En 1992, Arnaldo Rascovsky, escribía que la tragedia de Edipo arranca con un filicidio. El origen del drama es la orden del rey de matar a su hijo para evitar que se cumplan los terribles vaticinios del oráculo. Orden de la que nunca se arrepentirá y que creerá ejecutada hasta el último instante de su vida. Visto así, decía el pediatra, Edipo es víctima del abandono de sus padres. Sólo un niño a quien envían a morir. ¿Por qué entonces durante tantos años, psicoanálisis mediante, no hemos visto en él más que al victimario, al parricida incestuoso? Tal vez por la misma razón por la que hoy sólo vemos “asesinos con chupete” en los hijos que matan, almas deformes metidas en cuerpos infantiles.
El oráculo de nuestro tiempo también nos ilumina el miedo y pregona la peligrosidad de los hijos de la pobreza. Vaticina nuestras muertes como contraprestación de sus incontenibles nacimientos. Nos inculca la amenaza de su fertilidad devastadora para una economía que los desconoce. Y prescribe como únicos remedios contra el exceso de vida, de deseo y de hambre: el abandono, la desnutrición, las drogas y la guerra. Es duro reconocerlo, pero pertenecemos a la estirpe de los filicidas. Para que no se cumplan los vaticinios planificamos masacres, los condenamos al exilio. Los vendemos, enteros o en pedazos. Los enviamos a morir por nosotros como si su sangre, como si todas sus sangres derramadas pudieran regenerarnos. Y cuando, un día, uno de ellos se da vuelta y nos enfrenta, queda incrustado en ese gesto final. Lo esculpimos para siempre en el acto congelado de dar muerte.
Un informe que circula por el mundo dice que Argentina es fuente, tránsito y destino para hombres, mujeres y niños traficados con el propósito de explotación sexual y trabajo forzado. A su vez brasileñas, paraguayas, bolivianas, dominicanas y peruanas son sometidas a explotación laboral o sexual dentro del país. En el diario La Nación del 4 de junio de este año aparece la noticia de que a cuatro cuadras del Departamento central de la Policía Federal y a seis cuadras del Congreso de la Nación funcionan al menos cinco comercios habilitados como bares, pero que en realidad forman parte de una red donde se ejerce la prostitución infantil y se vende droga. En nuestro país, donde según algunos dirigentes, sin dejar de exportar alimentos, se podría alimentar gratis a 30 millones de habitantes, hay zonas liberadas donde el hambre corre como un incendio blanco congelando infancias. Formas atenuadas o agravadas de filicidio. Sólo pibes que mandamos a morir. Muchas veces mueren y algunas veces matan. Las muertes recibidas suelen caer en el olvido. Tal vez porque son fértiles, tempraneros y fecundos y siempre, siempre, siempre están sobrando.
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