El Inadi analiza la denuncia contra una escuela de Bella Vista que utilizó textos integristas para enseñar que la homosexualidad es una “enfermedad” que “requiere tratamiento”. Los alumnos aprenden a “reconocer” a las personas con esas “desviaciones”. Y a rechazar el uso del preservativo.
“Que identifique la homosexualidad como una enfermedad”, “que rechace la desviación de la homosexualidad”, “que de-sarrolle actitudes de objetividad frente a la desviación de la homosexualidad y comprensión frente a las personas que la padecen”. Eso procuraba una docente que lograran los adolescentes a su cargo en 1º año de Polimodal de la Escuela Modelo de Bella Vista, en la provincia de Buenos Aires. La institución es privada, pero no confesional, sino “un colegio laico, común y corriente”, como describió a este diario la mujer que durante 2009 descubrió qué estudiaba su hijo de 16 años en Educación para la Salud y cuyo estupor, tras encontrar cauce en la Agrupación Nacional Putos Peronistas (ANPP), terminó convirtiéndose en denuncia ante el Inadi, donde actualmente se encuentra en estudio el material.
En rigor, no se trata de un libro completo ni de un cuadernillo realizado por la docente, sino de fragmentos fotocopiados y entregados sin información bibliográfica alguna. Además de la lección referente a “la conducta homosexual” (y que incluye un ítem sobre “amaneramiento”), los adolescentes también recibieron otras para reconocer “la castidad como la única decisión verdaderamente saludable para la prevención” del VIH, y otra que habla de “vida prenatal” y define al aborto como el “disponer de una vida ajena” (ver aparte).
El material “es de altísimo contenido homofóbico y de dudoso origen científico” al tiempo que demuestra que, “a contramano de los materiales de Educación Sexual Integral, que el Ministerio de Educación ya comenzó a repartir entre las escuelas secundarias públicas y privadas, todavía quedan muchas instituciones educativas que promueven contenidos homofóbicos en sus currículas”, señaló a este diario Mariano Rapetti, de la ANPP. Amén de propagar su homofobia flagrante, los apuntes desfiguran abiertamente afirmaciones científicas avaladas por asociaciones profesionales y organismos internacionales, incitan al odio y la discriminación por razón de orientación sexual, tanto como a la sanción moral y el aislamiento, aunque piadoso por tratarse de personas enfermas, de quienes incurran en “conductas desordenadas”.
Las páginas, parte de cuyos contenidos acompañan esta nota (ver aparte), también recuerdan notablemente algunas de las exposiciones que, desde hace unas semanas, se escuchan en el Congreso en contra del proyecto de ampliación del matrimonio civil. Tienen un origen bien concreto y una circulación no tan opaca, tanto que su rastro traza un mapa del integrismo fundamentalista argentino.
Estudios culturales
El material de la discordia fue brindado como texto de estudio a chicas y chicos de entre 15 y 16 años, en el marco de la materia Educación para la Salud que, como lo señala su denominación, difícilmente pueda escapar a las generales de la ley de Educación Sexual Integral. Sin embargo, en cuanto a sexualidades, prevención de enfermedades y anticoncepción, la docente que eligió educar a por lo menos un curso con estos contenidos (la denuncia refiere el ciclo lectivo 2009) está muy lejos de eximirse. Para enseñar los dos primeros temas, eligió las lecciones 32 y 33 de Hechos para amar, el volumen Nº 10 de la colección Aprendiendo a querer, hit de Alafa Editores, el brazo impresor de la fundamentalista y pro vida Alianza Latinoamericana para la Familia. La serie, que abarca un ciclo de 12 años, desde la infancia hasta la pubertad y el fin de la adolescencia, configura, según alardea la propia Alianza, “un programa de educación sexual con acento en la formación integral de la persona y la familia”. Fue pensada y escrita enteramente por Carlos Beltramo Alvarez y Christine de Marcellus de Vollmer, ambos jerarcas de Alafa, que en su versión norteamericana es más conocida como Alliance for Family (AFF).
En cambio, el material que refiere la “etapa prenatal” y alerta “SOS - bebés en peligro” para referirse al aborto fue extraído de un libro de texto, Biología, de Maria Leonie Dutey y Susana Teresa Nocetti.
“Hay materia de sobra para considerar y debatir: asuntos como el sida, la homosexualidad y otras áreas difíciles que requieren de mucha información”, advierte Marcellus de Vollmer en la introducción de Hechos para amar, y las páginas que estudiaron chicas y chicos en Bella Vista no la desmienten. Ni siquiera cuando, por algún motivo sin explicar, la docente entregó a la clase fotocopias del manual dedicado al docente. De allí que, por ejemplo, al comienzo de la lección 32, “Homosexualidad”, se expliciten las “sugerencias metodológicas”: “A veces, algunos alumnos, por no tener los conceptos claros, manifiestan una cierta inseguridad sobre el tema de la homosexualidad, sobre todo los hombres. Por ello es necesario desarrollar bien el tema de la homoidentificación” (sic).
Para entrar en tema, el apunte propone estimular la palabra de alumnas y alumnos: “Preguntarles qué opinan de los homosexuales, cómo los ven en la calle y qué impresiones les suscitan”. La inquietud era válida “tanto en hombres como en el caso del lesbianismo”. A continuación, cabía a la persona responsable del curso llevar adelante la “exposición”, a partir de ocho puntos: “generalidades de la homosexualidad”, “las influencias para una conducta homosexual”, la “dinámica psicológica en estos casos”, la “relación con las etapas de crecimiento”, la diferenciación entre “la inclinación (que) es una enfermedad” y “la conducta (que) es una contradicción con la sexualidad”, cuál es “la mejor actitud de parte de un homosexual” (respuesta: abstinencia, castidad y someterse a “tratamientos de recuperación”), el “amaneramiento y la discriminación”, que no deben existir siempre que tanta tolerancia “no ponga en riesgo la salud moral de los demás”.
Hace ya 37 años que la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) eliminó la homosexualidad del Manual de Diagnóstico de los trastornos mentales. Hace 20 que la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerarla patología; fue un 17 de mayo, y desde entonces esa fecha es celebrada como el Día Internacional de Lucha Contra la Homofobia. En ambos casos, la razón del cambio fue simple: no había evidencia científica para sostener que la opción sexual puede ser una enfermedad. En 2000, sin embargo, la APA debió complementar su afirmación, y aclarar que los presuntos “tratamientos de recuperación”, tan mentados por voceros integristas y voceros confesionales cuando tienen ante sí un auditorio, no tienen fundamento científico, y que tampoco son eficaces porque la homosexualidad no requiere tratamiento psiquiátrico.
Y sin embargo en Bella Vista era como si el tiempo no hubiera pasado. Las y los adolescentes debieron memorizar que la homosexualidad, entendida como “inclinación a tener estimulación sexual con personas del mismo sexo”, es “una desviación”. Resulta contraria al “significado de la sexualidad como sus dimensiones; esto es, la de comunicación, la de identidad y la de transmisión de vida”. Tan grave puede resultar que “en caso de que se detecten conductas homosexuales o atracción de un chico por otros del mismo sexo”, es preciso alertar a sus padres y procurarle “un seguimiento cercano por parte del equipo psicológico de apoyo de la escuela”. La “conducta homosexual” tiene “causales”, porque, como las feministas, “el homosexual no ‘nace’, sino que se ‘hace’”, como consecuencia desgraciada de una infancia traumática: “Un padre hostil o distante, padres sobreprotectores, la pérdida de ambos padres o que un miembro de la familia haya vestido al niño con ropa de mujer”. Para afirmar esto, citan a “los científicos”, sin aclarar cuáles de ellos, ni si tienen algún nombre. En todo caso, validarían que un varón es gay porque tuvo un padre “deslucido, desvalorizado” y una madre “dominante y temible”, y que una mujer es lesbiana porque le tocó un “padre violento” que “despierta el temor al hombre”, o bien tuvo un padre “ausente”, a quien “la mujer homosexual lo internaliza como una figura débil, poco atractiva”.
En las hojas que circularon en el curso se sostiene que la homosexualidad es “un problema”, entre otras cosas, físico: una relación “en la que lleguen a la intimidad (dos personas del mismo sexo) está claramente en contra de todos los principios de la verdad de la sexualidad: no hay comunicación profunda porque no hay complementación física, sino más bien un abuso del cuerpo; no es fuente de vida; tampoco lo es de verdadero amor y contraría la propia identidad. Esto quiere decir que la naturaleza ha brindado a cada uno una identidad clara”. Se trata, sin más, de una identidad que “siempre apunta a la complementariedad con el otro sexo”, que en el caso de la relación “entre hombre y mujer en el contexto de la pareja estable y permanente” es “una de las comunicaciones más profundas”.
Quienes en las últimas semanas han concurrido a las reuniones de la Comisión de Legislación General, cuando se da cita a expositores y especialistas para opinar sobre el proyecto de ampliación del matrimonio civil, seguramente tienen cierta familiaridad con estos argumentos. Los han sostenido, casi letra a letra, y hasta con idénticas definiciones (“apertura a la vida”, “transmisión de la vida”, “complementariedad”, el “amor verdadero”) voceros del Opus Dei, abogados que tienen por misión infiltrar el Estado con la “verdad” bíblica y hablan de familia y tradición y hasta alguna diputada evangélica cuya oposición al proyecto en su propia Cámara no fue precisamente exitosa.
El capítulo sobre homosexualidad que se estudió en la provincia de Buenos Aires no termina allí: también explica que “el homosexual es digno de todo respeto y de todo tipo de ayuda, incluyendo la asistencia moral y religiosa”, aunque, como se trata de “un trastorno”, sólo podría pensarse en esa orientación como en “una desviación de los comportamientos normales”. Puesto que “la inclinación es una enfermedad como cualquier otra”, no se trata de “buscar culpables al respecto, sino tratar de solucionar el problema”. Por eso lo mejor que pueden hacer “estas personas” es observar “abstinencia sexual, fruto de la castidad”, además de someterse a “tratamientos de recuperación”. ¿Cómo saber quién podría necesitar ayuda? Pues por señas exteriores, tales como “el amaneramiento”, que es algo “exhibicionista, para ser visto, para de alguna manera ser reconocido”. El propio manual, sin embargo, plantea cierto desaliento, porque no hay certezas: “Hay homosexuales sin amaneramiento y con formas y aspecto totalmente normales”, y aún más: “Hay amanerados que no son homosexuales”. De todos modos, insta la instrucción, es preciso actuar, porque “la homosexualidad no es normal y natural”, de manera que “es legítimo” no contratar gays y lesbianas para empleos docentes, militares y de sociabilidad frecuente con jóvenes y niños. Por lo mismo es lícito “impedir que los homosexuales adopten niños”. Es que, se exculpa, “la sociedad tiene el derecho y el deber de defender a sus integrantes”.
Por lo demás, el material no se priva de citar a manuales del seudopensamiento reaccionario como Orientaciones para la educación sexual, de Eva Balague y Norberto Uva, que la Editorial Claretiana publicó en 1987, o Conductas sexuales inadecuadas, de Héctor Segú.
Llame ya
En Argentina, toda esta bibliografía se consigue solamente en un lugar: una oscura oficina de la avenida Rivadavia, frente al Congreso. Corresponde a un señor Luis Méndez Huergo, quien vende los ejemplares como parte de los servicios bibliográficos de la Mutual D’Agostino, que procura beneficios para “miembros, empleados, alumnos y padres de alumnos de Fasta”. Eso significa que se trata de la rama social de la Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino, cuyas filas bullen de ultranazis y cuyo fundador, Aníbal Fosbery, es recordado, entre otras cosas, por sus melosas y encendidas defensas del nazi Erich Priebke.
No sería descabellado pensar que estos materiales también sean textos de estudio en las instituciones escolares afines a Fasta, que no son pocas en el país.
el país.
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