Raul Pont, uno de los fundadores, junto a Lula, del PT brasileño. Es amigo de la presidenta Dilma Rousseff. Habló de los medios y de los puntos más importantes para profundizar un modelo de país.
Por Jorge Repiso
Raul Pont pasó por Buenos Aires. El dirigente brasileño, uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores, llegó invitado por la Asociación Mariano Moreno para un seminario sobre democracia participativa. Dirigente nacional, ex intendente de Porto Alegre, ex diputado y hoy legislador por Rio Grande do Sul, Pont es profesor de teoría política y se dedica, también, al partido que dio a luz hace tres décadas junto con su amigo Luiz Inácio “Lula” da Silva, el PT. Sus escritos sobre cómo llevar adelante estrategias de gobierno, desde la izquierda, y la experiencia acumulada, son suficientes para que un auditorio escuche y pregunte.
–¿Es posible que hoy gobierne otro partido en Brasil?
–Dejemos en claro que éste es un gobierno de coalición. El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) tiene un gran peso y hay estados donde están en contra del gobierno.
–¿Lula es la figura omnipresente aun fuera de Brasilia?
–Pesó mucho en la elección pasada y hasta en la composición de gobierno. Su liderazgo dentro del partido es muy fuerte y es una influencia. Habrá elecciones municipales en 2012. Lula mantiene su presencia, pero Dilma tiene personalidad propia y mucha.
–¿Dónde conoció a Rousseff?
–De la lucha estudiantil en los años ‘60. Estuvimos en organizaciones clandestinas y paralelas pero teníamos contacto, principalmente, después de su paso por la cárcel. Yo también estuve preso en esa época y la conocí porque venía a visitar a su compañero. Una vez libres mantuvimos un proyecto común para conseguir la amnistía política. Luchamos por la libertad de presos políticos y el retorno al multipartidismo. La izquierda siempre fue muy reprimida en mi país. El Partido Comunista tuvo hasta el año 1980 sólo un año de legalidad.
–¿Cómo fue la dictadura?
–Entendimos que la dictadura fue más estatizadora que los gobiernos de Getulio Vargas y João Goulart juntos. Hubo un plan de potenciar el país y eso tuvo consecuencias materiales importantes, incluso, una nueva clase obrera. Esa clase que Lula expresó muy bien en São Bernardo do Campo, centro industrial paulista. Junto con las grandes universidades, estaban creadas las condiciones para que él creciera.
–Hábleme de Dilma.
–Siempre fue muy reconocida por su capacidad de trabajo, tenacidad y concentración.
–Pero varios ministros fueron eyectados. ¿En qué se falló?
–Es el precio de la coalición, fueron ministros que salieron de otros partidos. La mayoría escogió organizar una gobernabilidad tradicional para tener mayoría en las cámaras. En los estados, probamos que era posible gobernar con minorías y tener legitimidad. El sistema electoral es gran instrumento de corrupción porque no está montado en los partidos. Dilma accionó rápido cuando se probaba cada denuncia de corrupción.
–Según una encuesta, hay gente que desea la vuelta de Lula en perjuicio de una reelección de Dilma.
–Él es un tipo con una relación popular muy cercana. Si a ella le pedís una opinión, te va a sacar datos y estadísticas, es muy racional. Lula, en cambio, hace una broma, habla de fútbol y pregunta por tu familia. Debe pasar por ahí.
–Después de tres gobiernos, ¿es el Brasil que soñaron?
–Hubo mejoras en muchos aspectos de la vida en un país más republicano y se está rompiendo con veinte años de neoliberalismo. Pero no democratizamos la comunicación ni alcanzamos a hacer la reforma tributaria, ni el código ambiental. Recuperamos un mínimo por la memoria por la dictadura, pero no hay ni un militar encarcelado.
–¿Es posible que hoy gobierne otro partido en Brasil?
–Dejemos en claro que éste es un gobierno de coalición. El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) tiene un gran peso y hay estados donde están en contra del gobierno.
–¿Lula es la figura omnipresente aun fuera de Brasilia?
–Pesó mucho en la elección pasada y hasta en la composición de gobierno. Su liderazgo dentro del partido es muy fuerte y es una influencia. Habrá elecciones municipales en 2012. Lula mantiene su presencia, pero Dilma tiene personalidad propia y mucha.
–¿Dónde conoció a Rousseff?
–De la lucha estudiantil en los años ‘60. Estuvimos en organizaciones clandestinas y paralelas pero teníamos contacto, principalmente, después de su paso por la cárcel. Yo también estuve preso en esa época y la conocí porque venía a visitar a su compañero. Una vez libres mantuvimos un proyecto común para conseguir la amnistía política. Luchamos por la libertad de presos políticos y el retorno al multipartidismo. La izquierda siempre fue muy reprimida en mi país. El Partido Comunista tuvo hasta el año 1980 sólo un año de legalidad.
–¿Cómo fue la dictadura?
–Entendimos que la dictadura fue más estatizadora que los gobiernos de Getulio Vargas y João Goulart juntos. Hubo un plan de potenciar el país y eso tuvo consecuencias materiales importantes, incluso, una nueva clase obrera. Esa clase que Lula expresó muy bien en São Bernardo do Campo, centro industrial paulista. Junto con las grandes universidades, estaban creadas las condiciones para que él creciera.
–Hábleme de Dilma.
–Siempre fue muy reconocida por su capacidad de trabajo, tenacidad y concentración.
–Pero varios ministros fueron eyectados. ¿En qué se falló?
–Es el precio de la coalición, fueron ministros que salieron de otros partidos. La mayoría escogió organizar una gobernabilidad tradicional para tener mayoría en las cámaras. En los estados, probamos que era posible gobernar con minorías y tener legitimidad. El sistema electoral es gran instrumento de corrupción porque no está montado en los partidos. Dilma accionó rápido cuando se probaba cada denuncia de corrupción.
–Según una encuesta, hay gente que desea la vuelta de Lula en perjuicio de una reelección de Dilma.
–Él es un tipo con una relación popular muy cercana. Si a ella le pedís una opinión, te va a sacar datos y estadísticas, es muy racional. Lula, en cambio, hace una broma, habla de fútbol y pregunta por tu familia. Debe pasar por ahí.
–Después de tres gobiernos, ¿es el Brasil que soñaron?
–Hubo mejoras en muchos aspectos de la vida en un país más republicano y se está rompiendo con veinte años de neoliberalismo. Pero no democratizamos la comunicación ni alcanzamos a hacer la reforma tributaria, ni el código ambiental. Recuperamos un mínimo por la memoria por la dictadura, pero no hay ni un militar encarcelado.
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