La cuestión es preguntarse ¿Por qué se requería de la Iglesia católica una respuesta especial para América Latina? ¿Quiénes fueron los que detectaron esto? Los interrogantes se explican a partir de la Historia del último medio siglo del siglo XX (valga la tautología y la cacofonía) en el cual el Episcopado Latinoamericano ha ido adquiriendo una conciencia y una voz propia dentro de la Iglesia católica, apostólica, romana universal.
Fue gracias a dos grandes obispos, el chileno Manuel Larraín y el brasileño Helder Cámara, que se empezaron a coordinar los esfuerzos de todo el episcopado latinoamericano a través de las Conferencias Generales y del Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano). La primera de las Conferencias se celebró en Río de Janeiro en 1955 pero no estaban dadas las condiciones para una organización autónoma y dicha Conferencia resolvió instalar el Celam en Roma con el riesgo de que terminara siendo un organismo más de la Curia, por lo tanto de la jerarquía eclesiástica que, como sabemos, siempre es ultraconservadora; el Vaticano mismo señaló que debía de ser en América Latina y los obispos eligieron a Bogotá como lugar estratégico.
También la Conferencia de Medellín tuvo su origen -como se dijo más arriba- en el alma de esos grandes pastores que fueron Larraín y Cámara. Durante el Concilio se reunían junto a otros obispos en el Pío Colegio Brasileño de Roma para buscar una respuesta a esta pregunta: ¿cómo aplicar el Concilio a la realidad de América Latina, tan distinta a Europa y al primer mundo? El 24 de Agosto de 1968 en Medellín (Colombia) fue el primer intento, en el orden mundial, de organizar la colegialidad episcopal después del Concilio y de aplicar el Concilio a la realidad de un continente; proporcionó una inédita conciencia latinoamericana a las Iglesias latinoamericanas y reformuló toda la pastoral desde un fuerte compromiso social.
Fue tan importante Medellín para América Latina y aun para la Iglesia universal, que cuando en 1974 el presidente del Celam, Eduardo Pironio, viajó a Roma para el Sínodo sobre Evangelización, llevó tres sugerencias pastorales que influyeron después en la famosa encíclica de Pablo VI, la "Evangelii Nuntiandi". Las tres sugerencias eran las comunidades eclesiales de base, el tema de la liberación y la religiosidad popular. La encíclica "Evangelii Nuntiandi" a su vez influyó profundamente en la tercera Conferencia General de Puebla (1979).
En el documento de Puebla hay 19 citas textuales y 73 referencias a esta encíclica, lo que permite entender la importancia que le dio Puebla por ejemplo a la evangelización de la cultura y de la religiosidad popular.
Pero lo más importante fue que la comunidad de base, cristiana, latinoamericana aunque ecuménica, se definió por "la opción por lo pobres" como lo demostró el colombiano Camilo Torres con su praxis revolucionaria para que la cosa no quedara en un simple papel.
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