domingo, 23 de agosto de 2009

LOS NIÑOS POBRES, UNA DEUDA PENDIENTE


Nuevo Fenómeno Social en la Niñez


Nenes y nenas en situación de vagabundeo y abandono, o, generalizando, chicos en la calle, crecen en volumen, mientras las instituciones encargadas de salvaguardar el orden público planifican y ejecutan acciones en pro del "bienestar y/o interés superior del niño". Invocar el "bienestar y/o interés superior del niño" reclama el posicionamiento ético para el HACER, que en nuestro escenario cotidiano es posible quizás con limitados recursos materiales pero con absoluta convicción de que "todos los niños/as son buenos y son iguales" , y por lo tanto necesitan satisfacer las mismas necesidades para crecer en salud. "Quien desea que la estrella de la paz nazca y se detenga sobre la sociedad, concurra por su parte a devolver a la persona humana la dignidad que Dios le concedió desde el principio..." Lo paradójico de la situación, en términos de una realidad que demuestra el geométrico crecimiento de niños carenciados y un hacer institucional que no llega a traducir sus acciones en forma de servicios eficaces y preventivos, es que contribuye a generar en la comu-nidad el sentimiento de caos.

"Los chicos de la calle dan miedo; cuidado con ellos; qué se puede esperar; seguro son drogadictos, ladrones..."


La imagen que estos niños dan estaría sensiblemente condenada a concebirse como una dimensión de la delincuencia urbana. Esta acepción conduce a las respuestas que desde las políticas de control y acción pública venimos escuchando. Ejemplo de esto son los criterios de bajar la edad de imputabilidad penal o institucionalizar niños y/o adolescentes sin tener claro en qué consisten los procesos de contención con fines de resocialización para la inclusión social.Entre lo no dicho, deberíase considerar las consecuencias que se derivan del estado de abandono y pobreza, y según se trate de nenas, nenes o de ambos. Deficiencia afectiva y emocional concurre con flagelos del tipo HIV, drogadicción, prostitución , trabajo infantil (por citar algunos) y contribuye a sostener y a reproducir generaciones de seres humanos que viven en condiciones marginales perpetuando problemáticas como la mortalidad infantil, el analfabetismo, el embarazo temprano y la delincuencia juvenil. La conmoción que promueven los niños "pobres", el malestar económico y el clima de violencia que desmedidamente se expanden por el escenario de nuestra vida cotidiana, concurren a la hora de evaluar y llevar a cabo el HACER en materia de servicios a los niños, niñas y adolescentes que a pesar nuestro viven sin acceder a un adecuado tránsito por su infancia. Las nombradas ranchadas, que congregan a niños y adolescentes a la hora del reposo, sustituyen a sus casas. En tal sentido, cada uno de estos chicos crece privado de la oportunidad de bucear hasta lo profundo de sus familias. Carecen de un ámbito doméstico que les profiera "aire" de hogar que ama, protege, contiene, educa y forma para la vida, a la luz y al calor de los afectos fraternos. La categoría niños pobres, trasciende desde los hijos de familias humildes hasta incluir a aquellos que decidieron vivir a la intemperie, hartos de experiencias de dolor acontecidas entre sus parientes más cercanos (cuando los conocen) y sin la alternativa de recurrir al refugio de la familia extensa.

La vida en familia es el contexto y marco esencial que los niños necesitan por su condición de infantes. Es difícil sin este escenario integral que logren superar la elemental supervivencia, situándose con expectativas de éxito, de cara al proceso normativo y tecnológico que da ritmo al entramado social.Es deber de los adultos proclamar que "los chicos DE la calle NO EXISTEN", e insistir sobre ello. La calle NO engendra hijos. La problemática que nos supera se visibiliza con claridad en el cuerpo y rostro de nenes y nenas que crecen en la vía pública, porque prescinden de las naturales estructuras familiares y optan acompañarse desde relaciones precarias pero que les permiten sobrevivir a las inclemencias de la soledad y el dolor del abandono y/o desinterés filial. A modo de mecanismo de defensa, me atrevo a pensar, y que no justifica lo que desde hace décadas parece que no nos sale hacer bien, se menciona a la pobreza -particularmente en términos económicos- como el principal argumento de la indefensión de un importante sector del universo infancia.


Conceptos acerca del honor, la palabra, el compromiso, la responsabilidad, la lealtad, la personalidad, parecieran vivir en las páginas de libros archivados "por antiguos"; casi no se los nombra. Me pregunto en tal sentido, cómo potenciarían esos -en cualquier nivel- el poder adquisitivo de las personas. Probablemente, la "encarnación" de dichos valores redundará en una cultura solidaria, caritativa, en donde el dar y el recibir se vivencien como un binomio constitutivo de la paz social. Tenemos herramientas descriptivas de sobra como para tomar conciencia de la problemática que está afectando seriamente la trama societaria, y desgraciadamente en cuerpo y alma de muchas criaturas que viven, que son hoy y de quienes dudo que sueñen con el mañana. Creo que su sentir los limita a especular ansiosamente con el plato de comida caliente, la ducha confortable, la cama en donde descansar y no más. Las políticas no les llegan.


El tema es la instrumentación y la puesta en marcha de medidas y/o tareas a favor de nuestra infancia. Es evidente que hay un quiebre entre las necesidades y las respuestas.


El fortalecimiento de la familia, la promoción del trabajo para los padres, el interés por la escolarización serían en mí opinión algunos de los enunciados de los planes, programas y proyectos que nuestra sociedad necesita implementar, desarrollar, evaluar y ajustar incesantemente. La promoción social debería ser una actividad mancomunada que involucre a los estratos profesionales y técnicos tanto como al de los mismos actores. Si esto se logra, podemos decir que trabajamos en una comunidad inclusiva, que respeta y ama a su prójimo. Una sociedad que desde la integración de sus esfuerzos pretenda y medianamente pueda recoger resultados en donde se refleje que los niños/as "pobres" son Sujetos de Derecho, a nivel discursivo y práctico, léase éste último desde el trato que su naturaleza implica en términos de salud, formación, educación y toda oportunidad que les permita disponerse con éxito a vivir la adultez; concientizados de que también están comprometidos con el desarrollo social.

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