Por Einat Rozenwasser
Con estilo propio, recorre la Ciudad a la búsqueda del “nuevo arte de la conversación”. Y define el antes y ahora de bares y tragos.
Hay un dandy en Constitución. Cultor de la elegancia y los modales cuidados, Sergio Pángaro es el resultado del personaje que construyó para sí mismo en plan de rebelarse ante la propia rebeldía juvenil: traje, bigotes anchoa, gomina. “Empecé a pensar que la rebelión podía ser también transgredir ese movimiento, como la juventud había hecho con los códigos de la madurez. Y un poco eso, desde lo conceptual, hizo que fuera eligiendo la ropa o el modo de moverme de otra época”, expone este artista multifacético mientras sirve café en tazas de porcelana y nos lleva a pasear por esta ciudad de arquitectura exquisita y bares (y barras) notables.
-¿Existe un circuito “clásico”?
-La Avenida de Mayo, por ejemplo. También la avenida Alvear. Caminás por ahí y te retrotrae en el tiempo con ciertas galerías, bares, confiterías donde uno se puede dar cuenta de cómo se concebía la arquitectura en cierta época.
En su definición conservadora reniega de los ascensores modernos que reemplazaron las pintorescas puertas “tijera”, el espacio público enrejado, los cambios. “A veces me tomaba el subte A sólo para pasear en esos vagones de madera”, cuenta. Y vuelve a los cafés: “En los ‘90 se destruyeron muchos bares. Había uno que se llamaba Berna que, sin ser de los clásicos, había quedado con el diseño de los ‘70, con el tapizado sobre la barra, oscuro, las ventanas chiquitas, parecía un night club. Y no entraba nadie, claro. Cuando me di cuenta de que lo habían cerrado para reformarlo entré desesperado, los obreros me miraban como si fuera un demente. ¿A quién culpar? Los consumos van cambiando y la verdad es que les va bastante mejor con esos frentes vidriados. Pero bueno, arruinan la planta baja de todos los edificios”, avanza.
-¿Qué te llama la atención en tus recorridas por la Ciudad?
-Antes estaba la cultura del café, de pasarse un par de horas a la tarde hablando con amigos en el bar de cualquier tópico. Lo que era interesante era esa cosa de tertulia, el disfrute de la cadencia de la conversación. Uno se sentía cómodo cuando escuchaba a un grupo de gente que sabía conversar, sabía escuchar, y todo esto podía darse en un código muy sutil que todos apreciaban, es hermoso. Más allá de que ahora no se tenga el tiempo de sentarse en una mesita con mucha gente alrededor, a veces veo por ejemplo en los boliches en los que suena la música fuerte y la gente sale a la puerta a fumar, y pienso que quizás eso lleve a que se pueda empezar a facilitar de nuevo el arte de la conversación.
-Hablás del café pero es inevitable imaginarte con un aperitivo cuando empieza a caer el sol...
-Ahí, cualquier lugar donde haya una buena barra, como Doppelgänger o ese bar chiquito que está frente a Radio Nacional. Tiene un barman de la antigua escuela. El tipo era alumno de Pichín (Santiago Policastro, ‘el barman galante’), una institución de la coctelería nacional porque en los años ‘50 a ‘60 proponía una coctelería en base a ingredientes locales.
-De hecho, el rubros está viviendo una vuelta a lo clásico...
-Un poco pronunciándose contra la amnesia de los ‘90, ese desparpajo casi juvenil diría, donde mezclar pizza con champagne era divertido. Ahora los propios jóvenes buscan hacer música clásica con géneros como el tango, el swing, el mambo, el cha cha cha. En los ‘90 se tomaban esos tragos a base de cremas, de colores, la degradación de todo. ¿Cuándo Pichín se iba a poner a hacer malabares con las botellas? El tipo preparaba la mezcla y con la expresión te invitaba a la charla, eran otros códigos. Esa reserva casi británica. Al tímido, el barman lo invita a hablar y al que habla de más, lo invita a callar.
-Dijiste que un buen show se disfruta con una copa en la mano...
-Como en todo, hay una proporción de sobriedad y de ebriedad que maneja cada uno según el momento, su metabolismo y su humor. Pero creo que ayuda mucho, tanto al artista como al oyente. Especialmente lo que hacemos nosotros (con Baccarat, el grupo que está presentando nuevo show en la sala Siranush), con una propuesta que está más entroncada con el café concert que con el teatro.
Fuente: Clarín
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