El notable Capusotto acierta nuevamente con su sketch “¿Hasta cuando?” y su personaje Arnaldo Pérez Manija.
Por Carlos Ulanovsky
Seguramente inspirado en una clase de oyente radial fundamentalista y autoritario, el notable Capusotto acierta nuevamente con su sketch “¿Hasta cuando?” y su personaje Arnaldo Pérez Manija. Así como la legión de llamadores fieles suele apuntalarnos con frases como “Sigan así” o “Siempre los escucho”, hay muchos otros intolerantes que todo el tiempo se hacen presentes con propuestas de furiosas soluciones finales, de cortes de cabezas y de echar más leña a la calentura de todos los días. Vaya uno a saber de qué usinas despóticas proceden; si se cortan solos (de puro fachos que son) o si actúan como mandaderos de oscuros intereses, como representantes auténticos del PCPM (Partido Cuanto Peor Mejor). Esa clase de oyente existe: se aprovechan de la gran libertad expresiva que supimos conseguir, pero también del relativo anonimato que supone dejar un mensaje en un contestador con sólo decir “Juan de Palermo”.
En esta caricatura descansa el enorme hallazgo de observación del humorista y su libretista. Pero ese hallazgo se agiganta todavía más cuando presenta a la otra cara de la misma moneda, el conductor, el periodista, el locutor que consiente, el emisor troglodita que, por un puñado de rating, elige como eje casi único de su comunicación diaria todo lo que nos conduzca a la frustración y al caos. En un punto, oyente agorero y conductor estimulador de catástrofes cotidianas son simétricos. Hay un “todo mal” mediático que termina por contagiar y que nos conduce al bajoneo, a la falta de salidas, al miedo generalizado. La nueva y provocadora ficción de Capusotto y Saborido acierta también en caracterizarnos a todos. Porque, con una mano en el corazón, ¿quién no pensó o dijo, alguna vez, “si éste fuera un país en serio”?, ¿quién no cayó en la estigmatización con el sambenito de que “éste es un país de mierda”?; ¿quién, en un momento de desborde, no apeló al “¿Hasta cuándo?”?
En un momento del blooper capusottiano las noticias terribles inventadas del “¿Hasta cuándo?” empiezan a parecerse a algunas cuestiones de la realidad. Al pie de un mensaje horrible los oyentes –en un nivel de inconciencia temible– se despiden con un infaltable: “Muy bueno el programa”. Mientras tanto, Pérez Manija “manijea”: reporta más muertos, bancos que congelan sus depósitos, políticos corruptos y toda la gama de malestares posibles. El mundo que nos toca, la radio, que supo ser territorio de la magia, hoy es teatro de otros monstruos interiores. Y en cualquier jornada, a la vez número 150 que uno escucha la noticia de un robo, de un atropello, de una violación o del avance del dengue o de la gripe A, uno se siente un poco robado, atropellado, violado o enfermo. No digo negarlo, porque todo eso sucede, y más de lo que nos gustaría, pero a lo mejor no nos vendría del todo mal un poco menos de esta clase de –“¿Hasta cuándo?” dixit– “información que no sirve para nada pero te taladra la cabeza”. Al menos a mí.
Seguramente inspirado en una clase de oyente radial fundamentalista y autoritario, el notable Capusotto acierta nuevamente con su sketch “¿Hasta cuando?” y su personaje Arnaldo Pérez Manija. Así como la legión de llamadores fieles suele apuntalarnos con frases como “Sigan así” o “Siempre los escucho”, hay muchos otros intolerantes que todo el tiempo se hacen presentes con propuestas de furiosas soluciones finales, de cortes de cabezas y de echar más leña a la calentura de todos los días. Vaya uno a saber de qué usinas despóticas proceden; si se cortan solos (de puro fachos que son) o si actúan como mandaderos de oscuros intereses, como representantes auténticos del PCPM (Partido Cuanto Peor Mejor). Esa clase de oyente existe: se aprovechan de la gran libertad expresiva que supimos conseguir, pero también del relativo anonimato que supone dejar un mensaje en un contestador con sólo decir “Juan de Palermo”.
En esta caricatura descansa el enorme hallazgo de observación del humorista y su libretista. Pero ese hallazgo se agiganta todavía más cuando presenta a la otra cara de la misma moneda, el conductor, el periodista, el locutor que consiente, el emisor troglodita que, por un puñado de rating, elige como eje casi único de su comunicación diaria todo lo que nos conduzca a la frustración y al caos. En un punto, oyente agorero y conductor estimulador de catástrofes cotidianas son simétricos. Hay un “todo mal” mediático que termina por contagiar y que nos conduce al bajoneo, a la falta de salidas, al miedo generalizado. La nueva y provocadora ficción de Capusotto y Saborido acierta también en caracterizarnos a todos. Porque, con una mano en el corazón, ¿quién no pensó o dijo, alguna vez, “si éste fuera un país en serio”?, ¿quién no cayó en la estigmatización con el sambenito de que “éste es un país de mierda”?; ¿quién, en un momento de desborde, no apeló al “¿Hasta cuándo?”?
En un momento del blooper capusottiano las noticias terribles inventadas del “¿Hasta cuándo?” empiezan a parecerse a algunas cuestiones de la realidad. Al pie de un mensaje horrible los oyentes –en un nivel de inconciencia temible– se despiden con un infaltable: “Muy bueno el programa”. Mientras tanto, Pérez Manija “manijea”: reporta más muertos, bancos que congelan sus depósitos, políticos corruptos y toda la gama de malestares posibles. El mundo que nos toca, la radio, que supo ser territorio de la magia, hoy es teatro de otros monstruos interiores. Y en cualquier jornada, a la vez número 150 que uno escucha la noticia de un robo, de un atropello, de una violación o del avance del dengue o de la gripe A, uno se siente un poco robado, atropellado, violado o enfermo. No digo negarlo, porque todo eso sucede, y más de lo que nos gustaría, pero a lo mejor no nos vendría del todo mal un poco menos de esta clase de –“¿Hasta cuándo?” dixit– “información que no sirve para nada pero te taladra la cabeza”. Al menos a mí.
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