ENTREVISTA A KATIUSKA BLANCO CASTIÑEIRA, AUTORA DE LA BIOGRAFIA FIDEL CASTRO RUZ: GUERRILLERO DEL TIEMPO.
De visita en la Argentina para presentar los dos primeros tomos de su obra sobre Fidel Castro en la Feria del Libro, la periodista cubana recorrió la vida del comandante, desde su niñez hasta la actualidad, con un recuerdo especial para el Che.
Por Adrián Pérez
Llevaba menos de un mes de graduada en la Universidad de La Habana cuando en 1987 la enviaron como corresponsal de guerra a Angola para cubrir la misión internacionalista que Cuba llevaba adelante en tierras africanas. Sin embargo, su labor allí no fue lo que conmovió a Fidel Castro sino el trabajo condensado en Después de lo increíble, una serie de crónicas sobre la reedición del viaje que un puñado de jóvenes emprendieron, a bordo del Granma, para acabar con la dictadura de Fulgencio Batista. “Me hubiera gustado hablar contigo para contarte”, le dijo el líder revolucionario a Katiuska Blanco Castiñeira en el primer encuentro que mantuvieron en 1993. Y comenzaron las narraciones del comandante, que culminarían en un libro que compila sus memorias. De paso por Buenos Aires para presentar en la Feria del Libro los dos primeros tomos (de un total de cuatro) de Fidel Castro Ruz: guerrillero del tiempo, la periodista cubana destaca una anécdota especial: “Cuando iban navegando desde México a Cuba al Che le falta el aire, entonces se percatan de que los medicamentos estaban debajo del armamento”, cuenta la escritora.
La mujer de ojos pequeños y rasgados recibe a Página/12 en la residencia del embajador cubano, Jorge Lamadrid Mascaró. Su voz tenue y susurrante se abre paso entre el ruido de los autos que llega desde la calle, y de las aspas de un helicóptero que pasa rasante sobre la casona de Belgrano. Cuando se impone ante el bullicio, menciona Los sueños de Fidel, una crónica de Jorge Timossi, periodista argentino que trabajó junto a Jorge Masetti en Prensa Latina. “La gente puede pensar que son cuestiones a las que Fidel aspiraba, pero en realidad se trata de sus sueños verdaderos, y entre las cosas que soñaba, pensaba en el Che vivo. Fue la crónica más bella que se escribió cuando Fidel cumplió 70 años”, subraya Blanco Castiñeira mientras su mirada se enciende.
–En esos mundos oníricos, al momento de comenzar su investigación sobre la vida de Fidel Castro, soñó que lo entrevistaba.
–Todo eso tenía que ver con el no haber ido nunca a su casa. Soñé que estaba en un lugar muy boscoso, lleno de floresta, como en una selva, donde lo entrevistaba. La primera visita a su casa, en 2009, fue casi familiar.
–¿De qué hablaron en esa oportunidad?
–De las cosas más cotidianas. Hablamos de comida, porque él es un cocinero muy reconocido. También de su preocupación por la preservación del planeta y de la especie; de historia, política y tradiciones. Poquito antes de que se publicara el libro, hablamos del Universo, el origen de la materia o el Big Bang. Y, al mismo tiempo, de la producción de los alimentos y de los precios en el mundo.
–Mientras hacían una parada en Holguín antes de viajar a Birán, su ciudad natal, para festejar sus 70 años, Fidel invitó a Gabriel García Márquez a cenar. ¿Recuerda esa noche?
–Fidel se ocupó de poner las tarjetitas que indicaban dónde se sentaba cada uno o los ingredientes de los garbanzos que íbamos a comer al día siguiente. Era a la manera gallega, recordando lo que se comía en su casa. Alguien me contó una vez que era un hombre que hacía las cosas de corazón, hasta el final; que le ponía su vida a cada mínima cosa.
–Para las entrevistas le encargó que preparara “un cuestionario inquisitorio”.
–Sentí que me estaba diciendo que no fuera complaciente. Fidel ha sido un hombre que ha tratado de preservar el espacio de la intimidad familiar de la vida pública. Eso no sólo es un acto de valentía sino de inteligencia.
–¿Cómo fue trabajar con él? ¿Intervino durante la producción del libro?
–Es un hombre delicado y respetuoso. Nuestro equipo de trabajo preparó los capítulos, después de estructurar los temas, y él enmendó sus partes. Nunca hizo correcciones sobre las mías; el libro tiene muchos comentarios sobre su niñez. Me recuerda mucho la manera de trabajar de (Honoré de) Balzac, de quien se decía que trabajaba de noche y corregía los originales una y otra vez. Fidel es la búsqueda de la perfección de la línea en belleza y esencia. Trata de ser justo al hablar de un compañero porque sabe que su palabra pesa y lo que diga va a quedar en la historia. Le gusta mucho el detalle en temas históricos.
–Y volcó esa búsqueda de la precisión en su formación militar.
–El podía batir (derribar) un plato, de perfil, desde 600 metros, con mira telescópica. En México trataron de compensar la carencia de armamentos con la efectividad del disparo. El Che era uno que también tenía buena puntería.
–El vio en el Che a un hombre con cualidades especiales.
–Frank País era jefe del movimiento en Santiago de Cuba, desde donde apoyaba a la guerrilla en la sierra. En un momento matan a Josué, su hermano. Entonces la guerrilla le envía una carta manuscrita de condolencias que dan a firmar a todos los compañeros. Alguien le pregunta a Fidel qué grado le ponían al Che. “Ponle comandante”, pidió. Así se convierte en el segundo comandante de la guerrilla cubana, después de Fidel. De alguna manera, desde el principio, Fidel avizoró en el Che un hombre con unas características excepcionales.
–¿En qué etapa de la vida de Fidel usted descubre esa semilla de inconformismo que germinaría más tarde en el revolucionario?
–Su primera rebelión se produce en la casa de una familia de ascendiente haitiano. Fue una etapa donde pasó hasta hambre física por el mal uso de una maestra, que hacía ahorros excesivos del dinero que enviaban sus padres para que se sostuvieran él, Ramón y Angelita, sus hermanos. Su padre enviaba 40 pesos, por cada uno de sus hijos, que en aquella época era una fortuna. Su mamá decide llevarlos de regreso a Birán. En una parte del libro, Fidel cuenta que había llegado la época del armisticio (risas). En Santiago querían ponerle disciplina férrea. Un maestro abusó de él y le dio una bofetada. Otra vez, mientras estaba buscando la manera de ser el primero en merendar para batear, el profesor le metió un coscorrón. Ahí se insubordinó y le dio patadas al maestro. Uno percibe que fue una persona que no concebía la injusticia, el maltrato, el atropello. Ante eso nunca se mantuvo impasible, ni siquiera de niño.
–¿Qué otras razones lo llevaron a rebelarse?
–El desea que las cosas cambien al ver que sus amigos de la infancia se habían perdido en el camino de la vida, en la estrechez económica de la época, en las no luces que brindaba la sociedad cubana para los campesinos. Un poquito antes de asaltar el (cuartel) Moncada, y sin decirle a nadie, regresa a la escuelita de Birán a despedirse. Mientras está preso escribe una carta y en un fragmento muy hermoso dice: “Han pasado veinte años y mi escuelita un poco más vieja, mis pasos más pesados. Las miradas de asombro de los niños, como siempre, y nada más. Todo se ha mantenido igual desde que nació la República. Y todavía tenemos una noción de justicia”. Su deseo de revolucionar al país nace del alma, del cariño y el amor por los más humildes; de ser solidarios con los sectores más desprotegidos de la región y del mundo.
–Solidaridad que demostró en sus constantes reclamos de independencia y soberanía en América latina.
–No sé si acá en Argentina se conoce, pero una de las causas que Fidel lleva al Congreso de estudiantes, y que quería que coincidiera con la 9ª Conferencia Pa- namericana, donde se firma la carta de fundación de la OEA, es la devolución de las islas Malvinas a la Argentina. Está también la devolución del canal de Panamá, la Independencia de Puerto Rico y la lucha contra las dictaduras de (Anastasio) Somoza, en Nicaragua, y (Rafael) Trujillo, en República Dominicana.
–¿Qué aporta su libro al actual escenario de crisis e incertidumbre mundial?
–Esperanza y deseos de luchar. Desde siempre, Fidel tuvo la voluntad de pelear por un destino mejor para las grandes mayorías. Quizá por eso es tan amado por multitudes y tan odiado por minorías. Su posición siempre ha sido favorecedora del consumo y no del consumismo. Los hombres deben tener techo, ropa y comida para vivir. Pero deben hallar la plenitud de la existencia no en la posesión de las cosas sino en el disfrute del conocimiento, la belleza, las manifestaciones del arte. Este libro tiene, primero que todo, el valor humano. No estoy buscando narrar la historia de Cuba sino que Fidel cuente desde su vida, experiencia y recuerdos lo que ha vivido y cómo lo ha registrado su memoria. Hubo alguien que dijo que es el último gigante de la historia que queda entre nosotros. Es como Bolívar, San Martín, Hidalgo, José Martí o Benito Juárez. Ha sido un revolucionario que ha visto cumplir sus sueños y ha vivido muchos años para verlo. Siempre lo comparo con el tule, un árbol de México con un tronco desmesurado; dicen que unas cincuenta personas tratan de abarcarlo con los brazos y no lo consiguen.
–¿Por qué escribió Fidel Castro Ruz: guerrillero del tiempo?
–Porque es necesario para la batalla actual de la humanidad; para tratar de corregir el mundo de las guerras; para conseguir la paz en el mundo y la equidad social, que es la única que puede traer la paz porque la paz no puede ser la del camposanto, sino la de la felicidad de la gente. Lo único que puede salvar a la humanidad es corregir el rumbo y que las sociedades privilegien el conocimiento y una vida de armonía con la Pachamama, como decían los aymaras. Fidel tiene historias que narrar que pueden ser de mucha utilidad para los tiempos venideros, para que la gente se una y luche por la preservación de la especie.
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