Por Soledad Lofredo
Qué hecho o razón provoca que 137 personas –la mitad sin experiencia alguna en montar a caballo ni encontrarse cara a cara con precipicios– cruce los Andes?
El 7 de febrero pasado, en Buenos Aires, el gobernador sanjuanino José Luis Gioja estaba presente cuando la presidenta Cristina Fernández habló de Malvinas, de desclasificar el Informe Rattenbach, de revisar la Historia, pero en serio.
Ese mismo día, en su provincia, comenzó la 8ª edición del cruce sanmartiniano de los Andes por Valle Hermoso, la verdadera ruta por donde pasó el Libertador con su ejército. No fue casual. Ese mismo día, pero en 1817, San Martín pudo cruzar los Andes.
Llegar a la verdad de la historia reviviendo esa travesía es el mejor homenaje.
Pocas horas después de haber cruzado, San Martín escribía: “El tránsito sólo de la sierra ha sido un triunfo. Por un camino de cien leguas, cruzado por eminencias escarpadas, desfiladeros, travesías, profundas angosturas, cortado por cuatro cordilleras, en fin donde lo fragoso del piso se disputa con la rigidez del temperamento. Tal es el camino de Los Patos que hemos traído”.
El camino elegido por los organizadores del cruce desde hace ocho años es el mismo que eligió el General para llegar a Chacabuco. Claro que los límites como los conocemos hoy no existían, y antes algunas regiones, ríos, puntos estratégicos, llevaban otros nombres. Por ejemplo, el Valle de Los Patos era también conocido como La Horqueta. Otros lugares fueron nombrados después de la gesta. Además, esa geografía sanjuanina y a diferencia del resto del país, cuenta con la particularidad de estar constituida por dos cordones montañosos. El historiador Edgardo Mendoza y el mayor Claudio Monachesi iniciaron la tarea de revisar informes de la época y mapa tras mapa. Así llegaron a la verdadera ruta que condujo a San Martín, una de las seis que había elegido para sorprender al enemigo. “El primer cordón, El Espinacito, tiene más de 4.800 metros. Al superarlo, el Ejército de los Andes había alcanzado la mayor altitud de toda la travesía. Traspasado, se llega al inmenso valle de Los Patos, el segundo cordón de la Cordillera, divisoria de aguas que implica el límite entre Argentina y Chile”, cuentan.
San Martín había podido estudiar el terreno a transitar, pero hasta que no estuvo ahí no supo con qué se enfrentaba. 5.400 hombres se preparaban a su manera. Los expedicionarios hacemos lo propio: abrigo, cubiertos y toallitas para bebé abundan. En el aeropuerto de San Juan rebalsa la gente con mochilas cargadas hasta el tope de donde sobresalen aislantes, bolsas de dormir en las manos y caras de impaciencia. Después del viaje en avión, ese vértigo, ese instante de adrenalina, el pasar entre las nubes, se repetirá infinitas veces.
Al día siguiente, el 8, Gioja llegó a San Juan y, junto al embajador chileno en Argentina, Adolfo Zaldívar, dio una conferencia de prensa. Todos los medios sanjuaninos se hacen presentes queriéndonos hacer notas a nosotros, que también somos la prensa, pero ahora nos llamamos expedicionarios. El gobernador saluda y al instante grita que San Martín fue el verdadero padre de la Patria. "Esto no es turismo aventura", se exalta y mueve las manos, "esto es reivindicar la gesta sanmartiniana". "Las Malvinas son, fueron y serán argentinas", repite a lo largo del día. Efusión e incertidumbre ganan en donde estemos. El cura de la capital sanjuanina nos bendice, y la Virgen del Carmen del Cuyo nos llega en forma de estampita, de colgante, de amuleto. Se sabe que no va a ser nada fácil. Algunos bromean con que nos dan la extremaunción.
Para la misma época, San Martín tenía todos los recursos para emprender su viaje, pero sin olvidarse de la condición más importante: "El respeto a la montaña", afirman Monachesi y Mendoza. "La cordillera no podía cruzarse en cualquier momento, sólo estaba abierta de tres a cinco meses por año. Cuando la temporada era benigna, esos tiempos eran de noviembre a marzo. Si el año era muy desapacible el plazo se reducía a tres meses e intentar algo fuera de tiempo era la muerte segura. El frío, la nieve y el viento exigían la mayor prudencia".
Los organizadores del viaje resaltan todo el tiempo de que esto no es turismo, sino una travesía. "Recorrer el camino para lograr liberar al país de una potencia extranjera" era la consigna antes, y se empieza a comparar con la actualidad. "Que esto nos sirva de ejemplo, porque todos vamos a tener que hacer un cruce en algún momento de nuestras vidas", resalta el jefe de Regimiento de Infantería de Montaña 22 Luis María Bordet. Y nos explica las seis columnas, los seis cruces: de El Plumerillo salieron las dos columnas principales y al día siguiente llegaron a El Jagüel y se separaron. La principal estaba comandada por el Libertador y se dirigió hacia el paso de Los Patos (sur de San Juan) para cruzar la Cordillera; Las Heras conduce la columna secundaria que, yendo hacia Mendoza, toma el camino más directo: Villavicencio, Uspallata. Su lugarteniente, Enrique Martínez, había tenido una contienda con los realistas en Picheuta, pero luego alcanzó a Las Heras. Otra de las columnas auxiliares (centro de Mendoza) bajo las órdenes del comandante José Lemos atravesó la cordillera por el paso del Portillo con sus Blandengues de la Frontera; una cuarta columna (sur de Mendoza) bajo las órdenes del capitán chileno Ramón Freire cruzó por el paso del Planchón. Por La Rioja pasó otro destacamento al frente de los coroneles Zelada y Dávila que atraviesan la cordillera por el boquete de Comecaballos. La última columna, ala norte, era la conducida por el coronel Bautista Cabot, salió de San Juan, pasó por Pismanta y cruzó por Aguas Negras.
Nuestro camino es el del Libertador. El regimiento de Gendarmería 26 de Barreal que nos asistirá durante el viaje, nos explica el camino: en el día uno, desde los 1.700 metros de altura de Barreal iremos a Manantiales, a 3.100 metros, pasaremos las Trincheras de Soler, a 3.400 metros, y dormiremos en Alto de las Frías, a 3.600 metros sobre el nivel del mar. En el día dos, pasaremos por el punto más alto de la expedición, el portezuelo del Espinacito, a 4.825 metros de altura hasta bajar al refugio Ingeniero Sardina, a 2.900. El día tres, crucial, llegaremos al Paso Valle Hermoso, a 3.500 metros de altura. Ese es el punto, el límite con la República de Chile. Luego, el "repliegue", para nosotros la vuelta.
"El haber compartido durante más de dos siglos una historia en común, logró una hermandad muy particular entre los chilenos y los cuyanos", cuenta el historiador Mendoza. "Estos vínculos durante la lucha por la independencia se fueron fortaleciendo aún más concibiendo la patriada que emprendieron y llevaron a término todos juntos". "Los hombres y mujeres de la generación de la Independencia tenían muy claro que las Provincias Unidas del Río de la Plata y Chile eran dos futuras naciones, con perfiles bien marcados pero respetuosas de las relaciones entre ambos pueblos. Estaban dispuestos a ayudar en todo lo posible. Sólo esperaban una orden; un gesto para levantarse en armas contra el dominador español. Sus ojos y esperanza estaban puestos al este de la cordillera de los Andes", afirma el Mayor Monachesi.
Ahí vamos. Todos los expedicionarios con un caballo, una mula, una yegua, según la experiencia. El grito de "Viva la Patria, viva Chile y Argentina" estará presente todo el camino, cuando haga falta fuerza, cuando se llegue a un punto cumbre, cuando estemos solos pensando y se venga un sentimiento y nos acordemos de esa frase y sintamos la necesidad de repetirla y compartirla.
A lo largo de los días, el animal pasará por precipicios, pisando piedras sueltas, ríos, nieve. Después nos enteraremos que sobre el lomo todos pensábamos lo mismo: ¿Cómo hizo San Martín, su ejército, para hacer todo esto, y al final, luchar y triunfar? ¿Cuántas veces se habrán caído? Pero si hay una fórmula que no falla en la montaña es pensar siempre en el presente, con ansiedades y sospechas, pero sin dejar de prestarle atención al camino que estamos recorriendo. Porque no se puede admirar la belleza del paisaje sin pensar en la dificultad que lo contiene. "La mula sabe lo que hace" será otra de las frases que más se repitan a lo largo de la travesía. La cola del animal será, muchas veces, el paisaje que elijamos (el vértigo también logra su cometido). Meter los pies en el agua de deshielo, aunque sea un segundo por la temperatura aterradora, será una de las satisfacciones más grandes que completará la trilogía junto al charqui –carne deshidratada y salada– y el mate hirviendo. Quitarse y ponerse ropa será algo tedioso pero realmente efectivo, porque la temperatura cambia todo el tiempo. El paisaje común también ofrecerá gente apunada y deshidratada. E historias –la propia y la del país– que se entremezclan en los descansos, en los almuerzos de pedazos de jamón, salame, queso, y mucha agua de los arroyos con gusto a tierra, pero tomada como el mayor de los elixires del mundo todo. "Virgencita de Cuyo, mi Patrona y Generala" se escuchará tararear en los caminos más dificultuosos.
El 7 de febrero pasado, en Buenos Aires, el gobernador sanjuanino José Luis Gioja estaba presente cuando la presidenta Cristina Fernández habló de Malvinas, de desclasificar el Informe Rattenbach, de revisar la Historia, pero en serio.
Ese mismo día, en su provincia, comenzó la 8ª edición del cruce sanmartiniano de los Andes por Valle Hermoso, la verdadera ruta por donde pasó el Libertador con su ejército. No fue casual. Ese mismo día, pero en 1817, San Martín pudo cruzar los Andes.
Llegar a la verdad de la historia reviviendo esa travesía es el mejor homenaje.
Pocas horas después de haber cruzado, San Martín escribía: “El tránsito sólo de la sierra ha sido un triunfo. Por un camino de cien leguas, cruzado por eminencias escarpadas, desfiladeros, travesías, profundas angosturas, cortado por cuatro cordilleras, en fin donde lo fragoso del piso se disputa con la rigidez del temperamento. Tal es el camino de Los Patos que hemos traído”.
El camino elegido por los organizadores del cruce desde hace ocho años es el mismo que eligió el General para llegar a Chacabuco. Claro que los límites como los conocemos hoy no existían, y antes algunas regiones, ríos, puntos estratégicos, llevaban otros nombres. Por ejemplo, el Valle de Los Patos era también conocido como La Horqueta. Otros lugares fueron nombrados después de la gesta. Además, esa geografía sanjuanina y a diferencia del resto del país, cuenta con la particularidad de estar constituida por dos cordones montañosos. El historiador Edgardo Mendoza y el mayor Claudio Monachesi iniciaron la tarea de revisar informes de la época y mapa tras mapa. Así llegaron a la verdadera ruta que condujo a San Martín, una de las seis que había elegido para sorprender al enemigo. “El primer cordón, El Espinacito, tiene más de 4.800 metros. Al superarlo, el Ejército de los Andes había alcanzado la mayor altitud de toda la travesía. Traspasado, se llega al inmenso valle de Los Patos, el segundo cordón de la Cordillera, divisoria de aguas que implica el límite entre Argentina y Chile”, cuentan.
San Martín había podido estudiar el terreno a transitar, pero hasta que no estuvo ahí no supo con qué se enfrentaba. 5.400 hombres se preparaban a su manera. Los expedicionarios hacemos lo propio: abrigo, cubiertos y toallitas para bebé abundan. En el aeropuerto de San Juan rebalsa la gente con mochilas cargadas hasta el tope de donde sobresalen aislantes, bolsas de dormir en las manos y caras de impaciencia. Después del viaje en avión, ese vértigo, ese instante de adrenalina, el pasar entre las nubes, se repetirá infinitas veces.
Al día siguiente, el 8, Gioja llegó a San Juan y, junto al embajador chileno en Argentina, Adolfo Zaldívar, dio una conferencia de prensa. Todos los medios sanjuaninos se hacen presentes queriéndonos hacer notas a nosotros, que también somos la prensa, pero ahora nos llamamos expedicionarios. El gobernador saluda y al instante grita que San Martín fue el verdadero padre de la Patria. "Esto no es turismo aventura", se exalta y mueve las manos, "esto es reivindicar la gesta sanmartiniana". "Las Malvinas son, fueron y serán argentinas", repite a lo largo del día. Efusión e incertidumbre ganan en donde estemos. El cura de la capital sanjuanina nos bendice, y la Virgen del Carmen del Cuyo nos llega en forma de estampita, de colgante, de amuleto. Se sabe que no va a ser nada fácil. Algunos bromean con que nos dan la extremaunción.
Para la misma época, San Martín tenía todos los recursos para emprender su viaje, pero sin olvidarse de la condición más importante: "El respeto a la montaña", afirman Monachesi y Mendoza. "La cordillera no podía cruzarse en cualquier momento, sólo estaba abierta de tres a cinco meses por año. Cuando la temporada era benigna, esos tiempos eran de noviembre a marzo. Si el año era muy desapacible el plazo se reducía a tres meses e intentar algo fuera de tiempo era la muerte segura. El frío, la nieve y el viento exigían la mayor prudencia".
Los organizadores del viaje resaltan todo el tiempo de que esto no es turismo, sino una travesía. "Recorrer el camino para lograr liberar al país de una potencia extranjera" era la consigna antes, y se empieza a comparar con la actualidad. "Que esto nos sirva de ejemplo, porque todos vamos a tener que hacer un cruce en algún momento de nuestras vidas", resalta el jefe de Regimiento de Infantería de Montaña 22 Luis María Bordet. Y nos explica las seis columnas, los seis cruces: de El Plumerillo salieron las dos columnas principales y al día siguiente llegaron a El Jagüel y se separaron. La principal estaba comandada por el Libertador y se dirigió hacia el paso de Los Patos (sur de San Juan) para cruzar la Cordillera; Las Heras conduce la columna secundaria que, yendo hacia Mendoza, toma el camino más directo: Villavicencio, Uspallata. Su lugarteniente, Enrique Martínez, había tenido una contienda con los realistas en Picheuta, pero luego alcanzó a Las Heras. Otra de las columnas auxiliares (centro de Mendoza) bajo las órdenes del comandante José Lemos atravesó la cordillera por el paso del Portillo con sus Blandengues de la Frontera; una cuarta columna (sur de Mendoza) bajo las órdenes del capitán chileno Ramón Freire cruzó por el paso del Planchón. Por La Rioja pasó otro destacamento al frente de los coroneles Zelada y Dávila que atraviesan la cordillera por el boquete de Comecaballos. La última columna, ala norte, era la conducida por el coronel Bautista Cabot, salió de San Juan, pasó por Pismanta y cruzó por Aguas Negras.
Nuestro camino es el del Libertador. El regimiento de Gendarmería 26 de Barreal que nos asistirá durante el viaje, nos explica el camino: en el día uno, desde los 1.700 metros de altura de Barreal iremos a Manantiales, a 3.100 metros, pasaremos las Trincheras de Soler, a 3.400 metros, y dormiremos en Alto de las Frías, a 3.600 metros sobre el nivel del mar. En el día dos, pasaremos por el punto más alto de la expedición, el portezuelo del Espinacito, a 4.825 metros de altura hasta bajar al refugio Ingeniero Sardina, a 2.900. El día tres, crucial, llegaremos al Paso Valle Hermoso, a 3.500 metros de altura. Ese es el punto, el límite con la República de Chile. Luego, el "repliegue", para nosotros la vuelta.
"El haber compartido durante más de dos siglos una historia en común, logró una hermandad muy particular entre los chilenos y los cuyanos", cuenta el historiador Mendoza. "Estos vínculos durante la lucha por la independencia se fueron fortaleciendo aún más concibiendo la patriada que emprendieron y llevaron a término todos juntos". "Los hombres y mujeres de la generación de la Independencia tenían muy claro que las Provincias Unidas del Río de la Plata y Chile eran dos futuras naciones, con perfiles bien marcados pero respetuosas de las relaciones entre ambos pueblos. Estaban dispuestos a ayudar en todo lo posible. Sólo esperaban una orden; un gesto para levantarse en armas contra el dominador español. Sus ojos y esperanza estaban puestos al este de la cordillera de los Andes", afirma el Mayor Monachesi.
Ahí vamos. Todos los expedicionarios con un caballo, una mula, una yegua, según la experiencia. El grito de "Viva la Patria, viva Chile y Argentina" estará presente todo el camino, cuando haga falta fuerza, cuando se llegue a un punto cumbre, cuando estemos solos pensando y se venga un sentimiento y nos acordemos de esa frase y sintamos la necesidad de repetirla y compartirla.
A lo largo de los días, el animal pasará por precipicios, pisando piedras sueltas, ríos, nieve. Después nos enteraremos que sobre el lomo todos pensábamos lo mismo: ¿Cómo hizo San Martín, su ejército, para hacer todo esto, y al final, luchar y triunfar? ¿Cuántas veces se habrán caído? Pero si hay una fórmula que no falla en la montaña es pensar siempre en el presente, con ansiedades y sospechas, pero sin dejar de prestarle atención al camino que estamos recorriendo. Porque no se puede admirar la belleza del paisaje sin pensar en la dificultad que lo contiene. "La mula sabe lo que hace" será otra de las frases que más se repitan a lo largo de la travesía. La cola del animal será, muchas veces, el paisaje que elijamos (el vértigo también logra su cometido). Meter los pies en el agua de deshielo, aunque sea un segundo por la temperatura aterradora, será una de las satisfacciones más grandes que completará la trilogía junto al charqui –carne deshidratada y salada– y el mate hirviendo. Quitarse y ponerse ropa será algo tedioso pero realmente efectivo, porque la temperatura cambia todo el tiempo. El paisaje común también ofrecerá gente apunada y deshidratada. E historias –la propia y la del país– que se entremezclan en los descansos, en los almuerzos de pedazos de jamón, salame, queso, y mucha agua de los arroyos con gusto a tierra, pero tomada como el mayor de los elixires del mundo todo. "Virgencita de Cuyo, mi Patrona y Generala" se escuchará tararear en los caminos más dificultuosos.
En el hito. Los caballos galoparon con todas sus fuerzas. Gioja con la bandera argentina en la mano, Zaldívar con la chilena, y los más de 130 expedicionarios llegamos al encuentro con los hermanos chilenos, que hicieron el mismo camino que nosotros pero desde su país.
El acto en donde se conmemoró la victoria de Chacabuco, fue un momento crucial. El embajador chileno fue contundente: "El general O'Higgins y el general San Martín se unieron para consolidar la libertad argentina, dársela a Chile y al Perú y con ello dieron un tremendo ejemplo. Desde esta tierra, de una vez por todas, dejaron en claro que la libertad y la independencia es lo que se busca y no el colonialismo de ninguna especie. Eso es lo que nos debe inspirar".
Gioja lo resignificó en una causa común: "Gracias a los amigos chilenos por la solidaridad, porque también hoy aquí América latina está peleando por la soberanía de las Islas Malvinas, que fueron, son y serán de América latina y de la Argentina".
Fueron cantados los himnos, fue cantada, también, la marcha peronista y "Hasta Siempre", la canción dedicada al Che. La falta de aire, las lágrimas primero y luego las carcajadas no se hicieron esperar.
El camino de vuelta es de reflexión. Se habla poco, todavía quedan gestos en las caras como recuerdos. El juez Abel Fleming, actual secretario general de la Federación Latinoamericana de Magistrados, me pregunta qué fue lo que más me impactó. Todavía no sé qué responderle. Le preguntó lo mismo. "Los hemanos chilenos que nos encontramos en la cordillera son iguales a nosotros. Todavía no puedo entender cómo fue que llegamos a estar al borde de una guerra". Nos quedamos pensando, el silencio sigue.
El cruce de los Andes no es para nada una experiencia individual. No vale de nada hacerse el San Martín: hay que sentirse sanmartiniano. El cruce de los Andes es una experiencia colectiva, solidaria y de amor por Latinoamérica.
Cuando llegamos a la capital de San Juan, los vendedores de aceite nos preguntan cuánto sale hacer un viaje así. Y yo qué se, realmente no tuvo precio.
El acto en donde se conmemoró la victoria de Chacabuco, fue un momento crucial. El embajador chileno fue contundente: "El general O'Higgins y el general San Martín se unieron para consolidar la libertad argentina, dársela a Chile y al Perú y con ello dieron un tremendo ejemplo. Desde esta tierra, de una vez por todas, dejaron en claro que la libertad y la independencia es lo que se busca y no el colonialismo de ninguna especie. Eso es lo que nos debe inspirar".
Gioja lo resignificó en una causa común: "Gracias a los amigos chilenos por la solidaridad, porque también hoy aquí América latina está peleando por la soberanía de las Islas Malvinas, que fueron, son y serán de América latina y de la Argentina".
Fueron cantados los himnos, fue cantada, también, la marcha peronista y "Hasta Siempre", la canción dedicada al Che. La falta de aire, las lágrimas primero y luego las carcajadas no se hicieron esperar.
El camino de vuelta es de reflexión. Se habla poco, todavía quedan gestos en las caras como recuerdos. El juez Abel Fleming, actual secretario general de la Federación Latinoamericana de Magistrados, me pregunta qué fue lo que más me impactó. Todavía no sé qué responderle. Le preguntó lo mismo. "Los hemanos chilenos que nos encontramos en la cordillera son iguales a nosotros. Todavía no puedo entender cómo fue que llegamos a estar al borde de una guerra". Nos quedamos pensando, el silencio sigue.
El cruce de los Andes no es para nada una experiencia individual. No vale de nada hacerse el San Martín: hay que sentirse sanmartiniano. El cruce de los Andes es una experiencia colectiva, solidaria y de amor por Latinoamérica.
Cuando llegamos a la capital de San Juan, los vendedores de aceite nos preguntan cuánto sale hacer un viaje así. Y yo qué se, realmente no tuvo precio.
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