Acompañado por Los Persas, un sexteto con amplitud rockera, y después de su separación de Los Piojos, el cantante ensaya aquí futuros caminos, sin dejar de hacer base en el rock n’ roll y el blues de las orillas rioplatenses.
Habitualmente, quien se enfrenta a un espejo con la actitud clara de mirarse a sí mismo olvida que lo que se proyecta no es solamente la propia imagen, sino también el contexto, lo que hay alrededor. Inevitablemente, su pasado como eje de Los Piojos, el ambiente tecnológico del rock moderno y los picos del recorrido histórico del clásico se confunden en Espejos, el disco con el que Andrés Ciro vuelve a mirarse en las bateas por estos días, en compañía de Los Persas. La principal virtud de álbum es que no se pierde del otro lado del espejo. En lugar de eso, soporta sobre el lomo de su notable portada, sin complejos, eso que es: una presentación y menú de posibles futuros platos, cocidos por un sexteto con amplitud rockera, pero que hace base en el rock n’ roll y el blues de las orillas rioplatenses.
“Qué placer verte otra vez, nos decimos sin hablar. Hoy todo vuelve a empezar y será lo que ya fue”, explota el cantante en el estribillo de “Antes y después”, el corte con el que quedó presentado para la sociedad radiofónica Ciro y Los Persas: el tecladista Chucky de Ipola, los guitarristas Juan Gigena Abalos y Juanjo Gaspari, el bajista Broder Bastos (sesionista de Bossa & Stones, entre otros) y el baterista y percusionista Lulo Isod (con pasado en Virus y Tres Bien Ensemble). La frase de Ciro no hace menos que recordar sus días con otros compañeros. A grandes rasgos, Espejos no se separa demasiado, tampoco, de la línea trasgenérica del Ciro piojoso. Pero ¿era eso inesperado?, ¿es eso señalable? Para nada, a Ciro lo que es de Ciro, la facilidad para cantar con una potencia cadenciosa sobre un blues, un reggae o un malambo, para ser introspectivo o explosivo.
“Servidor”, el segundo de los 14 temas del álbum, tiene una clave swing algo disco-funk propia de los Stones de los ’80. “Banda de garage” va a lo más crudo de Jagger y lo mezcla con el hard rock australiano, lo que lo pone como candidato a un segundo corte más bien rockero. La canción “Vas a bailar”, en cambio, se impone como corte melódico: “Vas a bailar como si fuera la última noche, uh uh uh uh uh uh uh”. La onomatopeya no se mancha para Ciro, que hasta tararea un solo de saxo sobre un blues acelerado. Y en Espejos hasta es posible, en “Paso a paso”, una suerte de reggae del altiplano (con armónica en lugar de acordeón, eso sí). Los aportes de Alvaro Villagra en la producción y el Pollo Raffo en arreglos de cuerdas y vientos terminan de pulir este debut que no es tan debut. El primero, aportando una potencia inesperada a la música propuesta. El segundo, con una sabiduría y buen gusto impecables para vestir la canción.
Hay pocas cosas que no cierran bien si se mira la totalidad, pero no son graves. Una es la falta de definición en algunos bajos, que sin embargo no va en detrimento del groove. La otra, ciertos vicios en la dicción que Ciro se niega a guardar; aunque eso, en última instancia, ha sido también otro de sus sellos distintivos. Y entre lo más saliente se aparecen las teclas de Chucky de Ipola y el constante diálogo juguetón entre las guitarras de Gigena Abalos y Gaspari, como digno cortejo de una voz más expresiva y performática, lejana al arengue y cercana al reflejo melódico.
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