jueves, 29 de julio de 2010

"LAS ABUELAS SE MERECEN EL NOBEL"


El juez Baltasar Garzón, condenó a terroristas y represores. Pero fue suspendido en España por investigar los crímenes del franquismo. Un diálogo imperdible sobre la justicia más allá de las fronteras.


Por Jorge Cicuttin, Eduardo Anguita y Roberto Caballero

Andaluz de Jaén. Proveniente de una familia de clase media agrícola, le gusta el fútbol, el flamenco y bailar sevillanas. Hombre de gustos sencillos, en suma, tanto que añora la vida en el campo. El juez español Baltasar Garzón, de él se trata, con su implacable trabajo ha puesto contra las cuerdas a gobernantes, terroristas, mafiosos y represores. Actualmente suspendido en sus funciones por investigar los crímenes del franquismo, ha recibido un conmovedor apoyo popular tanto en España como en otras naciones. En un breve viaje a la Argentina para participar del acto en memoria del las víctimas del ataque terrorista a la sede de la AMIA, este juez modelo dio un reportaje exclusivo a esta revista.

Usted ha dicho que no está de acuerdo con el término “globalización de la Justicia”, porque remitía más a la economía y esta, a veces, es lo contrario a la justicia...
–El término globalización efectivamente comenzó a utilizarse como sinónimo de las relaciones económicas entre distintos países y la superación de las fronteras. Pero también tiene una connotación negativa: no ser lo suficientemente equitativo ni abierto para que llegue a cualquier país y a cualquier clase social. Pero el término universalización me parece más comprensible de situaciones como la defensa y la lucha por los derechos humanos. La declaración universal de los derechos humanos identificó cuál debe ser el sentido y el alcance de este conjunto de derechos que dignifican al ser humano, por lo tanto la equivalencia exacta no es tanto la de globalización sino la de la universalización sin distinción de lugares, sin importar que el país sea más rico o más pobre.

–Por eso prefiere hablar de una Justicia universal.
–Sí. En el ámbito de los derechos humanos, para mí el término Justicia universal es mucho más comprensivo. En lo que hace a la Justicia, la universalidad debe proclamarse con directa correspondencia con los derechos humanos, en aquellos casos en los que la agresión a la comunidad internacional es de tal calibre que tiene que obtener una respuesta en cualquier parte del mundo sea cual sea el origen de las víctimas.

–Para muchos argentinos sería bueno que usted vuelva a explicar por qué un tribunal de Madrid pudo entender y llevar a buen puerto causas por violaciones a los derechos humanos en este país.
–El 28 de marzo de 1996 la Unión Progresista de Fiscales se presentó ante la Audiencia Nacional. Esa denuncia supuso el inicio de un periplo importantísimo para la Justicia española y para la internacional. Por qué razón la Justicia española en aquel momento decidió abrir causa y posteriormente enjuiciar a uno de los represores (el marino Adolfo Scilingo) hasta el punto que fue condenado y en la actualidad cumple una condena de más de mil años de cárcel en España. La respuesta es sencilla pero compleja, es decir, se trata de crímenes internacionales, de crímenes en los que la nacionalidad de la víctima no es algo fundamental porque la víctima es universal. Todos somos víctimas cuando hay un genocidio en Ruanda, o en Camboya, o en Chile. Ese es el verdadero sentido del principio de Justicia universal y de crímenes internacionales, es decir, tiene que haber una respuesta en cualquier lugar del mundo, si esa respuesta no se produce en el país donde acontecieron los hechos. Esa fue la razón por la que actuó España, fue algo necesario.

–¿Cómo fue su estado de ánimo cuando el pleno de la Audiencia Nacional dio un voto afirmativo a este procedimiento que usted había llevado adelante después escuchar a tantas víctimas?
–Se me erizó la piel. Fue algo impresionante porque fue la culminación de un trabajo que comenzó cuando las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo entraron a mi despacho por primera vez. Y ese día volvieron a asomarse a la puerta de mi despacho. Fue algo que se puede considerar como un triunfo de la justicia, de la lógica, de lo que debemos entender por la protección a las víctimas. Se estaba oyendo a quien había concurrido a reclamar justicia. Y se aplicó justicia. Hoy en la Argentina se activó nuevamente la acción judicial, y es un ejemplo para el mundo cómo la Justicia argentina está abordando las causas del pasado en cuanto a estos graves crímenes.

–También usted consideró un ejemplo el trabajo de las Madres, las Abuelas y otros organismos defensores de los derechos humanos.
–La Argentina, que fue ejemplo en un momento histórico de lo que no debía hacerse, fue siempre ejemplo de una lucha denodada por parte de los organismos de derechos humanos. Por el nivel de decisión para asociarse por parte de familiares, madres, abuelas, hijos. Es un ejemplo paradigmático para todo el mundo cuando haya que hacer frente a un fenómeno criminal como el que aconteció aquí en forma masiva entre 1976 y 1983. Por lo tanto, que Abuelas de Plaza de Mayo hayan sido postuladas para el Premio Nobel de la Paz para mí es una necesidad. Pero en cualquier caso ese premio ya lo tienen. Su trabajo en estos treinta años es un ejemplo y es una vía, un camino, por el que muchos nos hemos guiado. Si viene el reconocimiento, bienvenido sea, pero las Abuelas y otras organizaciones están ya por encima de esos reconocimientos.

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