apoyaba al gobierno.
El religioso comenzó a recibir amenazas y cuando los sandinistas tomaron el poder, el hermano Santiago regresó a Estados Unidos.
"Con el pretexto de que tenía que acompañar a una monja anciana, pudo viajar a Managua en un avión de la Cruz Roja y luego a Estados Unidos", escribió el hermano Theodore Drahmann en su libro "Hermano Santiago: The Life and Times of Brother James Miller" (Hermano Santiago: La vida y la época del hermano James Miller).
La Orden Lasallana le impidió regresar y Miller pasó un año y medio en Estados Unidos, primero en Wisconsin y luego en Minnesota.
"Me aburro aquí. Odio la nieve", le escribió Miller al hermano Martin Spellman. "No es ningún secreto que ansío volver a Latinoamérica. Aquí no funciono al máximo de mi potencial".
En enero de 1981, Miller se enteró de que había sido asignado a Huehuetenango, Guatemala.
Fue una misión parecida a la de Nicaragua. Dio clases y trabajó en una granja para ayudar a sostener una escuela para indígenas. Estimuló a los mayas a que estudiasen su propia cultura y los preparó para que pudiesen enseñarla a su gente.
También hizo lo posible por evitar que los indígenas fuesen reclutados por el ejército.
"Eso no le gustó al gobierno", relató Carr.
Los religiosos y su escuela comenzaron a despertar sospechas y empezó a circular el rumor de que simpatizaban con las guerrillas.
Spillman asegura que esos rumores no eran ciertos y que probablemente fueron iniciados por el ejército.
A medida que se expandía la violencia, Spellman y los otros misioneros recibieron versiones de buena fuente de que alguien sería asesinado. Spellman jamás pensó que la matanza se produciría en la remota Huehuetenango.
Y menos que el blanco sería el gigante de Wisconsin.
Las versiones del asesinato de Miller difieren, pero algo está claro: el 13 de febrero de 1982, Miller trabajaba en un muro de la escuela, que tenía 100 años, de acuerdo con el libro de Drahmann. Varios niños vieron desde una ventana en el segundo piso cómo llegaban tres individuos y le disparaban de cerca.
Miller probablemente murió en el acto. La gente que estaba en la calle vio a los tres asesinos salir corriendo hacia la base militar del pueblo.
El consulado estadounidense y la Iglesia Católica Romana pidieron al gobierno que resolviese el asesinato. Miller era uno de miles de desaparecidos o muertos en un país desgarrado por la violencia.
El gobierno determinó que "elementos subversivos" eran probablemente los autores del asesinato y dio el caso por cerrado.
Fue un asesinato sin sentido, perpetrado por sicarios", afirmó Spellman.
Agregó que hubiera sido posible averiguar quiénes cometieron el asesinato, pero que ello hubiera comprometido la seguridad de más trabajadores religiosos y estudiantes. La opción era arriesgar las vidas de otros para hacer justicia con uno, o dejar pasar la oportunidad de castigar a los asesinos.
"Le tuvimos que explicar a la familia de Miller que no se haría justicia", relata Spellman. "La señora Miller (la madre del religioso) fue fuerte y comprendió".
Spellman está seguro de que Miller fue confundido con otro. Y eso se lo confirmó años después del incidente un amigo muy relacionado con los militares guatemaltecos.
"Dijo que fue asesinado por error", expresó. "Miller hubiera sido el último blanco, pero para ellos, todos lucíamos igual".
El Vaticano seguirá analizando el caso de Miller. Por ser mártir, será necesario un solo milagro, no los dos de rutina para la canonización.
"Murió en Olor de Santidad y no mucha gente está al tanto de su piedad", dijo Spellman. "En sus cartas abundan los pedidos de oraciones. Eso me impresionó mucho".
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