lunes, 6 de mayo de 2013

TEJIENDO BUENOS AIRES

Por Hernán Firpo

Conforman un grupo llamado “Trigoísmo” y embellecen con lana y con cables los alambrados de una ciudad “que está mal vestida”.
 
Buscando al autor de Cuaderno del insomne , un joven que escribe de noche en los bares de la Ciudad, llegamos a una fonda de la calle Conde. Lo suyo son pequeños fragmentos que escribe y abandona en las mesas. “Hola”. Ojalá te mirara como diciendo qué pretende usté de mí.
El flaco te mira fiero y responde ídem. “¿Qué querés?”. Nada, le decís, sólo hablar un rato. El flaco –pero flaco Schiavi, flaco Spinetta– mira el reloj y responde: “A esta hora no hablo con desconocidos”.
En la servilleta se lee: Lo que hoy domina el campo estético es la promoción.
¿Charlamos un ratito? “Mozo, la cuenta por favor”.
“Psss, Firpo, dejalo, vení”. ¿Qué hará acá? Otra vez el Anonymous que lleva la máscara de Alan Pauls. “Tengo un colectivo para vos”. Y nos pasa un sobre lacrado. ¿Cómo supiste dónde...? “Mozo, la cuenta por favor”.
El colectivo en cuestión se llama Trigoísmo y habrá que ubicarlo sobre un puente. Llegás y hay tres personas tejiendo una frase con un idealismo que ni los del Mayo Francés.
Todos somos superhéroes , se lee acompañado de un pac-man gigante. “Los alambrados no son lindos. Los respetamos, no hacemos vandalismo, no los cortamos ni nada de eso. Sólo les damos un poco de color –cuentan los trigoístas Lucas, María y Carolina–. Tratamos de que no se vean como pequeños muros de Berlín... No, no: la palabra intervención no nos gusta ni medio. Es pretenciosa, autoritaria. Preferimos pensar más en el vestuario urbano. La Ciudad está mal vestida”.
Usan textiles, además de cables o restos de cintas de VHS. Los van a ver en esta (no tan) prematura primavera si se deciden a caminar con ojos nuevos y miran la calle con el ánimo de ver otra cosa. “Buenos Aires tiene un río que nos avergüenza. ¿Está mal tener un río?” El colectivo filosofa en medio de una ciudad “que se recicla constantemente porque queremos cambiarla”. Como diría el poeta CS –¡buen día maestro!–, en esta metrópoli somos tan melancólicos que no nos bancamos el río y por eso le damos la espalda.
Se les acerca una señora con empanadas. Se les acerca el periodismo. Se les acerca otra mujer preguntando si pasa algo. El vigilante, pulgar arriba, saluda con el mentón. Es unos de esos días en que, como diría Palito, la gente en las calles parece más buena. “Suponemos que el próximo objetivo serán las plazas enrejadas. Los límites suelen ser grises y tienen los colores del control”.
Vos que venías pensando que para paisajes, mucho mejor un asalto a mano armada que los ceibos de El Rosedal, te sacarías el sombrero, más si fueras Alan Faena. La gente de Trigoísmo (“el trigo es alimento y nosotros crecemos estando juntos”) viene del mundo de la animación, la música, el video, el diseño. “Encontramos esta forma de complementarnos. Yo hago objetos con lana”, dice una. “Y yo junto rollos de cortina, cables de computadoras. Salgo los viernes a la noche, cuando las empresas tiran su basura, y los domingos, cuando las familias limpian sus placares. Me gusta hacer banquetas con monitores de computadoras, y con Trigoísmo busco devolver a la Ciudad todo esto, pero transformando los desechos”.
¿No se la habrán cruzado a Milu Correch, la decoradora de exteriores de la Ciudad? ¿Y a Lean Frizzera, crack del arte callejero y autor de una media docena de mujeres atractivas y aptas para cultores del manga erótico? “Puede ser. Hay mucha gente trabajando en los contornos. Buenos Aires es muy relajada con nosotros, y particularmente nosotros somos muy relajados con el ecosistema. Ojo, la agresividad está bien. Se pueden pintar imágenes demoníacas, como las que vimos en Parque Patricios, o trabajar en blanco y negro. Eso también es válido. Eso también quiere decir algo. Las paredes pueden hablar en varios idiomas”.
El seguimiento de la obra es como el juego del aguante para los trigoístas. Hasta pensaron completar alguna experiencia colocando camaritas que midan reacciones y emociones ante cada estímulo. “Creo que el vecino de la Ciudad se familiarizó con el grafiti. El uso de elementos textiles es más extraño y no sabíamos qué podía ocurrir. De cualquier manera tenemos el antecedente reciente, y positivo, del grafiti de lana”, mundialmente conocido como yarn bombing, estilo de arte urbano que empezó hace unos años en los Estados Unidos y se expandió por estas y otras latitudes.
¿Y lo de “Todos somos superhéroes? “El poder está en cada uno de nosotros. La sociedad no es un ente abstracto, nos necesita. Hay que confiar en nuestras posibilidades. Vos, yo, todos somos referentes”. Próximamente, descubrilos en Parque Centenario.
 
Fuente: Clarín

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