Las grabaciones de llamadas al SAME revelan que la ambulancia que debía atender a un herido –finalmente murió desangrado– no pudo ir a la villa 21/24 de Barracas porque la Policía Metropolitana nunca llegó para escoltarla, como se había comprometido la Ciudad. Ya hay tres muertos.
Luis Ponce, un joven que muere desangrado en la villa 21-24 mientras espera una ambulancia que llegó 45 minutos tarde. Una orden judicial para que ese móvil estuviera en la villa para situaciones de emergencia. El compromiso del gobierno de Mauricio Macri de que iba a llegar, desde el Hospital Penna, en un tiempo de 7 a 10 minutos. Y un ministro de Salud, Jorge Lemus, que se tomó unos días en Europa y que se habría ido a pintar a Florencia. Estos son los elementos de la trama que llevó a que el juez Roberto Andrés Gallardo allanara dos veces el SAME. En esos allanamientos se secuestraron las grabaciones de las llamadas del día en que murió el joven. La desgrabación –a la que tuvo acceso Página/12– revela que la ambulancia no pudo salir hacia la villa porque la Policía Metropolitana, que tenía que escoltarla, no aparecía por ningún lado. “Tengo una orden de Gallardo, que vamos todos en cana”, confiesa uno de los médicos en una conversación.
El contenido de las grabaciones y dos nuevos casos de muertes por falta de asistencia médica en la 21-24 fueron reclamados por la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo, que la semana pasada ratificó a Gallardo al frente de la investigación, intimó a Lemus a cumplir con el servicio de ambulancias en cinco días y le impuso una multa de 500 pesos por cada día que no lo haga. El ministro tiene todas sus cuentas y tarjetas de crédito bloqueadas por este caso, pero, aun así, la ambulancia no aparece. Es más: Lemus pidió licencia y viajó a Europa. El motivo oficial era que iba a recibir un honoris causa en España. Pero en el gabinete PRO se comenta que, además, se tomó unos días en Florencia, Italia, para dedicarse a su hobby: pintar cuadros.
Píntalo de negro
El juez Gallardo le ordenó en diciembre de 2007 al gobierno porteño que debía enviar una ambulancia a la villa 21-24. La orden nunca se cumplió. Recién este año, la gestión PRO ofreció que la ambulancia estuviera disponible desde el Hospital Penna y se comprometió a que contaría con una escolta de la Policía Metropolitana. Aseguraron que llegaría en un promedio de “siete a diez minutos”. Sin embargo, desde entonces, a Gallardo le llovieron denuncias de incumplimientos: una mujer afirmó que su hija de cinco años tenía una hemorragia y la ambulancia nunca llegó, una embarazada terminó teniendo a su hijo en un banco en la calle mientras esperaba al móvil que tardó más de media hora y, en al menos tres casos, hubo muertes.
La primera denuncia que recibió el juez fue de un joven, Luis Ponce, al que intentaron sacarle las zapatillas y, como se resistió, fue baleado. Quedó desangrándose en medio de la calle. La ambulancia tardó 45 minutos en arribar y, cuando llegó, ya estaba muerto. A ese caso se sumaron dos nuevas denuncias: una testigo contó que a su hijo, de 20 años, lo atropelló una camioneta 4x4 el 27 de febrero. Estuvo cerca de cuatro horas sin que viniera la ambulancia. Al final, lo subieron arriba de una camioneta y lo llevaron al Penna, donde murió. La mujer también relató que, a los pocos días, asaltaron a un carnicero y le dieron una puñalada. Caminó hasta un almacén, donde se quedó sentado. La ambulancia nunca apareció y murió desangrado. Se lo llevó la morguera de la Federal.
El juez constató que, en los partes que debían enviarle tanto el SAME como la Metropolitana, no hay registro del caso del joven baleado el 20 de abril. Gallardo le requirió esa información al titular de la Metropolitana, Eugenio Burzaco, que le respondió que no tenía ninguna referencia del caso. Del allanamiento, en cambio, obtuvo los audios de las llamadas al SAME –que siempre son grabadas– y que prueban que la ausencia de la Metropolitana fue clave en la demora de la ambulancia.
Una voz en el teléfono
Martes 20 de abril. La llamada de auxilio fue a las 8.54 y luego se repitieron otras, hasta las 9.28. Es decir, por 34 minutos. La primera conversación es la de la operadora que atiende los pedidos de auxilio.
Operadora: SAME, buenos días.
Mujer: Sí, pueden mandar una ambulancia, por favor, hubo un tiroteo.
O: ¿A dónde, señora?
M: Mmmm... no sé, Zavaleta y Osvaldo Cruz.
La operadora se comunica con una segunda operadora, que se ocupa de pedir la ambulancia. El tercer diálogo es entre la ambulancia y la operadora del SAME.
Ambulancia: La operadora me pasó un auxilio, Zavaleta y Osvaldo Cruz.
Operadora: Afirmativo, móvil 183...
A: Estamos esperando el móvil policial acá, en el hospital.
O: Tiene que ir con la Policía Metropolitana.
A: No hay ninguna, salieron. Me dijeron que lo tengo que esperar acá.
O: Ahí le mando el móvil policial.
Luego vuelven a hablar entre las operadoras. “Le tenés que decir que salga también al móvil con la patrulla esa, la Metropolitana”, le dice.
Allí empiezan a buscar al patrullero por todos lados. A las 9 de la mañana llaman al Cesac 35: “Escuchame, ¿está el patrullero ahí en la salita para acompañar el móvil”, inquiere la operadora. “¿Está el patrullero acá?”, pregunta hacia afuera la persona que atiende. “No, no hay patrullero.” “Bueno, listo, gracias”, responde la operadora y corta. Vuelve a llamar a la ambulancia:
O: ¿Se dirige con la Metropolitana o con el comando radioeléctrico?
A: 183, en auxilio.
O: 183, baje un poquito la sirena o apáguela. ¿Con quién se dirige al auxilio?
A: ...
O: ¡Apagá la sirena un minuto, 183!
A: Bueno, repítame.
O: Necesito saber si está con la Policía Metropolitana o con el comando Radioeléctrico.
A: Comando Radioeléctrico.
La operadora llama a un médico, Pavlosky, del Hospital Penna:
O: ¿Viste por el auxilio del barrio... la villa 21-24? Bueno ahí, en la villa esa, escuchame, el móvil que tenías ahí moduló y dijo que no había ninguna Policía Metropolitana...
Pavlosky: La Policía Metropolitana salió hace rato acompañada por otros choferes, creo yo, ¿eh?
O: La Policía Metropolitana está para cubrir ese móvil, no para hacer todos los demás auxilio. La Metropolitana no estaba en el hospital.
P: Claro, porque se habían ido a otro auxilio.
O: Naaaahh. Pero yo no sé por qué fueron...
P: Yo tampoco.
O: No los mandé a ningún lado, ¿eh?
P: Ni idea.
La última conversación es entre dos médicos, de apellidos Toscano y Flageat. El último era el regulador del SAME ese día. “Estamos con el tema de las villas, ese famoso, nuevo plancito”, dice Flageat, que le explica que cuando tuvo que salir la ambulancia el patrullero de la Metropolitana no aparecía por ningún lado. “No sé si a los pobres muchachos, que son nuevos, los engancharon”, dice y se ríe. “La Metropolitana salió por la de ellos, no por la nuestra”, le aclara Flageat. “Parece que alguien se está equivocando, no sé, recién por suerte, zafamo’”, agrega, sobre el caso del chico que murió esperando la ambulancia. “Nosotros estuvimos en el Ministerio de Justicia, con Carlitos Russo, (Néstor) Pérez Baliño y quedamos que ahí está la Metropolitana exclusivamente para la 21-24”, le advierte Toscano, cortante.
–Que lo arreglen.
–Pero...
–Que lo arreglen, porque el arreglo nuestro fue eso.
–Pero pará...
–No pueden ir a otras villas, yo lo siento, pero que los demás arreglen el tema para que vayan a las otras villas con la Federal –concluye Toscano, terminante—. Tengo una orden de Gallardo, que vamos todo en cana.
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