viernes, 9 de julio de 2010

ÁNGELES QUE VUELVEN DEL INFIERNO




El equipo de sacerdotes para las villas presentó su informe anual acerca del paco. Allí estuvieron los pibes de la granja del padre Pepe que contaron a Miradas al Sur cómo tratan de superar su adicción.



Por: Nahuel Gallotta

"De la Villa 21”, contestan al mismo tiempo los cuatro pibes encargados de acreditar a la prensa cuando se les pregunta dónde viven. Ese es su barrio y ahora están sentados en una mesa larga con lapiceras y planillas. Preguntan nombre y apellido, piden un mail y anotan el medio para el que trabaja cada periodista que se acerca. Aclaran, después de entregar un folleto, que lo único que está prohibido es grabar y filmar el video que se emitirá sobre la problemática del paco en el barrio.
Adentro es un gimnasio, una cancha de básquet techada en la que se saludan y charlan curas, pibes en proceso de recuperación, voluntarios, vecinos, políticos y familiares de adictos. En un rato, en el teatro al que se entra por una puerta pegada a una esquina de la cancha, el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia de la Ciudad de Buenos Aires dará a conocer su informe El desafío del paco . Acá, en Yapeyú 197, en el gimnasio del colegio Pío XI, se conmemora el Día internacional de lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas.
Detrás de la puerta de la esquina hay silencio. Alrededor de 600 personas esperan sentadas y paradas el comienzo del acto. Los pibes le gritan “hermanito” a un cura para que los señale y se saludan. Al lado del escenario se ven imágenes del padre Carlos Mugica y de Don Bosco. Otro sacerdote lee la carta de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, aclarando que no podrá estar pero que apoya la iniciativa. Se reza, se canta el himno. Lo único que se escucha es el llanto de una bebé, y los celulares de los que no pueden vivir sin siquiera ponerlo en vibrador. También están el diputado nacional de la Coalición Cívica Fernando Iglesias y Margarita Stolbizer, jefa política del GEN, entre otros políticos. Hay gente de traje y pibes en conjunto deportivo; abuelas y recién nacidos, vecinos de Recoleta y de la villa.


Cambio de hábitos. “Cuesta, más bien que cuesta. Cuesta un montón; hace poco casi tuve una recaída. Pero dicen que lo que cuesta vale vida, ¿no?, y bueh, todo sea por mi hija”. La que dice eso, en medio de las personas amontonadas por salir del teatro, no parece ser la que es. O la que fue. Porque ella, un rato antes de pronunciar esa frase, habló en el video que se pidió no reproducir. Allí contó sobre su embarazo, sus 10 años de consumo, sus ganas de salir.
Ella es Luciana y hoy, tiene unos cuantos kilos de más. Tal vez diez; a lo mejor quince. Su rostro volvió a tener cachetes, sus labios parecen tener colágeno comparados con los de la imagen de recién. Ahora está peinada, prolija, se ríe, y está sentada en la primera fila con su bebé en brazos. Responde sin pausas ni puntos, esas frases cambian de destinatario rápidamente; son para su bebé, Nayla Milagros, que nació cuando ella rompió bolsa sobre unas vías de la 21 y que la alumbró con la ayuda de una amiga porque la ambulancia que debía llevarla al Hospital Penna no llegaba nunca. Ahí se olvida del reportaje. Luciana dice que se puede, que si uno quiere, se puede. Y con el dedo señala a cuatro chicos que lo lograron, a otros tres que están por allá que también pudieron, a uno que está a cinco metros y pasea con su hijo de la mano, y agrega que se mire lo “bonitos que están”.
Uno de ellos es Lucas. Lucas está en situación de calle; andará por los 30 años y vive en la granja del Padre Pepe . No sabe qué será de su vida luego del tratamiento. Cuenta que de acá a cinco años le gustaría formar una familia y tener un techo. Lucas estaba “piel y hueso” cuando el padre le habló para que se internara. Hace cinco meses que se instaló en la granja. “Cuando estábamos con los pibes de gira no hablábamos de rescatarnos. Vivís pensando en cómo comprar más, o esperar que tus papás se duerman para robarles algo”, dice Lucas, que llegó a pegarle a su vieja en un ataque de abstinencia.
–La necesidad hace que las embarazadas vendan a sus hijos de las ganas de fumar– cuenta Luciana, que tuvo ganas pero no llegó a hacerlo, lo que más necesita es alguien que la ayude con su hija, que gracias a ella, podrá no recaer en el paco. En la 21 los chicos calculan que los que venden son más de cien, y que no se los denuncia porque es común que a los vecinos les roben las pocas cosas de sus casas. A las embarazadas le ofrecen $1.000 por sus hijos.
Lucas y Luciana hablan. A un costado el padre Pepe está rodeado de cámaras y micrófonos. En el gimnasio de básquet los chicos en recuperación que hacen el programa radial Dale que es tarde , entrevistan al diputado Iglesias.
El padre, en su discurso, definió al paco como la nueva cara de la exclusión, la más sangrienta. Y contó que los pibes que regresan de un tratamiento “se vuelven a encontrar con un mundo donde se puede consumir día y noche, y no encuentran lugar donde no se huela a droga, y los amigos siguen viviendo en el mismo pasillo”. Concluyó que para que se recuperen estos chicos “hay que cambiar el mundo a su alrededor”. Por último, antes de irse, Lucas comenta algo que le llamó la atención: “Hoy vinieron los periodistas y no nos mostraron consumiendo, fumando, con la pipa. Es una boludez pasar imágenes de cómo se matan los pibes con el paco, y no hacer nada. Yo no se si harán plata con eso, pero hacen reportajes y nunca nos ayudan, le muestran eso a la gente”. Lucas se va. Esta vez lo esperan en la granja y no las adicciones.

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