Más de una vez nos preguntamos: '¿ ¡ A esta remera la hicieron con oro! ?". Un
jean, una pollera, cualquier prenda puede duplicar o triplicar su precio de un
punto de venta a otro. Y aunque lo atribuyamos a la viveza o a cierta forma de
la tilinguería, lo cierto es que hay una ruta oculta y compleja entre el telar y
la percha que infla los precios y distribuye ganancias de forma desigual. Para
explicar esa variación muchas veces inexplicable, nos adentramos en la ruta de
la ropa. ¿Cuánto vale y cuánto la hacen valer?
Por Leandro Selen
Por Leandro Selen
Por cada $100 que gastás en un jean o una remera comprados en un comercio de shopping o de alguna importante zona comercial urbana, $35 se lo llevan los propietarios de los locales y los bancos. Así, la participación en el precio al público de dos agentes económicos que nada tienen que ver con la fabricación del producto termina siendo tan importante como la de los productores y diseñadores, que en conjunto se quedan con $40, y realizan un aporte muchísimo más grande que el de quien pone un local en alquiler o financia en cuotas la compra de un producto a través de su tarjeta de crédito.
¿Hay alguna forma de explicar esto?
ESLABÓN DE LUJO
Para comprender cómo se conforma el valor de la ropa, la Fundación Pro Tejer elaboró un documento donde destaca que es necesario analizar la participación de cada eslabón de la cadena de valor. Para eso se puede descomponer el precio que paga un consumidor en un comercio.
Tomando como ejemplo a una remera de algodón de marca, por cada $100 que cuesta, las telas explican $8 y la confección y resto de procesos $12 del precio final. Al tratarse de una prenda de marca, el diseño, desarrollo de producto, publicidad y marketing, dan cuenta de otros $20 del precio de venta.
Por su parte, los impuestos que se abonan en todo el proceso, como IVA, Ganancias, Ingresos Brutos y los impuestos a los débitos y créditos, explican $25 del valor de la prenda. Finalmente, el resto del precio abonado por el consumidor, alrededor de $35, son los costos asociados a la etapa de la comercialización.
Los porcentajes y la participación de cada componente son similares para el caso de otro tipo de prendas, como el de un jean o una camisa de algodón. En el caso del jean, por cada $100 que cuesta, la fibra de algodón representa un $1, las telas $6, los avíos $2, y la confección y resto de procesos industriales $13. En el de una camisa, el hilado representa $2; los procesos industriales, como la tejeduría y el teñido, $7; y la confección, $20.
Analizando entonces la participación de cada eslabón de la cadena textil en el precio de una prenda de marca, queda claro que la industria textil con todos sus eslabones que incluyen el procesamiento de la fibra, la fabricación de hilado, la producción de tejido, el teñido y el acabado de las telas, y la confección, solo representan $20 del precio final. Es decir, un 20% en promedio de lo que finalmente acabamos pagando. Virtudes del prét-á-porter.
PONERSE UN NEGOCIO
Sumando al otro eslabón de la industria, el diseño y desarrollo de marca, que se llevan otros $20, se observa que toda la cadena de valor textil y de indumentaria no representa la mitad del precio de una prenda comercializada por una marca, alcanzando $40 de cada $100 del precio pagado por el consumidor.
El resto se utiliza para absorber los costos de los otros dos componentes que están por fuera de la cadena textil, que son los impuestos, y la comercialización, a través del canal comercial y financiero, que representa alrededor de $35 por cada $100 del precio final.
Existen dos actores principales en el canal comercial que representan un componente importante sobre las ventas de la industria de indumentaria. Uno de ellos es el costo del alquiler de un local en un centro comercial o en áreas comerciales urbanas.
Muchas veces son las mismas marcas las que desarrollan las zonas comerciales, como en el caso de las calles y avenidas donde en los últimos años proliferaron los denominados outlets.
Para analizar en detalle los costos asociados a la ocupación, supongamos que una marca desea alquilar un local en un centro comercial premium de alrededor de 100 metros cuadrados. Deberá afrontar dos tipos de costos: los corrientes, que son mensuales relacionados con el alquiler, que se compone generalmente de un valor mínimo asegurado (VMA) independiente de las ventas, o de un porcentaje sobre las ventas de entre un 7% u 8%; las expensas, y generalmente un fondo de publicidad mensual obligatorio.
Por otro lado, existen costos denominados "de entrada hundidos", es decir que son irrecuperables una vez finalizado el contrato de alquiler, y están compuestos por un alto valor de llave de negocio, un aporte de publicidad, aparte del fondo aportado mensualmente, la remodelación y honorarios del arquitecto por la puesta a punto del local, y la comisión inmobiliaria por el total del contrato de alquiler, que es un porcentaje sobre alquiler por tres años más el valor de la llave, que se cobra sin que actúe ningún intermediario entre el centro comercial y la marca.
Considerando estos costos mensuales corrientes, y si pudieran prorratearse en los tres años del contrato, cuando generalmente se abonan en menos de uno, entonces esos costos mensuales serían de alrededor de $88.000.
Este precio es el mínimo que se pagaría, dado que se considera que se paga el valor mínimo asegurado.
Según la información recopilada por Pro Tejer, los gastos de ocupación estarían representando entre $15 y $22 por cada $100 de las ventas de una firma que desarrolla y vende ropa con marca.
QUIERO
El otro costo importante en el canal de comercialización es el costo financiero por el uso de tarjetas de crédito o débito. A los costos por el alquiler del posnet, y que es de $150 mensuales por aparato en comodato, se debe adicionar el del arancel por el uso de tarjetas de crédito o débito, de 3% y 1,5% respectivamente. Estos porcentajes son superiores a los que se abonan en Europa y Estados Unidos, que son de 2% y 1%.
Y finalmente el costo impuesto en forma obligatoria por los bancos por la aceleración de pagos realizados en cuotas.
Cuando una marca vende en cuotas, la entidad financiera le adelanta obligatoriamente el monto total del pago, previa aplicación de una tasa de descuento de entre 28% y 36%, dependiendo de las cuotas.
Todos estos costos representan alrededor de entre $8 y $10 cada $100 de las ventas de las marcas. En la mayoría de los casos de las promociones realizadas por el banco o el shopping, la marca es la que enfrenta una gran parte del descuento promocionado por las tarjetas o centro comercial.
Finalmente, los gastos de ocupación y los costos financieros se ven potenciados por el uso de las promociones ya que tanto los gastos de alquiler, el fondo de publicidad, el arancel por tarjetas, y la tasa de aceleración, se pagan sobre el total facturado previo descuento. A esto se le suman los costos por el mantenimiento de una sobreestructura administrativa, es decir, el mantenimiento de una cantidad de empleados y recursos para los días de promoción que se encuentran parcialmente ociosos durante el resto del tiempo.
EL OTRO MERCADO
No muy lejos de shoppings y de centros comerciales urbanos, en una zona lindante con la capital del país, aunque bastante postergada en su infraestructura, se levanta el mayor centro de ventas de la Argentina, y uno de los más grandes de Latinoamérica: La Salada, nacida hace más de 20 años en el barrio de Ingeniero Budge, partido bonaerense de Lomas de Zamora. Sobre la orilla del Riachuelo, un predio ocupa unas 20 hectáreas próximas al Puente La Noria, y allí La Salada funciona en galpones propios, con un modelo de gestión y organización estudiado y copiado en distintos países. Cuenta con 30 mil puestos de venta, que generan alrededor de 12 empleos directos cada uno -entre taller, transporte y atención al público- y una cantidad aún mayor, cercana al millón, de empleos indirectos, vinculados con transporte, mantenimiento, limpieza, seguridad, y venta de comidas y bebidas, entre otros. Uno de los personajes más exóticos y a la vez más polémicos es su administrador, Jorge Castillo. Con él fuimos a dialogar.
-¿Por qué es tan barata la ropa en La Salada en comparación con shoppings y comercios?
- Porque la ganancia que se tiene por cada prenda va de $2 a $4.
-¿No es muy poco?
- No, porque el que vende es el propio productor que compra la tela, la confecciona y la comercializa directo al público. Vende mil prendas promedio por feria; hay unas nueve ferias por mes, eso da una ganancia de $27.000, a la cual hay que descontar el pago del monotributo y otros impuestos.
Sin saberlo Castillo, la lógica de La Salada se acerca bastante al ideal kirchneris-ta del mercado interno: precios accesibles, alta demanda, y ganancias empresarias por mayor venta antes que por mayores precios. El administrador del centro comercial más grande del país explica que "todos los que venden en La Salada, conforman alguna empresa familiar".
SUPER M
Los valores de La Salada contrastan fuertemente con los de cualquier comercio del ramo. Una remera allí cuesta de $15 a $20, cuando en cualquier lado cotiza entre $75 y $100, sin entrar en marcas premium. Un jean se paga de $35 a $60, mientras que los comercios tradicionales no baja de $170. Y una camisa se puede encontrar por no más de $40, muchos menos que los $150 que se abona en cualquier tienda. "Comprar en La Salada cuesta el 20%, o cinco veces menos, de lo que se gastaría en cualquier shopping o centro comercial".
¿Cómo es la estructura de costos en La Salada? Para compararlo con el informe de Pro Tejer, donde por cada $100 del valor de la ropa al público, la industria se queda con $20, la marca con otros $20, el Estado con $25 y los shoppings y los bancos con los $35 restantes, en La Salada, el vendedor se queda con $70 por cada $100 de venta al público, los impuestos representan $20, y la tela significa otros $10. Acá es preciso tener en cuenta que el margen del vendedor, incluye su ganancia como productor y confeccionador del producto que, a diferencia de lo que sucede con la ropa de marca, donde participan tres eslabones, acá es todo uno solo.
"Acá, el problema de pagar la ropa tan cara en cualquier shopping o comercio es culpa del intermediario que está pasado de rosca. Viven robándonos, sino ¿cómo se justifica que la misma prenda que en Estados Unidos cuesta $100, acá sale $620? ¿Cómo puede ser tanta diferencia? No es la carga impositiva del Gobierno, que es de 25 por ciento, la que encarece los productos. Está claro que hay un abuso por parte de los comerciantes y de los empresarios", afirma Castillo.
La Salada ha sobrevivido durante más de dos décadas, aun con el peso encima del dedo acusador de que en sus puestos se lava dinero, se venden artículos robados, se falsifica, se evaden impuestos, se comercializa ropa fabricada en talleres clandestinos con trabajadores esclavos. "Cuando hablan de los talleres clandestinos, jamás se allanó un taller que trabaje para La Salada, y sí sucedió con las grandes marcas -como Kosiuko-. Acá se pagan más de $4 millones de impuestos por año. Si fuese verdad algo de todo lo que se dice, estaría preso", subraya Castillo.
Destaca que "la venta directa del productor al consumidor, que propicia La Salada, pone en evidencia que lo que encarece el precio final de los artículos es el afán de lucro desmedido de ciertos eslabones intermedios de la cadena y el peso del marketing y branding de las marcas líderes".
"Esos intereses son los que están detrás del discurso que denunciamos, y que niegan deliberadamente lo que la feria representa: un formidable mecanismo de inclusión, que permite trabajar, emprender, crecer y capacitarse a un sector muy dinámico y diverso de nuestra población, en sintonía con la etapa de recuperación del mercado interno que vive el país", sostiene Castillo. El eslabón oculto de la cadena. –
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