jueves, 9 de mayo de 2013

CUANDO EL "REY DE LA COCAINA" FUNDO EL PRIMER NARCOESTADO

Por Alejandro Marinelli

Es Roberto Suárez Gómez. En 1980, financió el golpe en Bolivia. Su viuda publicó un libro.
 
En su historia hay un relato que se destaca pero que suena más a leyenda que a realidad. Fue a comienzos de 1982, cuando su hijo mayor había sido detenido por la DEA. Como ya había agotado todas las chances para que lo liberaran, decidió mandarle una carta al entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan. En la misiva le aseguraba pagar los tres mil ochocientos millones de dólares que conformaban la deuda externa de Bolivia , su país, y también entregarse él mismo como intercambio. La operación no prosperó pero aún la diplomacia norteamericana sostiene que el ofrecimiento existió. Quien le pone nombre a ese relato es Roberto Suárez Gómez, un líder narco que supo vender la mayoría de la pasta base que se compraba en el resto del mundo.
Lo apodaban el “Rey de la cocaína”.
A diferencia de su socio colombiano, Pablo Escobar, Suárez Gómez pudo vivir sus últimos años en libertad y manejando su enorme hacienda. Andaba con guardaespaldas, pero no se lo acusó de mandar sicarios. En el norte boliviano, donde empieza la Amazonia, eran pocos los que despreciaban su figura. En una parte castigada y pobre, los negocios de la droga no fueron cuestionados porque cumplían la tarea que el Estado no llevaba adelante. Por eso en Beni, el departamento donde nació, también lo llamaban Robin Hood.
Entre la lista de figuras con los que estrechó relaciones, además del propio Escobar, aparecen Roberto Calvi, el titular del Banco Ambrosiano, la entidad financiera del Vaticano, y cuyo cadáver apareció colgado bajo el Puente Blackfriars de Londres en junio de 1982; el héroe de la Revolución Cubana Arnaldo Ochoa, fusilado por cargos de tráfico de drogas; el teniente coronel estadounidense Oliver North, exonerado por el escándalo Irán Contras en 1986; el oficial de las SS Klaus Altmann; o el presidente de Panamá, Manuel Noriega.
Los secretos guardados durante casi doce años , desde que Suárez Gómez murió, salieron a la luz gracias al trabajo de recopilación de su mujer, Ayda Levy, quien esta semana presentó su libro “El Rey de la Cocaína. Mi vida con Roberto Suárez y el nacimiento del primer narcoestado”. En esta edición, la viuda cuenta cómo fue descubrir que un destacado empresario ganadero se había transformado en una de las personas más buscadas por Interpol. “Yo lo amé, lo respeté, y cuando descubrí su relación con el narcotráfico, lo dejé”, relató Levy en su paso por Buenos Aires.
A pesar de la separación y del dolor por el asesinato de su hijo mayor, Levy aún hoy justifica a su ex marido . “El creía ciegamente en la justicia social, en la erradicación de la pobreza y en el ser humano. Se inmiscuyó en el vil negocio de la cocaína sin necesidad, para ayudar a su pueblo”, lo excusa.
En el libro, la mujer relata cómo en 1980 su marido financió el golpe de Estado liderado por Luis García Meza , que impidió la asunción de Hernán Siles Zuazo. También cómo construyó “La General Motors del narcotráfico”, como le decían a su organización tras asociarse con Pablo Escobar.
“Mi padre era el mayor proveedor de droga del cártel de Medellín. Comercialmente era mejor para los dos ser socios que compradores y proveedores, como en cualquier negocio”, agrega Gary Suárez Gómez, el hijo del jefe narco. Tan conocido era su padre entonces que el director de cine Brian De Palma se inspiró en el para uno de los personajes de la película “Scarface” , protagonizada por Al Pacino.
Los informes de la época calculaban que la organización en Bolivia ganaba unos 400 millones de dólares al año. Pero, cuando a la familia le preguntan por la fortuna que dejó Suárez Gómez padre, aseguran que ya no existe. “El dinero fue gastado, nunca se acumuló en cuentas corrientes o en bancos. Se fue redistribuyendo entre las comunidades populares del oriente de Bolivia, como quiso mi padre”, asegura Gary y recuerda la construcción de hospitales, urbanización, servicios eléctricos, de agua potable, en plena selva.
Aunque tenía pedido de captura, el jefe narco se movía por todo su país.
Un acuerdo con la DEA lo hacía intocable . Hasta que en 1988 su alta exposición lo volvió un problema y le soltaron la mano. Fue condenado a 15 años por tráfico de droga y estuvo en la cárcel hasta 1996. Al recuperar la libertad, volvió al negocio familiar. Murió cuatro años después, a los 65 años, y su cuerpo fue enterrado en un pequeño nicho de Cochabamba, sin lujos ni ostentación.
Fuente: Clarín

No hay comentarios:

Publicar un comentario