“Estamos en serias dificultades” porque existen “fuerzas muy poderosas que quieren frenar todo camino que ayude y aliente espacios de vida y de justicia” y que “se desentienden totalmente de la realidad de los pobres, aunque los utilicen para sus propios fines”, señalan en un mensaje casi un centenar de sacerdotes católicos identificados como Grupo Nacional de Curas en la Opción por los Pobres. Hacen también una crítica severa a los medios de comunicación, en particular a los “oligopolios multimediáticos” que “no parecen responder a una sincera pasión por la verdad, sino a intereses políticos o económicos que nunca se han caracterizado por defender a los pobres y sus proyectos”. El documento, difundido al finalizar un encuentro de tres días realizado en Florencio Varela, señala sin embargo que éstos también son “momentos de esperanza, momentos de desafío como pueblo”.
En el mensaje se advierte sobre la existencia de “elementos peligrosos para nuestro presente”, entre los que se destaca “un reforzamiento político de los sujetos de poder absolutamente indiferentes a la vida y muerte de los pobres, sean personajes de la llamada Mesa de Enlace, de agrupaciones empresarias –sean la Unión Industrial o la autodenominada Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas–, o sectores de la política, muchos de ellos triunfantes en las recientes elecciones”. En tono autocrítico, los curas dicen que “hay entre nosotros anti-testimonio” y que “ciertos sectores de la jerarquía eclesiástica proponen modelos eclesiales de siglos pasados”.
El grupo de sacerdotes –tradicionalmente identificado con figuras como los asesinados Carlos Mugica y el obispo Enrique Angelelli– se reúne cada año desde hace más de veinte para reflexionar sobre su trabajo en los barrios y sectores populares. De estos encuentros no participan miembros de la jerarquía católica y es habitual que al término de cada reunión se emita un mensaje como el difundido ayer.
“Hay fuerzas muy poderosas que quieren frenar todo camino que ayude y aliente espacios de vida y de justicia: fuerzas que se desentienden totalmente de la realidad de los pobres, aunque los utilicen para sus propios fines; fuerzas que sólo buscan enriquecerse, aunque empobrezcan más y más la tierra, las aguas y los hermanos; fuerzas que no temen manipular la opinión pública y si fuera necesario acompañar todo proceso destituyente mirando sólo sus propios intereses y no el bien común; fuerzas sólo preocupadas por el incremento ilimitado de su patrimonio sin una genuina preocupación por una justa distribución de la renta, la tierra y la vida digna”, señalan los curas. El mensaje está suficientemente cuidado como para que cada denuncia o señalamiento aparezca contrastado con afirmaciones de esperanza y de aliento.
Por eso, a renglón seguido los sacerdotes subrayan que ven “también espacios de vida y esperanza que nacen particularmente de los pobres, de su fe, de su resistencia y su amor a la vida”.
Entre las cuestiones puntualmente denunciadas, los curas marcan “palabras y actitudes antidemocráticas y sumamente peligrosas para nuestro futuro en dirigentes sociales, políticos, sindicales y eclesiásticos del país y del extranjero”, así como “un aumento del poder y la influencia de los medios de comunicación, capaces de instalar candidatos y temas, y a su vez de voltearlos sin preocuparse en nada por el bien de la patria y la vida de los pobres”. A ello se agrega “un peligroso recrudecimiento de tensiones ideológicas, que nos recuerdan los peores momentos de nuestra historia y del mundo” y “una crisis peligrosa de legitimidad en todos los ámbitos de lucha y participación ciudadana, especialmente el ámbito político”.
En el terreno internacional advierten sobre las consecuencias de la crisis económica, las revueltas en Santa Cruz de la Sierra, las nuevas bases militares en Colombia, las matanzas de indígenas en Perú y el golpe de Estado en Honduras –donde no ahorran críticas a la jerarquía eclesiástica que se alió con los golpistas–.
Hay, dicen los curas, “una dolorosa incapacidad de ciertos sectores de la jerarquía eclesiástica, que proponen modelos eclesiales de siglos pasados y parecen incentivar cazas de brujas y no modelos capaces de dar la vida por su pueblo, la liberación y el florecimiento del reino de Dios”. Pero frente a todo lo anterior destacan también “una serie de caminos y proyectos que nos invitan a recordar que otro mundo es posible” y presentan “pequeños o grandes signos de resistencia y vida como vemos en comunidades, pueblos o en algunos dirigentes sociales y gobiernos de países hermanos; el camino de nuevas organizaciones, de participación ciudadana, redes sociales particularmente entre los pobres, y el fortalecimiento de la sociedad civil”, en particular la lucha “de nuestros hermanos indígenas”.
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