miércoles, 29 de mayo de 2013

"UNA PERSONA, SI NO ES BUENA GENTE, NO TENDRIA QUE SER JUEZ"

Por Luis Sartori

Valiente. Con eje en los derechos humanos, Albor Ungaro, fue secretario de juzgado, juez y camarista. En el 84 integró el primer grupo “civil” que entró a la ESMA. Y fue abogado de Sabato y Gelman.
 
Pronto en su vida lidió con los dinosaurios, y mucho más tarde los reencontraría en la Conadep. Albor Úngaro nació en Mercedes, hijo de sastre anarco-sindicalista, y a los 89 años en su casa de La Lucila se define “mercedino en el exilio” . Le gustaba Anatomía; sus días iban hacia Medicina. Pero la falta de recursos de la familia lo llevó a desechar instalarse en Buenos Aires y a cursar Derecho en La Plata, a distancia: sólo iba a rendir. Venía bien con la escritura y ya era periodista: en el diario zonal La Hora cronicaba los juicios orales de los tribunales de su ciudad, y descorría historias de pueblo en versos gauchescos bajo el seudónimo de Don Belindo. Se recibió en seis años –mientras tanto trabajaba de noche en la Unión Telefónica– y un caudillo conservador lo llevó a su estudio. No tardó en llegar a secretario de juzgado, el mojón inicial de 19 años seguidos en la Justicia bonaerense. De secretario pasó a juez pro derechos humanos y ateo; de juez, a camarista. Renunció y se jubiló en 1974. Abrió su estudio en la Capital y, al poco tiempo, se integró como penalista a otro más grande. En la dictadura mantuvo su cátedra de Derecho Penal en la UBA por un salvoconducto increíble, que le debe a su infancia. Y era enero de 1984 cuando lo convocaron de la Conadep: integró el puñado de valientes –con Graciela Fernández Meijide y Magdalena Ruiz Guiñazú, entre otros– que perforó el cerrojo de la ESMA junto a algunos sobrevivientes; y él tomó los primeros testimonios sobre ese campo de concentración, como que era el único ex juez en esa comisión creada por Alfonsín. Fue abogado del coronel democrático Jaime Cesio, de Ernesto Sabato, de Magdalena, y de Juan Gelman en la larga búsqueda de Macarena, su nieta. Copresentó la primera denuncia por el Plan Cóndor contra Pinochet, Stroessner y Videla. Escribió cinco libros, esculpió la cabeza del Quijote, pinta (estudió con Demetrio Urruchúa) y resetea la mente leyendo filosofía (Heidegger, Wittgenstein, Nietzsche). Sus años mercedinos lo conectaron a los dinosaurios por partida doble. 1) Acompañó en su primera excavación –río Luján– al doctor José Bonaparte, un prócer de la paleontología que ha sido comparado con Ameghino, y juntos crearon en 1947 el Museo de Ciencias Naturales de Mercedes. 2) Y antes había sido vecino y compañerito de primer grado de Jorge Rafael Videla.
 
¿Dónde lo conoció a Videla?
La familia vivía frente a mi casa, calle por medio. A la pelota no jugábamos, porque él no era de andar por la calle. Pero en la escuela 7, él participaba en los juegos. Nos apreciábamos muchísimo: era muy buen pibe.
 
¿Lo siguió viendo de grande?
Cada vez que él iba a Mercedes a visitar a la familia, incluso ya siendo un capo del Ejército. Y me saludaba: Hola Albor, cómo andás .
 
¿Hasta cuándo fue eso?
Hasta que pasó lo que pasó.
 
¿Qué sintió al enterarse de que había muerto?
Te soy sincero: sentí un shock, y lo primero que me vino a la cabeza fue la época del barrio y la escuela. Siempre me pareció imposible que fuera la misma persona que dejé en la infancia. También recordé los tiempos de la Conadep y pensé: yo contribuí a que este tipo estuviera preso. Y lo hice más allá de los afectos que deja la infancia.
 
¿A qué atribuye lo que para usted fue ese cambio brutal de Videla?
A su vinculación con la derecha más retrógrada de la Iglesia, que lo llevó a convencerse de que le había hecho un bien al país. Monseñor Tortolo, que iba a Mercedes y visitaba la Acción Católica al lado de mi casa, lo influyó mucho. Conocí a Tortolo, y te aseguro que fue un Torquemada. Le decíamos paraguas cerrado : era alto y delgado, la imagen viva de la Inquisición.
 
En la Conadep, ¿llegó a odiarlo?
Yo esperaba que Videla no tuviese que ver con todo eso.
 
¿Qué piensa de su condena en el Juicio a las Juntas?
La sentencia me pareció muy buena. Dije: hiciste esto, te toca esto . Pero no sentí revanchismo.
 
¿Cuándo se dio cuenta de lo que era la dictadura del 76?
A los pocos meses, cuando un vecino me dijo que se habían llevado a cuatro sacerdotes de la iglesia que está a pocas cuadras de mi casa.
 
¿Tuvo algún problema en ese tiempo como profesor en Derecho?
Yo decía todo lo que se me venía en gana. Y un día me llega la noticia de que figuraba en una lista negra, que me limpiaban ya. Era al principio del gobierno militar. Cuando asumió Videla la presidencia de la Junta, le había mandado una notita que decía: “Éxito en su gestión” . A los 10 días me llega una carta de Videla, de agradecimiento. Justo me cita el consejo académico, formado por los jerarcas del nazismo argentino. Y les muestro la carta: fue mi salvoconducto.
 
En el caso de la ESMA, una sentencia 30 años después ¿es hacer justicia?
No. Una justicia tardía no es justicia.
 
¿Qué es hacer justicia?
Hacer acatar la Constitución. Cumplir la ley y hacerla cumplir. De ahí la importancia, y esto tiene mucha actualidad, de designar jueces. Una persona, si no tiene antecedentes valiosos de buena gente, no tendría que ser designado juez. Por eso los gobiernos corruptos designan jueces a piacere . La virtud está en la persona.
 
¿Qué es la Justicia?
Una virtud que pueden llegar a tener algunos hombres, que tienen que tener una determinada formación, y que ocupan un cargo en un lugar que se llama juzgado.
 
¿Que opina de las recientes leyes judiciales?
No estoy de acuerdo, porque me parecen muy al uso del que manda. Esto que hoy se hace a favor de uno, mañana se puede hacer a favor de otro.
 
¿Cuál es su crítica central?
La eliminación de la cautelar, que es lo único que le queda a una persona para frenar un abuso, de otra persona o del Estado.
 
¿Cómo ve hoy a la Justicia?
Mal. Los propios jueces lo dicen. Están los jueces de la servilleta , los jueces de la obediencia debida . Habida cuenta de todas las cosas que se están revolviendo sobre la Presidenta, ella puede tener intereses en que la Justicia la apañe. Aunque me pongo en condición de juez y dijo: hasta que se pruebe no digo nada. Pero son tantas las cosas que, a lo mejor, hay una voluntad de precaverse con jueces amigos.
 
¿Duerme tranquilo con sus fallos de cuando fue juez?
Absolutamente tranquilo. Lo que más me tranquilizan son mis fallos. Porque antes de firmar la sentencia lo llamaba al preso y conversaba. Le decía: Vos confesaste esto, este delito tiene esta pena mínima y esta máxima, y te tengo que condenar. ¿Qué pena te imaginás que te merecés?
Y por lo general era mucho más alta de lo que yo le iba a poner.
 
¿Qué lo enoja?
La farándula y la banalización de todo. Acá todo es en joda.
 
¿En qué pone el interés?
En llegar a serle útil a mi hijo. Y en terminar mi próximo libro. Se va a llamar “La Justicia es puro cuento”.

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