Una chica denunció haber sido prostituida. Allanaron cuatro locales. Participó la seccional 44ª, acusada por la denunciante.
“La orden la conseguimos por una piba de 23 años que buscaba laburo, pero es uno de los 600 prostíbulos que denunciamos el año pasado. En febrero le dieron un papelito en la calle, un volante, donde le ofrecían cien pesos por día para limpiar un bar en Liniers. Cuando fue, vio que estaba vacío el lugar. Parecía todo normal y cuando terminó de limpiar no la dejaron salir. Le decían que tenía que esperar a la dueña. Bueno. La dueña, que es Alicia Frías, no aparecía. Una hora y media después, cuando la piba insistió, empezó la violencia. La cagan a trompadas, la violan y la encierran una semana. Así la ablandan. La obligan a ponerse lencería, no la dejan tener contacto con otras chicas y un día, ella no sabe bien cuándo, porque perdió la noción del tiempo, hubo una pelea entre clientes y proxenetas y logra escapar. Se toma un taxi, va a lo de su hermana y su hermana busca, encuentra el prostíbulo y hace la denuncia.”
El relato de Gustavo Vera, hecho la noche del viernes pasado en el hall de la cooperativa La Alameda, cerca de Parque Avellaneda, viene con una advertencia: “Van a allanar ese lugar en media hora y otros cuatro en la misma zona. Serían de la misma dueña. La idea es que la prensa esté para fiscalizar el operativo, no sea cosa que nos monten un circo”. Los lugares en cuestión están en Liniers: avenida General Paz 10.610 (a media cuadra de una garita policial), Rivadavia 11.330, Carhué 91, Gana 112 y 243. Todos fueron allanados simultáneamente por orden del juez federal Sergio Torres, y a cargo del comisario Néstor Roncaglia, de Delitos Complejos de la Federal.
El primero en salir de la puerta celeste de Rivadavia 11.330 fue un cliente, bastante borracho por cierto, y luego dos mujeres dominicanas. En la puerta había tres autos particulares, una camioneta de Delitos Complejos y dos patrulleros de la comisaría 44ª, denunciada como cómplices por la víctima. Uno de ellos no tenía inscripción del número del móvil pero sí patente: GVC 819. “Nada raro, pasaron a ver de qué se trataba”, dijo un oficial. Los patrulleros presenciaron casi todo el operativo, en principio, sólo como colegas interesados.
Al advertir la situación, los militantes del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y de La Alameda, que marcharon al lugar, les dedicaron un canto mientras marchaban por Rivadavia: “En Argentina hay una banda / hay una banda de delincuentes / que explotan pibes, trafican gente / y está la cana que los defiende”. Con la vereda tomada por los manifestantes y las cámaras apagadas, dos hombres salieron del prostíbulo esquivando las miradas y acompañados por un policía. Llegaron hasta la esquina, el policía les habló brevemente y luego se fueron caminando rápido, sin mirar atrás.
Hasta ese momento, la policía sólo había respondido de rigor a las consultas: “Recién llegamos”, decían. O informaban que “no hubo resistencia”, que había “muchas mujeres extranjeras”. Otro simplemente dijo “no” cuando se le preguntó si había llegado el fiscal (que al final no se presentó). Pero el mutismo se interrumpió cuando este cronista le comentó lo extraño de la situación a un colega y un policía que parece saber leer los labios se acercó. “Son dos infiltrados nuestros con cámaras y todo. Por eso se fueron”, dijo. ¿Consiguieron pruebas? “Muchísimas.”
“Que conste, el juez debe saber si había agentes encubiertos. Aunque la verdad debería haber venido, no está obligado, pero tampoco está bien tercerizar todo el operativo, sabiendo que la policía podría estar implicada. Digo. Porque ni siquiera mandaron un secretario”, comentó Vera, al enterarse del hecho. Desde el primer piso del lugar, uno de los uniformados salió al balcón y filmó a los militantes que aguardaban sobre la vereda. “Son lobos cuidando a las ovejas”, les gritó alguien de la multitud.
Juan Gravois, del MTE, dio un pequeño discurso en la calle, donde algunos vecinos y transeúntes se habían detenido al ver semejante operativo a sólo una cuadra de la estación de tren de Liniers. “Este lugar y otros parecidos forman parte de la recaudación policial, la plata con la que los comisarios se compran esos lindos autos que tienen. Nosotros vinimos acá a cagarles el circo porque este procedimiento es ridículo, está armadísimo”, gritó el joven. En la puerta celeste del prostíbulo, desde donde se veía una cama y una pared de cajones de cerveza, un uniformado apretaba la mandíbula y buscaba a sus colegas con la mirada, al escuchar el discurso.
A pocas cuadras, en otros prostíbulos, la policía les retiró las cámaras de foto y video a los militantes, que acusaban a los uniformados de avisar a los proxenetas. “Si en la whiskería de General Paz se fueron cinco chicas antes de que llegara el operativo”, aseguró un integrante de La Alameda. Las treinta mujeres que salieron de los prostíbulos fueron interrogadas por la Oficina de Asistencia Integral a la Víctima del Delito, quienes determinaron que no se trataba de casos de trata. “¡Y qué van a responder las chicas, si ven un montón de uniformados en el operativo y saben de las complicidades que hay! Lo único que quieren es volverse a casa”, se quejó Vera.
En total se detuvo a 29 personas, de las cuales nueve quedaron incomunicadas, aunque de no probarse la trata de personas podrían recuperar la libertad en breve.
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