Una investigación de la CEPAL-UNICEF indica que hay 80 millones de niños pobres en Latinoamérica. La Argentina ocupa el tercer lugar en calidad de vida de los niños pobres, con una incidencia de 28,7 por ciento.
En América latina hay 80 millones de niños que viven en situación de pobreza. De ese total, el 17,9 por ciento habita en condiciones de pobreza extrema (32 millones). Los datos surgen de un informe elaborado por la Cepal y Unicef cuyas conclusiones preliminares acaban de ser presentadas. Allí se establece que de 18 países de la región, la Argentina ocupa el tercer lugar en cuanto a calidad de vida de los niños pobres, detrás de Uruguay y Costa Rica. Más abajo aparecen Colombia, Brasil, México, Perú, Bolivia y Honduras, entre otros. El parámetro que se utiliza no es sólo el de ingresos, sino también las posibilidades de acceso a servicios básicos como educación, salud, agua potable, alimentación e información.
“Los gobiernos que han mejorado mucho son Uruguay, Costa Rica y Argentina. Nuestros indicadores dan cuenta de políticas de largo plazo. Si los niños tienen un mejor acceso a la salud, se enfermarán menos, podrán alimentarse mejor y tendrán más oportunidades de aprender durante su paso por la escuela”, indicó a Página/12 Enrique Delamónica, asesor en política social y económica de Unicef.
En 2005, Unicef estableció una definición de pobreza: “Los niños y niñas pobres son los que sufren una privación de los recursos materiales, espirituales y emocionales necesarios para sobrevivir, desarrollarse y prosperar”. Esta aproximación a la pobreza infantil permite entender el fenómeno de manera integral, no sólo limitado a la cuestión de los ingresos.
La Cepal y Unicef elaboraron el informe “La pobreza infantil: un desafío prioritario” –cuyo resultado final será publicado en aproximadamente dos meses–, el cual midió los niveles de pobreza de los niños de América latina. Los mejores ubicados fueron Costa Rica, con un 20,5 por ciento de su población infantil en la pobreza; Uruguay (23,9 por ciento) y en tercer lugar Argentina (28,7). Si bien son números altos, contrastan con los resultados de otros países de la región. A la cabeza de la lista figuran El Salvador (86,8 por ciento), Guatemala (79,7), Bolivia (77), Perú (73), México (40) y Colombia (38,5). Cuba no aparece en el informe.
El trabajo elaborado por estos dos organismos pretende ofrecer herramientas para que los países puedan medir correctamente la pobreza. Por eso destacan que no sólo hay que tomar en cuenta los indicadores de salario o los datos de la inflación y el costo de la canasta básica, como ocurre en la Argentina con la medición del Indec. Las autoridades del organismo están trabajando en modificar el indicador de pobreza por ese mismo motivo. El índice actual, que toma como registro las líneas de pobreza e indigencia, fue constituido en la década del ’90, bajo la influencia de Domingo Cavallo.
“Los padres pueden tener ingresos por debajo de la línea de pobreza, pero gracias a las políticas públicas sobre educación, salud, alimentación, los niños no sufren una condición de pobreza infantil, entendida por la pérdida de derechos esenciales”, explicó Delamónica.
Los datos para este informe fueron recabados entre 2006 y 2007. A pesar de esta aparente desactualización, los técnicos de Unicef y la Cepal explicaron a este diario que las investigaciones que toman servicios básicos como indicadores cambian en períodos mayores a tres años, mientras que los indicadores que toman solamente ingresos sí se actualizan mensualmente. Esta diferenciación no es menor, sobre todo en un país donde sus estadísticas públicas están bajo sospecha y cualquier consultora dice tener la capacidad para medir los niveles reales de pobreza.
Por ejemplo, el director de Red Solidaria, Juan Carr, señaló en los últimos días que si bien no cuestiona la existencia de la pobreza, reconoce que “el hambre sigue bajando en el país desde hace ocho años, gracias a la acción del Estado y otras instituciones”.
“La existencia de privaciones severas o moderadas que afecten a la población infantil son superables a partir de una mayor intervención directa de los Estados –en salud y educación– e indirecta, mediante el aumento de los ingresos del hogar, ya sea por la creación de empleo o las transferencias monetarias (si bien no se aclara en el informe, éste sería el caso de la Asignación Universal por Hijo). La inversión social y el gasto público para la infancia no sólo deben incrementarse para mejorar las condiciones de vida de los chicos, sino también para promover un desarrollo más inclusivo e igualitario”, destaca el informe de Cepal-Unicef.
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