Los universitarios ingleses están condenados a un futuro de deudas astronómicas y remuneraciones congeladas en un mercado laboral anémico. El costo de sus estudios se triplicó. Hay entre 20 y 50 solicitantes de empleo por cada plaza.
Por Marcelo Justo
La libra no deja a salvo de la austeridad a los británicos. A pesar de que no tienen el chaleco de fuerza del euro, los universitarios están condenados a un futuro de deudas astronómicas y remuneraciones congeladas en un mercado laboral anémico. Según Totaljobs.com, una página web laboral, hay entre 20 y 50 solicitantes por cada plaza en una economía famélica. Mientras tanto, el ajuste aplicado por la Coalición Conservadora-Liberal demócrata para salir del déficit fiscal es benigno con los más ricos. El Tesoro británico reconoció ayer que alrededor de un 30 por ciento de los millonarios no paga el 40 por ciento de impuestos a los ingresos y un 6 por ciento, que gana más de 10 millones de libras anuales de ingresos, tributa menos de un 10 por ciento.
Los universitarios están en una galaxia diferente. La matrícula de ingreso en septiembre costará 9 mil libras (unos 15 mil dólares), tres veces más que el año pasado. La cuenta final que enfrentan al terminar los tres años que suele llevar una licenciatura para la mayoría de las carreras se elevará a un equivalente de entre 60 y 90 mil dólares, financiados con un préstamo del gobierno que deberán pagar a medida que sus ingresos superen las 20 mil libras anuales.
Con la crisis actual el problema es doble. El desempleo nacional es del 8,7 por ciento: un millón de desocupados tienen entre 16 y 24 años. Para los afortunados que consiguen un trabajo, la licenciatura no es garantía de un salto cualitativo en los ingresos. Según el Income Data Service, que mide los ingresos a nivel nacional, el salario promedio de un egresado es de 25 mil libras anuales antes de pagar impuestos, el más bajo desde 2003. Con el pago de la deuda, sumado al valor de las propiedades (en Londres es casi imposible pagar menos de 200 mil libras por un departamento de dos ambientes) pocos podrán cumplir en su juventud con los requisitos cada vez más estrictos de los bancos para otorgar préstamos hipotecarios. Según el Higher Education Funding Council, el impacto ya se siente en las universidades. El número de solicitudes de ingreso descenderá este año en un 10 por ciento: en muchas carreras, como las de humanidades y artes, el descenso será más pronunciado.
Si Londres es de lejos el lugar más caro, es también el que ofrece mejores oportunidades laborales. En Gales las vacantes laborales han caído en un 17 por ciento con la crisis; en Escocia, un 18 por ciento; en el Noreste de Inglaterra la competencia por el mismo puesto se parece a una carnicería: el promedio es de 23 solicitudes por vacante. “Esto desmiente el discurso oficial de que hay muchos trabajos. En el noreste del país el problema son los despidos masivos del sector público”, señala el secretario general de la TUC, la central obrera inglesa, Brendan Barber. La cosa va a empeorar. El plan de austeridad del gobierno, anunciado en 2010, está cobrando ímpetu ahora: se calcula que más de medio millón de empleos se perderán en el sector estatal en los próximos tres años.
No a todos les va mal. La última encuesta de la Confederación de la Industria Británica muestra que reina el optimismo en el sector financiero gracias a un crecimiento sostenido en los últimos siete meses. Entre los millonarios se respira un ambiente de laxa felicidad. En el presupuesto de fines de marzo el gobierno les bajó su carga impositiva de un 50 a un 45 por ciento. Según los últimos datos del Tesoro Británico muchos no pagan ni una cuarta parte de ese monto. El intento oficial de cerrar el atajo de las deducciones impositivas filantrópicas está por quedar en la nada ante la presión y protesta de los dos miembros de la coalición, los conservadores y los liberal demócratas. Y de combatir los métodos serios de evadir impuestos, como los paraísos fiscales, ni se habla.
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