Por Claudio Martyniuk
La mirada histórica sirve para explicar nuestras frustraciones en la economía, según el entrevistado. El contexto global ayudó muchas veces, pero debió lidiar con poco persistentes políticas del Estado.
Ante la perspectiva normativa que suelen desplegar los economistas, la visión histórica ofrece un contrapunto. Al indagar sobre los logros, oportunidades y declives de la economía argentina, el historiador no utiliza el pasado para legitimar decisiones tomadas o promovidas para el presente. La historia abre, de este modo, oportunidades de comprensión y señala el suelo desde el cual se fue configurando el horizonte en que se aloja nuestra época.
JJuan Carlos Koroluan Carlos Korol es un destacado historiador especializado en historia económica de América latina, que nos presenta algunas de sus conclusiones sobre el desarrollo de la economía argentina en el siglo XX y sobre las razones de sus tormentas sistemáticas.
Se sabe que en el Centenario, Argentina llegó a ser la economía más rica y diversificada de América latina, con un PBI per capita cercano al de los países del Norte. ¿Cómo se logró? En el proceso de incorporación de América latina al mercado mundial, es decir al mercado constituido básicamente por Europa Occidental y los Estados Unidos, a fines del siglo XIX y principios del XX, la Argentina contaba con beneficios derivados, entre otros factores, del paquete de productos, como los cereales y la carne, que podía exportar ventajosamente a Europa gracias a las excepcionales características de la región pampeana y a la mano de obra que provenía de la gran migración europea. El proceso no fue diferente del que atravesaron la mayor parte de los países de la región. Los resultados sí lo fueron, en la medida en que el crecimiento económico del país tuvo un ritmo excepcionalmente elevado. Las frustraciones argentinas surgen del hecho de que ese alto crecimiento no derivó en una transformación de la economía que colocase al país entre el selecto elenco de los países industrializados y desarrollados.
Sigamos mirando la relación de la Argentina con el mundo. ¿Qué efectos trajo sobre el país la Gran Depresión de 1929? La crisis de 1929 y la depresión de la década de 1930 provocaron una disminución importante de los precios de las exportaciones y de las cantidades demandadas, a lo que se unió un deterioro de los términos del intercambio que afectó a los países exportadores de bienes primarios. La consiguiente disminución de la actividad económica llevó a un notable aumento de la desocupación, que constituyó el rasgo socialmente más grave de la crisis. Con todo, en la Argentina y en América latina en general, la desocupación nunca llegó a ser tan alta como en los Estados Unidos y la recuperación se produjo antes. La comparación entre la Gran Depresión y la crisis actual se impone en relación a la disminución del crecimiento de las economías en los países centrales y el consiguiente aumento de la desocupación. Sin embargo, aunque es aún algo prematuro para afirmarlo, existen importantes diferencias. En parte éstas tienen que ver con el hecho de que la crisis actual se caracteriza más por sus aspectos financieros que la de 1929. Y el contexto internacional no es el mismo. El crecimiento de las economías asiáticas, que se han convertido en un mercado significativo para los productos de la región, puede llegar a atenuar los efectos de la crisis en la Argentina. Pero, por supuesto, es difícil evaluar los efectos de una crisis que está en marcha y que se hará sentir en alguna medida en Argentina si los países asiáticos son afectados por la disminución de la demanda de los compradores occidentales de sus productos.
Se habla hoy de que el Gobierno promueve un modelo mercado internista. ¿Qué rasgos ha tenido ese esquema históricamente? Las políticas mercado internistas y la industrialización por sustitución de importaciones han tenido en general consecuencias positivas en aspectos sociales cruciales como la mejora en la distribución del ingreso y el aumento de las expectativas de vida y de la población urbana. Pero es también evidente que, de los modelos de industrialización conocidos, el de la sustitución de importaciones fue el que tenía límites más precisos. La producción para un mercado interno protegido llevó inevitablemente a la producción de bienes que no podían competir en el mercado internacional en términos de calidad, diseño y precio. Al mismo tiempo, el crecimiento de la industria muchas veces llevaba a la importación de insumos y maquinaria.
¿Cuándo entra en crisis el modelo de sustitución de importaciones? Los problemas estallan hacia mediados de la década de 1970 y el discurso neoliberal busca desacreditar totalmente ese modelo, pero las políticas de la última dictadura llevaron adelante un proceso de desindustrialización que no solucionó los problemas del modelo de industrialización y agravó los problemas sociales. Esto empeoró, en términos económicos, durante el gobierno de Menem, con aumento de la desocupación y la ilusión de un dólar barato y la supuesta inclusión de la Argentina en el primer mundo.
Se advierte una oscilación, un movimiento pendular en las políticas económicas argentinas. ¿Es así? Desde una perspectiva histórica, uno de los problemas graves de la Argentina ha sido la falta de continuidad y coherencia en las políticas económicas aplicadas desde el Estado. Esto es aún más evidente en lo que respecta a las políticas industriales. En un mundo globalizado, del que los comportamientos económicos de las empresas automotrices son un buen ejemplo, se requiere una continuidad en las políticas que permita aumentar el intercambio de bienes industriales, además de los más tradicionales, ya que el aislamiento no parece ser un objetivo ni deseable, ni alcanzable.
¿Por qué han sido impotentes las políticas económicas de los gobiernos radicales en democracia? No han sido sólo las políticas económicas impulsadas por los gobiernos radicales las únicas que se han demostrado impotentes. Paradójicamente, gobiernos dictatoriales que contaban con la suma del poder no han podido llevar adelante sus políticas económicas con éxito. En muchos casos se trataba de políticas que intentaban ser disciplinadoras de la sociedad y desde ésta surgían resistencias que invalidaban sus efectos. Otras veces se sumaban coyunturas externas desfavorables. En el caso del gobierno de Alfonsín, varios factores jugaron en contra, a pesar de la capacidad técnica de muchos de sus colaboradores. Algunos de esos factores fueron políticos y reflejaron las dificultades de la sociedad argentina para establecer consensos duraderos aun en períodos democráticos. Hay que recordar que en esos momentos se estaba lejos de considerar que la democracia se había convertido en un sistema estable y permanente y que el gobierno se encontraba jaqueado de maneras que son impensables hoy día. A esto se sumó la crisis de la deuda que estalló en la década de 1980.
Entre 1974 y 2006 el salario real cayó un 40%. ¿Qué efectos ha provocado esto en materia de equidad social? ¿Por ejemplo, el declive de la clase media y un desplazamiento del sentimiento de europeización argentino hacia una marcada latinoamericanización? La Argentina siempre fue parte de América latina. Incluso la que se supone fue “la época dorada de su economía” tuvo un crecimiento económico cuyas características centrales no diferían demasiado de las de otros países de la región. Fue, claro, el caso más exitoso, y eso permitió abrigar esperanzas de una transformación estructural que finalmente no se produjo, aunque perduró la percepción de una Argentina que reflejaba a Europa. Por supuesto, ese crecimiento había impulsado a su vez el fuerte desarrollo de sectores sociales medios y allí radicaba una diferencia importante con otros países latinoamericanos. Esos sectores, que fueron muy afectados por la caída del salario real y la crisis de 2001, parece que se han empezado a recuperar con el crecimiento de la economía en los últimos años si uno observa algunos indicadores del consumo. Sin embargo, la falta de equidad social es una cuestión importante y que se ha convertido en difícil de cuantificar. Siguen existiendo marginalidad, pobreza e indigencia. Es evidente que se trata de la principal cuestión social en el país y no parece que tengamos soluciones ni rápidas ni definitivas para un problema semejante.
¿Tampoco con la soja? Se ha hecho determinante del ingreso de divisas al país.
La expansión del cultivo de soja tuvo que ver con la facilidad de incorporación de una tecnología de producción que está muy ligada a las semillas y los agroquímicos. Si bien sus efectos en el ámbito doméstico pueden discutirse, y en este sentido no es lo mismo producir soja en la región pampeana que en áreas donde desplaza a otros cultivos y a pequeños productores agrarios, cuenta con varias ventajas además de las que tienen que ver con una tecnología relativamente fácil de incorporar. Esas ventajas tienen que ver con la emergencia de nuevos mercados, en particular China, y con el hecho de que a diferencia de productos como los cereales y la carne, la soja no compite en proporciones apreciables en el mercado interno. No es un bien salario, lo que siempre condicionó las exportaciones agropecuarias tradicionales, y cuenta por ello con ventajas para los productores puesto que el precio no está condicionado por el mercado interno.
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