"Porque queremos que los chicos vivan y no sobrevivan." La frase sintetiza la razón que mantuvo vivo durante años uno de los sueños de José María Di Paola, conocido como padre Pepe, y que ayer se hizo realidad: tener en la villa 21-24, de Barracas, un colegio para adolescentes y jóvenes que intentan no caer en la droga o los que están recuperándose de esa adicción.
Con el del sacerdote, comenzaron a cumplirse también los sueños de los 47 chicos de ese asentamiento, en el que viven cerca de 45.000 personas, inscriptos en el secundario que se llama como la parroquia que lo cobija, Virgen de los Milagros de Caacupé, y que implementará un novedoso proyecto.
Se trata del primer colegio porteño del área de gestión social que dependerá de la Dirección de Educación de Gestión Privada. Tendrá tres años de duración y los alumnos, que deben tener entre 15 y 25 años, residir en el barrio y haber dejado el secundario, tendrán un régimen de aprobación por asignaturas.
Antes de la inauguración, ayer al mediodía se mezclaban en la parroquia los alumnos, que cargaban en sus mochilas cuadernos e ilusiones del primer día de clase, con funcionarios de traje como el ministro de Educación de la ciudad, Mariano Narodowski; el jefe de gabinete del Ministerio de Educación de la Nación, Jaime Perczyk, y el asesor de Menores, Gustavo Moreno. También estaban el vicario general del arzobispado porteño, monseñor Joaquín Sucunza; el vicario de Educación, padre Juan Torrella, y había docentes de escuelas de la zona.
"Hoy es un día muy especial para mí. Estoy empezando a cumplir aquí, en la parroquia de Caacupé, un sueño que tengo desde hace mucho tiempo", dijo Ulises Mendoza, de 22 años, durante el acto. "Quiero agradecer al padre Pepe, que me dio un lugar, y por eso yo pude salir de algunos problemas", afirmó Ulises.
Contó que en Asunción había dejado el secundario dos meses antes de terminar. "Vivía situaciones difíciles; estuve en la calle, drogándome, haciendo cualquiera", dijo, hasta que su mamá, que vive en la villa 21-24, le propuso venir al país y terminar el secundario.
LA OPORTUNIDAD
Otro alumno, Juan Ramón Sosa, de 23 años, resumió que dejó el secundario hace casi ocho años y que ahora asiste al taller de carpintería del Centro de Formación Profesional (CFP) N° 15, que tiene la parroquia a pocas cuadras de allí. "Nunca había pensado en volver a estudiar, pero ahora que se dio esta posibilidad lo voy a hacer y me voy a sacar un peso de encima", dijo.
El padre Di Paola destacó el trabajo "complementario" con ese CFP y el N° 9, del gobierno porteño y con las escuelas medias de reingreso La Gráfica y la Escuela N° 6. "En este momento, estamos trabajando hacia los mismos objetivos y con los mismos métodos. Hay una red real", dijo el sacerdote, de 47 años, y vicario para la villas de la arquidiócesis de Buenos Aires, designado por el cardenal Jorge Bergoglio.
El ministro Narodowski destacó la importancia de que las escuelas estén dentro de los barrios. Coincidieron con él muchos de los presentes. Entre ellos, las alumnas Luján y Fabiana Aguinagalde, de 16 y 15 años, respectivamente. Ambas habían dejado el secundario que habían empezado en Avellaneda. Ahora compartirán el aula en Caacupé con el grupo que eligió la orientación informática (el otro es para electromecánica). Luján afirmó: "Al estar la escuela en el mismo barrio, ya no hay excusa para no estudiar".
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