jueves, 8 de julio de 2010

¿PÚBLICA O PRIVADA?


Casi la mitad de los chicos en edad escolar asisten a colegios privados y la tendencia a abandonar la gestión estatal se extiende a sectores medios. Tamara Vinacur y Alejandra Scialabba investigaron el tema y cuentan sus conclusiones.


Por Sergio Chirico

La percepción que las familias argentinas tienen de la Escuela Pública (así, con mayúsculas) en la actualidad es de un deterioro evidente y progresivo. Una institución muy diferente a la que conocieron nuestros padres y abuelos. Según la investigación que realizaron las licenciadas en Ciencias de la Educación Alejandra Scialabba y Tamara Vinacur –cuyos resultados volcaron en el libro ¿Qué escuela quiero para mis hijos? (Editorial Music Brokers)–, el 49 por ciento de la matrícula escolar de la ciudad de Buenos Aires corresponde a colegios privados, con una caída del 5 por ciento en la matrícula estatal de todo el país entre 2003 y 2006. ¿Qué factores determinan esa situación? ¿Qué argumentos esgrimen las familias que siguen eligiendo la gestión estatal? ¿Cómo ven a la educación pública?

“Esta ‘fuga hacia la educación privada’ se registra sobre todo en los últimos años, pero a diferencia de lo que pasó en los ’90, ahora la protagonizan familias de nivel socioeconómico medio-bajo. Ese dato muestra que los padres creen que la educación estatal se ha deteriorado y se da en un contexto donde las noticias sobre la gestión estatal educativa están centradas en las ‘malas noticias’: paros y problemas de infraestructura, entre otros”, explica Vinacur. Sin embargo, Scialabba cree que la decisión se relaciona con la educación que recibieron esos padres: “La mayoría de los que estudiaron en escuelas estatales envía a sus hijos a centros similares y lo mismo sucede entre quienes asistieron a escuelas privadas”.

Claro que otras razones pesan a la hora de decidir, como las económicas, culturales, sociales e ideológicas. “Es importante reconocer que no todas las familias pueden elegir, pero al indagar sobre las razones, los entrevistados que se inclinan hacia la educación pública argumentan que se enseña a valorar la educación y que no se compran los títulos, como creen sucede en las escuelas privadas. Y quienes opinan que la gestión privada es mejor, esgrimen la mayor exigencia y el hecho de que los docentes trabajan en mejores condiciones”, resume Vinacur. Además, la experiencia que acumulan las investigadoras en su consultora Diéresis indica que “muchas familias asocian asistir a un colegio privado con la posibilidad de construir una ‘red de contactos’ para la futura inserción laboral de los hijos”.

En este juego de elecciones, también las escuelas eligen familias, ya sea por el valor de las cuotas o por los exámenes de ingreso. “En otros casos –se explaya Scialabba–, las Asociaciones de Padres garantizan la homogeneidad interviniendo en los procesos de admisión, con el argumento de que la diferencia no se vincula a la diversidad socioeconómica sino a garantizar que las familias compartan los mismos valores.” Una forma sutil de explicar que la elección obedece al interés en crear vínculos y de marcar distinciones sociales. No sólo el sector privado implementa estas prácticas, también algunas escuelas del sector estatal eligen el alumno por su nivel socioeconómico y características personales.

No siempre lo que se dice corresponde con lo que se piensa. Según diversas investigaciones, la mayoría de los padres argumenta aspectos académicos o pedagógicos al elegir escuela y omite referencias a la composición social. En la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, las diferencias en los montos de las cuotas impiden la conformación de alumnados heterogéneos. Es una tendencia marcada en las instituciones que aspiran a seleccionar a los sectores vinculados con las elites políticas, culturales o económicas, contribuyendo de esta forma con los procesos de selección social.

“Los padres no manifiestan cuáles son las características socioeconómicas de la población estudiantil –señala Scialabba–. Al preguntar si preferirían que la escuela tenga alumnos con características socioeconómicas similares o heterogéneas, el 70 por ciento manifestó que prefiere distintos niveles socioeconómicos y un 26 por ciento se inclinó por características similares. Sin embargo, en las escuelas se perciben procesos de homogenización. Es probable que estos procesos contribuyan a segmentar aún más el escenario educativo actual.”

Si, como dicen las investigadoras, el traspaso a escuelas privadas corre por cuenta de las familias de nivel socioeconómico medio, no hay duda de que realizan un gran esfuerzo. Las razones que las inclinan hacia ese “sacrificio” van desde las mayores exigencias, contenidos, responsabilidades y preocupación del cuerpo docente hacia los alumnos, hasta la mayor cantidad de horas de clase, las herramientas como computación, inglés y teatro, la doble escolaridad y la amplitud de los contenidos.

Sin embargo, como destaca Scialabba, no todas las escuelas de gestión estatal son iguales, también hay diferencias entre ellas. Por ejemplo: en la ciudad de Buenos Aires algunas dictan lenguas extranjeras, informática o artes, con especial dedicación. Y, por supuesto, los colegios secundarios que dependen de la universidad, como el Nacional y el Carlos Pellegrini, que mantienen el alto concepto entre la población.

A pesar de esta diversidad, en una encuesta realizada durante 2004 en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires, seis de cada diez encuestados consideraron que la educación pública había empeorado, mientras que el 24 por ciento dijo lo mismo de la privada.

“La escuela no se encuentra en un vacío, sino que está influida e influye en el contexto que la rodea –reflexiona Scialabba–. A diferencia de la insatisfacción sobre la educación en general, los padres muestran un alto grado de conformidad con la escuela de su hijo, a tal punto que el 85 por ciento evaluó positivamente la calidad de la educación en esas instituciones.”

En la actualidad nadie duda de que la educación básica es, y debe ser, un bien público. Si bien el sector privado tiene restricciones y regulaciones, la responsabilidad del Estado es garantizar el acceso y la permanencia de los ciudadanos en el sistema educativo. “En todos los casos –señala Vinacur– se trata de un servicio público a nivel nacional, y sus acciones generan externalidades significativas que impactan a toda la sociedad.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario