miércoles, 14 de julio de 2010

LA DEUDA SOCIAL


Por Aldo Ferrer *


Predomina en la opinión pública el justificado convencimiento de que el país tiene aún pendiente la resolución de la deuda social. Vale decir, eliminar la brecha existente entre los niveles de alimentación salud, educación, vivienda y hábitat necesarios para el bienestar humano y los que realmente prevalecen en segmentos importantes de la población. La brecha se manifiesta en la insuficiencia del empleo de calidad, la fractura del mercado de trabajo, el elevado número de personas que viven en condiciones de pobreza y en las desigualdades existentes en la distribución del ingreso y el acceso a las oportunidades de progreso, entre los diversos estratos sociales.

La deuda social argentina es un problema histórico que arranca en los tiempos inaugurales de la conquista y el poblamiento del actual territorio nacional, se prolonga y transforma después de la independencia y fue agravada en el transcurso del cuarto de siglo comprendido entre 1976/2001-2002. Desde entonces hasta la actualidad, la mejora registrada en los indicadores económicos y sociales no alcanzó para erradicar la deuda social acumulada en la historia.

El problema no es sólo argentino, es global y de escala planetaria. A pesar del extraordinario avance de la ciencia y la tecnología y la multiplicación de los bienes materiales, una gran parte de la humanidad vive en condiciones miserables, mientras se profundiza?la desigualdad en la distribución de la riqueza?y el ingreso dentro de los países (incluso los más avanzados y los emergentes como China) y entre las naciones que integran el orden mundial. En el seno de las Naciones Unidas, el problema ha sido objeto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), el Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966), la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo (1966) y la Declaración del Milenio (2000).

Simultáneamente, se han desplegado infinidad de programas multilaterales, regionales y bilaterales, de apoyo al desarrollo económico y humano,?de ínfima significación frente a la magnitud y naturaleza de los problemas determinantes de la deuda social global. En el futuro previsible, no cabe esperar un cambio sustantivo en el comportamiento de las grandes potencias y, por lo tanto, del sistema mundial. En la actualidad, la cooperación internacional en gran escala se limita a salvar al sistema financiero de las consecuencias de la especulación, comprometiendo billones de dólares en el rescate. Para resolver la deuda social global, la cooperación es marginal o prácticamente inexistente.

En resumen, cada país tiene que hacerse cargo de su deuda social. Por lo tanto, lo primero que debe hacerse es estudiar sus orígenes, realizar el diagnóstico y proceder en consecuencia. En nuestro caso, la deuda social resulta de otras deudas y no podríamos erradicarla sin enfrentar simultáneamente, digamos, nuestros otros pasivos. ¿Cuales son? Destacaré cuatro, que son los siguientes:

Deuda estructural.?No hemos conformado todavía una estructura productiva suficientemente capaz de gestionar el conocimiento y aplicarlo en la totalidad del tejido económico y social, generando pleno empleo a niveles crecientes de productividad. Para tales fines es necesaria una estructura productiva integrada y abierta, inclusiva de todas las regiones del territorio nacional, fundada en el agregado de valor a los recursos naturales y en un sistema industrial diversificado y complejo, que incorpora las actividades de frontera del conocimiento, incluyendo la producción de bienes de capital.

Sólo sobre estas bases es posible la puesta en marcha de procesos de largo plazo de acumulación de tecnología, capital, capacidad de administración de recursos y despliegue del potencial disponible de recursos a niveles crecientes de productividad. De otro modo, una estructura productiva concentrada en la producción y en la transformación de bienes basados en los recursos naturales emplea sólo 1/3 de la fuerza de trabajo y, por lo tanto, multiplica la exclusión y la deuda social.

Deuda de gobernabilidad y soberanía. Como el desarrollo económico y social se registra, en primer lugar, en el espacio nacional, requiere la convergencia de políticas públicas y comportamientos privados para la plena movilización de los recursos propios y la gestión del conocimiento, es decir, el despliegue de los avances de la ciencia y la tecnología. El de­sarrollo no se importa y reclama que el país cuente con suficiente capacidad de maniobra para diseñar y ejecutar sus propias políticas. Esto implica contar con suficiente autonomía, frente a los factores de poder extranacionales, para la toma de decisiones y la conducción del propio destino en el orden global.

Para tales fines es preciso tener “la casa en orden”, a través de sólidos equilibrios macroeconómicos en las finanzas públicas y los pagos internacionales y de la razonable estabilidad del nivel general de precios. Como lo demuestra nuestra experiencia histórica, la dependencia del financiamiento externo, el desequilibrio fiscal y el desorden inflacionario impiden el desarrollo y multiplican la deuda social.

Deuda institucional y política. La transformación orientada a remover las deudas estructurales y las de gobernabilidad y soberanía y, por lo tanto, la deuda social,?reclama la existencia de un orden institucional estable que proporcione reglas del juego consensuadas para resolver los conflictos inherentes a una sociedad pluralista y democrática en transformación.

La inestabilidad institucional, como lo demuestra nuestra experiencia histórica, es un obstáculo fundamental al desarrollo económico y social. En tal escenario, prevalece el desorden y proliferan los intereses antinacionales que acumulan poder enajenando el patrimonio del país, destruyendo los procesos de acumulación y, en consecuencia, multiplicando la deuda social.

Deuda de pensamiento crítico. Cuando se configuran los pasivos señalados, prevalece el sometimiento a lo que Arturo Jauretche denominaba la “colonización cultural” y Raúl Prebisch el “pensamiento céntrico”. Vale decir, el conjunto de ideas en torno de los cuales los países dominantes del sistema mundial organizan las relaciones internacionales en su propio beneficio, las cuales son incompatibles con el desarrollo económico y social de los países de la periferia del sistema. Nuestra última experiencia en esta materia es la subordinación al Consenso de Washington, que redujo al país a la condición de apéndice del sistema global, sometido a la decisión de los mercados.

En combinaciones diversas, estos pasivos estuvieron presentes en la trayectoria del país en los dos siglos transcurridos desde mayo de 1810 y convergen en la deuda social actualmente observable. Todos ellos configuran la debilidad de la densidad nacional argentina, es decir, del conjunto de factores (cohesión social, calidad de los liderazgos, fortaleza de las instituciones y pensamiento crítico) que determinan la capacidad del país de gestionar el conocimiento, movilizar su potencial de recursos y vincularse al orden mundial preservando el comando de su propio destino. En conclusión, la deuda social?es un componente de la deuda de densidad nacional y no puede resolverse asiladamente de los otros componentes. Ninguna de las políticas sociales focalizadas, por ejemplo, a atender a los sectores vulnerables, puede ser efectivamente reparatoria si la política económica reduce la producción y el empleo.

En la última década del Segundo Centenario y primera del siglo XXI, se han registrado avances importantes en varios de los campos mencionados. Entre ellos, la capacidad de resolver conflictos en el marco de las reglas de la Constitución, la remoción de las restricciones fiscal y externa, el encuadre de la deuda en límites manejables, la ampliación de la autonomía de la política económica y la salida de la crisis del 2001/2 con recursos propios sin pedirle nada a nadie. La consolidación de estos avances configura la plataforma para generar pleno empleo a niveles crecientes de productividad, que constituye la condición necesaria para erradicar definitivamente la deuda social.

* Director editorial de Buenos Aires Económico

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