Antes los jesuitas tenían 67 obispos y seis cardenales, ahora un Papa. A través del nombramiento de Francisco, la Compañía de Jesús fundada en 1540 por Ignacio de Loyola llega a la cúspide del poder vaticano. Su compromiso con las causas sociales tuvo un costo alto en pérdidas humanas.
Por Eduardo Febbro
Sentido de la organización, rigor intelectual, cualidades doctrinales, votos de pobreza y humildad, los jesuitas reúnen una suma poco alcanzada de cualidades pero son, hoy, objeto de una gran contradicción: el poder no es ni un objetivo ni una ambición escondida. Sin embargo, a través del nombramiento del papa Francisco, la Compañía de Jesús, fundada en 1540 por Ignacio de Loyola, llega a la cúspide del poder vaticano. Los jesuitas han contado con personalidades muy influyentes en la historia religiosa, con intelectuales de mucha gravitación que no ocuparon el poder. En el siglo XX, varias figuras jesuitas marcaron la Iglesia: entre estas figuran los padres Teilhard de Chardin, Lubac, Daniélou y Rahner, cuya participación marcó de manera decisiva toda la construcción teológica de Vaticano II. Pero después de la elección de Juan Pablo II, la Compañía de Jesús perdió parte de su influencia. El entonces Papa los aisló. Ahora vuelven al primer plano. Sus fuerzas actuales crecieron de pronto: antes contaban con 67 obispos y seis cardenales pero ahora tienen un papa.
Los jesuitas son una orden muy importante con una presencia de más de cinco siglos en el seno del catolicismo. A menudo considerada como una Iglesia dentro de la Iglesia, la Compañía de Jesús se vio acusada de montar poderes paralelos para socavar la autoridad del papa de turno o apoyar tendencias “maliciosas”. En algunos momentos de la historia al padre general de los jesuitas se le puso el apodo de “Papa Negro”. Sus compromisos con las causas los llevaron a veces a pagar un tributo muy alto en vidas humanas. Siempre apoyaron la Teología de la Liberación y durante la guerra que azotó a América Central en los años ’80 se comprometieron hondamente con la defensa de los derechos humanos. Su postura desembocó en el asesinato de cinco jesuitas en El Salvador, en 1989. Un pelotón de la fuerza armada de El Salvador, al mando del coronel René Emilio Ponce, asesinó a los jesuitas Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno Pardo, Joaquín López y López y el filósofo y teólogo español Ignacio Ellacuría. En el comunicado difundido luego de la designación de Bergoglio, el padre general de los jesuitas, Adolfo Nicolas, saludó un hecho que, escribió, interviene “en un momento crucial de la historia”. El reconocimiento a la nueva autoridad papal fue total: “El nombre de Francisco con que desde ahora lo conocemos, nos evoca su espíritu evangélico de cercanía a los pobres, su identificación con el pueblo sencillo y su compromiso con la renovación de la Iglesia”, dice Adolfo Nicolas.
Con todo, el ascenso de Bergoglio es paradójico porque se plasma en un momento en que los jesuitas estaban en caída libre. Desde que Benedicto XVI asumió la jefatura de la Iglesia los jesuitas perdieron cerca de 1200 miembros. Hoy cuentan con poco menos de 20 mil miembros pero conservan una sólida red de 200 universidades y 700 colegios a través del mundo. Los jesuitas difieren en la interpretación que ellos les dan a las palabras usuales en el catolicismo: para la Compañía de Jesús, por ejemplo, evangelización quiere decir antes que nada ayudar a los más necesitados y consagrar buena parte de los recursos a propulsar la enseñanza y la investigación en el ámbito científico. El jesuita más conocido del mundo, después del papa actual, es el aún portavoz del Vaticano, Federico Lombardi. El poder de la Compañía de Jesús dentro de la ciudad papal es curioso: tienen bajo su control medios de comunicación como la Radio Vaticana y la universidad pontificia más prestigiosa del mundo, la Gregoriana. Los jesuitas también se han destacado en los últimos años por su férrea denuncia contra los abusos sexuales cometidos por religiosos. La revista jesuita La Civiltà Cattolica ha sido uno de los medios de comunicación más críticos y duros contra esas prácticas y el silencio oficial con que se protegió a sus autores.
Fuente: Pagina/12
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