jueves, 24 de mayo de 2012

UNASUR Y LAS MALVINAS COMO BANDERA

La postura del bloque regional sobre cerrar sus puertos a los buques isleños tiene como objetivo que la agenda de la descolonización y la integridad territorial ganen posiciones diplomáticas a nivel global.

Por Emiliano Guido
Esta semana, Latinoamérica volvió a hablar sobre la problemática del bloqueo comercial. Y, extrañamente, la noticia no estuvo vinculada al histórico cerco económico de Estados Unidos contra Cuba sino, según acusaciones británicas, a la hostilidad que ejerce la Argentina y los países suramericanos “contra los habitantes” de las Islas Malvinas. “Las Argentina busca intimidar a una población civil inocente a través de la presión económica” fueron las palabras exactas del canciller del Reino Unido William Hague cuando advirtió, erróneamente, que los países del Mercosur habían dado marcha atrás con la decisión de cerrar sus costas a las naves con pabellón malvinense.
En definitiva, Londres invierte la carga de prueba y sale a la defensa de un pueblo agredido en su derecho de auto-determinación pero, por supuesto, comete varias omisiones. Aunque, de acuerdo a los intereses del bloque regional suramericano, hay un punto central que desploma el relato británico. En las islas del Atlántico Sur no habita meramente, como intenta instalar la propaganda británica, un pacífico pueblo dedicado a la cría de ovejas, sino que esta erigida la inquietante base militar de Mount Pleasant, que es una de las ocho más importantes de un país integrante de la Otan fuera del territorio europeo, aparte de poseer capacidad disuasoria nuclear. Por lo tanto, los países de la Unasur se solidarizaron con la posición argentina no por una actitud revanchista y chauvinista, sino porque entienden que en dicha zona persisten dos anacronismos y dos desafíos geo-políticos: un enclave colonial y una fuerte presencia bélica extra-territorial.
Otro hecho que justifica la convergencia suramericana en la Cuestión Malvinas es que Londres también cuenta con apoyatura regional para mantener su posición en el extremo sur de sus denominados “dieciséis territorios de ultramar”. Es más, el Tratado de Lisboa estable en sus anexos que una serie de territorios de ultramar coloniales pertenecen a la Unión Europea. “Y en ese apartado figuran las Islas Malvinas, las Islas Georgias del Sur y el territorio antártico pretendido por los británicos. Es decir, el máximo estatuto del Viejo Continente afirma que las Islas Malvinas son europeas. Además, en marzo del 2009, la Subcomisión de Seguridad y Defensa del Parlamento Europeo hizo público un documento oficial donde Inglaterra ofrece a sus socios europeos fortificar y consolidar un enorme poder marítimo sobre el Atlántico Sur utilizando como punto de apoyo la base militar que posee en Mount Pleasant”, viene denunciando desde Buenos Aires el Grupo Ulises, una ONG local especializada en temas de defensa.
Y según Alberto Biangardi Delgado, coordinador del Departamento Malvinas del Instituto de Relaciones Internacionales de la Unlp, la reciente posición tomada por los países del Mercosur sobre bloquear sus puertos a los buques con bandera malvinense está más que justificada: “El Reino Unido ha desplegado en Mount Pleasant una fuerza militar integrada por dos mil efectivos que disponen de medios tecnológicos, unidades navales y aéreas de primera generación con el objetivo de controlar militarmente esta área geográfica del planeta. Además, es indudable que el traslado del Comando Naval del Atlántico Sur del Reino Unido desde la isla Ascensión al archipiélago de las Islas Malvinas constituye una hipótesis de conflicto para el subcontinente suramericano”.
Ahora bien, Malvinas no es la única base con presencia militar extraterritorial en el Cono Sur. En la otra punta de la cartografía suramericana, más precisamente en el edénico Mar Caribe, otras pequeñas islas también están fuertemente fortificadas y, en este caso, sus cañones parecerían apuntar hacia Venezuela. En concreto, el Comando Sur norteamericano utiliza las islas de Aruba, Bonaire y Curazao –oficialmente, territorio holandés, y a escasas millas del espacio marítimo venezolano– como portaaviones para así poder controlar una importante ruta marítima, donde el comercio ilegal de drogas, armas y piratería es una constante desde hace siglos. Además, según especialistas como la periodista Eva Golinger: “Desde las islas holandesas, el Pentágono viene incrementando en los últimos años una serie de operaciones bélicas y de guerra psicológica para vulnerar la soberanía territorial del gobierno de Hugo Chávez”. Una denuncia que podrá sonar conspirativa en algunos oídos pero que cobra veracidad si tenemos en cuenta que los países centrales no hacen pie militarmente sólo en los cayos e islotes suramericanos. Dos años atrás, el gobierno de Álvaro Uribe permitió que Washington desembarcara en Colombia con el control de nueve bases militares propias.
En concreto, Unasur acompaña el pedido del Palacio San Martín porque entiende que cualquier conquista diplomática por Malvinas repercutiría favorablemente en otros casos regionales similares. De ahí el tono de declaraciones de jefes de Estado como la del presidente boliviano Evo Morales cuando en un encuentro con un sindicato campesino de mujeres arremetió: “El mundo sabe que en una guerra injusta los ingleses se adueñaron de Malvinas así como, en 1879, transnacionales de Inglaterra con el sector oligárquico chileno nos quitaron el mar”.
Y, claro está, Buenos Aires festeja la solidaridad suramericana porque ayuda a ir horadando la intransigencia británica en los ámbitos internacionales. En ese sentido, el senador oficialista Daniel Filmus lo dijo por estos días mejor que nadie: “En realidad, lo que hay es cierto cerco diplomático, pero a los intereses británicos. En la reunión de la Celac, hasta los países con raíz en el Commonwealth firmaron una declaración que apoyaba el reclamo argentino. Entonces, los avances diplomáticos de nuestro país generan una gran incomodidad a los ingleses porque pasan a ser el centro de la crítica de todos los países del tercer mundo”. Si la política es la continuación de la guerra por otros medios, como afirmaba el semiólogo Michel Foucault, es indudable que la Argentina está ganando una importante batalla por Malvinas.

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