Un reciente informe de académicos e investigadores plantea que hay que dejar de pensar la violencia en el fútbol sólo en función de las barras. El documento es analizado por la ministra de Seguridad Nilda Garré.
Por Francisco Yofre
Inspirados en las ideas de la seguridad democrática y ciudadana, quince sociólogos y antropólogos fanáticos del fútbol elaboraron un documento con lineamientos generales para hacer de la cancha un lugar menos expuesto a situaciones de violencia. El informe está siendo analizado en estos días por la ministra de Seguridad de la Nación, Nilda Garré, quien podría incorporar algunas de sus propuestas. Tres de esos académicos pertenecen a la ong Salvemos al Fútbol, son jóvenes, y han sido vitales para la investigación. Uno de ellos es Sebastián Sustas, sociólogo e investigador del Instituto Gino Germani de la UBA. Llega a la entrevista directamente desde la cancha y luce una camiseta de Ferro similar a la que usaba ese equipo en la década del ’80, la época más gloriosa de la institución de Caballito. Los tiempos han cambiado y Sebastián ahora se contenta con el triunfo de su club frente a Defensa y Justicia por 1 a 0 como local.
El documento propone puntos novedosos como la conformación de fuerzas de seguridad para ir a las canchas con criterios diferentes a los que maneja la Policía Federal; la institucionalización o blanqueamiento de las barras bravas para que sea más fácil responsabilizarlos en el caso de que cometan delitos; la creación de un observatorio de medios para evitar la reproducción de violencia simbólica, en particular de los periodistas deportivos; y apartar absolutamente a la Asociación del Fútbol Argentino de cualquier responsabilidad vinculada a la seguridad, entre otros puntos. “Se trata de lineamientos gruesos que deberían ocurrir de manera gradual y en algunos partidos. Son orientaciones generales”, advierte Sustas. Más allá de la amplia variedad de propuestas que contiene el informe, el punto nodal radica en quitarle protagonismo a la barra brava de lo que pasa en la tribuna y darle poder al hincha común haciéndolo un interlocutor válido y con responsabilidades. “En realidad, se trata de hacer todo lo contrario a lo que se ha hecho históricamente en la materia”, agrega el sociólogo.
El documento propone puntos novedosos como la conformación de fuerzas de seguridad para ir a las canchas con criterios diferentes a los que maneja la Policía Federal; la institucionalización o blanqueamiento de las barras bravas para que sea más fácil responsabilizarlos en el caso de que cometan delitos; la creación de un observatorio de medios para evitar la reproducción de violencia simbólica, en particular de los periodistas deportivos; y apartar absolutamente a la Asociación del Fútbol Argentino de cualquier responsabilidad vinculada a la seguridad, entre otros puntos. “Se trata de lineamientos gruesos que deberían ocurrir de manera gradual y en algunos partidos. Son orientaciones generales”, advierte Sustas. Más allá de la amplia variedad de propuestas que contiene el informe, el punto nodal radica en quitarle protagonismo a la barra brava de lo que pasa en la tribuna y darle poder al hincha común haciéndolo un interlocutor válido y con responsabilidades. “En realidad, se trata de hacer todo lo contrario a lo que se ha hecho históricamente en la materia”, agrega el sociólogo.
–¿Por qué?
–Porque hay que entender que los integrantes de una barra brava no son seres irracionales o monstruos, o infrahumanos, como se dice siempre. Todo lo contrario. Las experiencias que realizan, su escenificación como barras bravas, tienen un sentido. Actúan de acuerdo a cómo se los construye y a cómo se relacionan con el resto de la sociedad en tanto pertenecen a ese grupo. Si lo que se hace es acentuar esa postura radicalizada de los hinchas, encerrándolos en un camioncito de una cancha a la otra, y el mensaje que se les dice es: “Mirá que te ponemos un montón de policías porque vos sos violento”, o “no te puedo dejar sólo porque vas a romper todo”, es fácil que ese hincha se comporte justamente de esa manera, ya que es parte de su postura en escena. Con esa lógica, los operativos arrancan desde una hipótesis que presupone que habrá conflicto.
–¿Eso explica por qué un barra brava es un tipo muy educado durante la semana pero cuando tiene que ponerse en papel de barra brava lleva adelante su guión de violento?
–Los mismos hinchas son conscientes de que cuando protagonizan algún hecho de violencia es una puesta en escena de su rol de hincha. Por supuesto no lo piensan así, pero sí saben de la performatividad de su cuerpo, intuyen que hay un relato que se pone en juego en esa hinchada. Si ese marco no fuera tan violento, si hubiera espacios de convivencia, es posible que las conductas de esos mismos tipos no reproduzcan tan fácilmente esa significación del hincha violento. El tema es que los operativos no están pensados para prevenir. Se puede suponer que tuvieron cierta efectividad porque ya no hay tantos hechos en los perímetros de las canchas, pero ahora la violencia se da en cualquier punto de la Ciudad o el GBA. Ahora las muertes o los hechos violentos suceden en días en que no hay partidos y son protagonizados por hinchas de un mismo equipo que se pelean. Las últimas 20 muertes han sido así.
–¿La cancha es más violenta ahora o siempre ha sido igual?
–A ver, las sociedades actuales son más violentas por las desigualdades sociales tan marcadas con las que vivimos. Éstas son violencias simbólicas muy fuertes. Pero no es cierto que, como se dice muchas veces, el fútblo es más violento porque la sociedad es más violenta. Hay sociedades mucho más desiguales que no tienen violencia en el fútbol, como Brasil, por ejemplo. Sí hay características históricas que tienen que ver con cómo se fue conformando la idea del hincha de fútbol y cómo la policía es un actor que genera posibilidades de actuación violenta. Uno dice: “El Estado interviene dando seguridad a través de la policía”. Okey con esta idea, pero el tema es que esta policía ve en el hincha un potencial agresor. Por otra parte está el tema de las hinchadas que construyen sus méritos por “bancársela” frente a la policía. La policía tiene esta carga y es muy difícil desarmar esto teniendo en cuenta cómo se formaron. La Vucetich, la escuela de formación de oficiales, no está justamente formada en la idea de seguridad ciudadana. Cuando se ingresa a la cancha, el hincha es cacheado, le quitan el cinturón, el encendedor, etc. Desde ese momento está bajo sospecha. Si le sacan su situación de ciudadano, también le están quitando sus obligaciones, sus responsabilidades. Ahí hay una lógica de barbarizar ya desde el vamos, de actuar en función de actos de violencia que no sabemos que ese hincha va a realizar pero que se presuponen.
–Ese hincha que ingresa a la cancha bajo sospecha entra a la defensiva. Entonces es lógico que empiece a compartir esa mirada con la barra brava respecto de la policía o reconocerse como un par de los hinchas violentos.
–Tal cual. Por otro lado, lo legal judicializa, sanciona algo que ya ocurrió. Todas las leyes que refieren a la seguridad en los estadios fueron ocurriendo de forma espasmódica. Orientamos la seguridad en base a cuidar algo después de un hecho que ocurrió. Cae un botellazo, entonces los alambrados se hacen más altos; otro quilombo y chau al público visitante; nuevos incidentes y no hay más bombos; después los bombos sí; hay una pelea, entonces cámaras de seguridad. Las leyes que se van sancionando no obedecen a ninguna lógica. En realidad, de lo que se trata es de incorporar una política de seguridad democrática que tenga que ver con la ciudadanía. Se trata de que quien va a la cancha tenga responsabilidades pero también tenga derechos. Hay que poner más el foco en el hincha común. Nosotros planteamos que haya mediadores que funcionen como catalizadores de la violencia. La clave es que los hinchas sean protagonistas, que tengan espacio dentro de los clubes, que tengan una voz propia. Se trata de fortalecer a los otros actores para que la figura del barra brava quede minimizada. La barra es un grupo minúsculo, y hay que juzgar a cada persona por los actos que hacen individualmente y no por el hecho de pertenecer a la barra brava.
–Desde mediados de los ’90, los hinchas parecen ser más importantes que los jugadores, lo que en el documento llaman el hinchismo. ¿Esto influye respecto de la violencia?
–Influye en la radicalización de las identidades. La puesta en escena de ese aguante, sí radicaliza. Luego de los ’90 hubo una fragmentación de los grandes relatos, y ahora son más pequeños, más de tribu. Son personas que construyen su subjetividad propia a partir de su vínculo con la cancha. Esa lógica tiene que ver con la crisis de los grandes relatos. El hinchismo se inscribe en un hincha más endogámico, más radicalizado. Pero ojo, si bien influye, justamente influye porque hay políticas que apuntan a que se encierre aún más a ese hincha.
–Pero, entonces, qué habría que hacer, poner menos vallas, menos camiones hidrantes. Suena demasiado romántico...
–Nosotros planteamos lineamientos generales. Quienes presentamos el documento somos incapaces de llevar adelante un operativo de seguridad, desde ya. La idea es tener esta lógica cuando se organiza y que sea continuada. Pero hay buenas experiencias. Fue el caso de Racing cuando implementó la idea del “espectador responsable”, cuando había hinchas que estaban alrededor del campo de juego. Un problema es que todos los discursos que rodean al tema de la seguridad están basados en la cárcel, la legalidad. El progresismo jamás tuvo un discurso. Por ejemplo, está la posibilidad de armar pulmones de convivencia: un sector de la cancha en el que puedan estar hinchas de ambos equipos. Por supuesto, no se tiene que aplicar de entrada en un San Lorenzo-Huracán o Argentinos-Platense, pero gradualmente hay que ir a esas experiencias, son pasos en los que se puede ir avanzando.
Fuente: Miradas al Sur
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