Hoy he visto a un puñado de pibes de entre 12 y 15 años a la salida de un colegio amontonados en una riña. Me detuve y bajé del auto porque no podía creer que se estuvieran pegando con la violencia que lo hacían. Otra persona también detuvo su vehículo y bajó para intentar separarlos. No peleaban de forma normal. Lo hacían con odio, con ganas de matar al que estaba en el piso. Lo hacían con más que odio. Lo hacían como si hubiesen destapado una olla a presión de ganas viscerales de matar. Eso es violencia. Se lastimaban en una avenida muy transitada de Junín, a las once y media de la mañana y ante la vista cobarde y mezquina de algunas vecinas chusmas y unos cuantos comerciantes que miraban parados desde la puerta de sus “negocios”. Eso es más de violencia.
Hoy , en la intersección de las rutas 7 (nacional) y 65 (provincial), un grupo de veinte personas, de las denominadas, “auto convocados”, más unos diez de la Federación Agraria y de la Sociedad Rural “detuvieron”, (así lo tituló en su zócalo el Canal 10 de Junín, que es propiedad de Francisco De Narváez) , entre otros, a un camionero llamado Marcelo, oriundo de Córdoba, por transportar algo “no permitido” por los organizadores del lock out patronal agropecuario. Allí el camionero daba explicaciones a quienes le impedían hacer uso de su derecho constitucional ante la apacible mirada de dos oficiales de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Marcelo no pudo pasar. Allí siguen los organizadores de ese “control patotero forzado”. A la vera de la ruta, retrasando el normal tránsito con el pretexto de dar un folleto informativo y siendo jueces de lo que debe o no pasar por las rutas. Allí siguen. Arrogándose la representación del “interior”. Ellos. Sólo 50 personas. Eso es mucho más que violencia.Hace unos meses leí “Timote” de José Pablo Feimann. El autor, relata en forma de novela el secuestro y muerte del General Pedro Eugenio Aramburu, en manos de los Montoneros. No haré aquí una interpretación personal del hecho que casi es una carta de presentación de este grupo de jóvenes provenientes de una buena educación y con fuertes vínculos en la religión católica. No porque no la tenga, sino porque no es parte de la idea central que quiero exponer para la reflexión de los lectores. Pero cito el libro porque me quedo con un párrafo donde el autor imagina lo que Fernando Abal Medina le fundamenta a Aramburu acerca de lo que origina esa generación de jóvenes que iba a terminar con su vida. Le dice (según la imaginación de Feimann) algo así como: ¿Que esperaban ustedes y el país de una generación de jóvenes proscriptos, prohibidos y silenciados durante quince años? ¿Qué otra cosa que una salida de esta naturaleza nos han dejado? No es rebuscado que el autor piense que si a cualquier adolescente se lo priva de cosas durante un largo tiempo, el resultado sea catastrófico. Prohibir y matar. Eso es violencia extrema.Los chicos que hoy peleaban sobre Avenida Arias son hijos del neoliberalismo. Sus padres son trabajadores pobres que perdieron sus empleos mientras otros compatriotas avalaban gobiernos que los hacían viajar al Caribe. Los chicos pobres que hoy peleaban entre ellos son generación Tinelli, y están bombardeados por la discriminación y el reggaetón en la misma proporción. Los chicos que hoy intentaban provocar el mayor daño contra otro igual son producto de la indiferencia de quienes miraban parapetados detrás de sus cajas registradoras. (Una pelea más entre “negritos”). Me atrevo a preguntar lo mismo que Feimann, salvando todas las distancias que puedan imaginarse. ¿Por qué reaccionarían de otra forma que no sea con violencia? Si el 0,05% de la población de Junín más acomodada, es violenta en la ruta por la insaciable sed de dinero, y es legitimada por el apoyo republicano de una sociedad manipulada por los monopolios informativos, ¿Por qué no serían violentos esos chicos que están despojados de todo y representan al 30% de nuestra ciudad?No es tarde para intentar que esos chicos canalicen sus reclamos sin violencia contra los verdugos que le han robado la dignidad a sus familias. Quizá, quienes creemos que el actual gobierno ha tomado un rumbo correcto (aún con todos los errores de forma que podamos enumerar), sea nuestro compromiso militante, ayudar a esos chicos a identificar a sus verdaderos enemigos.Apaciguado el entrevero y aún realmente movilizado por los niveles de agresión de estos chicos, me atreví a ensayar un discurso entrecortado por gritos y puteadas. “ No arreglen las cosas a los golpes boludos!!!” “No se peleen entre ustedes, eso es lo que todo el mundo espera, que se maten entre compañeros, amigos” “Déjense de joder”. Casi nadie me escucho realmente. Fue más una necesidad de impotencia de decirlo que la oportunidad. Detrás del amontonamiento de pibes, sin embargo, dos ojitos grises me entendieron.
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