Comenzó con jóvenes que no querían pagar el pizzo a la mafia para obtener "protección". Fue tras el asesinato en 1991 de un comerciante que se había negado a ser víctima de un extorsión. El rol de Salvatore Toto Riina y Bernardo Provenzano en el crimen organizado en Italia.
Por Miriam Campos.
Afuera, bajo un portón verde, de camino a la fábrica textil Sigma, con una estampa enorme de sangre corriendo en dirección a la calle encontraron asesinado en 1991 al comerciante siciliano Libero Grassi. El mismo que no se calló cuando vinieron los mafiosos a extorsionarlo. Los denunció, habló con la prensa, mediatizó el tema y a los siete meses, sin evasivas, La Cosa Nostra le respondió con tres balazos. Eso ocurrió un verano cuando aún invocar el término "Mafia" estaba vedado. Para Italia, actualmente, Grassi es símbolo de coraje y su muerte, además, trazó un punto de inflexión en Sicilia. ¿Por qué murió?, porque lo dejaron solo. Así de simple y amargo.
Los últimos 20 años las cosas han cambiado, aunque no todas, claro. A pesar de que algunos de los capos más celebres de La Cosa Nostra están entre rejas, como Bernardo Provenzano que estuvo fugitivo 43 años y el atroz Salvatore "la bestia" Riina, capo de la familia Corleonesi, más del 80% de los comerciantes siguen pagando a la mafia ese tributo maldito al que llaman pizzo a cambio de no recibir represalias.
Pero ya no son todos. Un puñado de comerciantes decidió tomar el legado de Grassi y salir al frente. En 2004 se formó, por iniciativa de algunos jóvenes, Addiopizzo (Adios al chantaje) una de las asociaciones que ayuda a cuidarles las espaldas.
No se trata de un grupo que escolta a los negociantes como si fuera un film de guardaespaldas protagonizado por Kevin Costner. "Addiopizzo es una asociación que proporciona asesoramiento legal para combatir la extorsión." Así lo explican Chiara y Salvo, integrantes de la liga y entendidos en derecho y seguridad social, en la sede de Catania, que funciona a metros del mar. Es curioso: el lugar donde actualmente funciona la asociación es la ex casa de Sansone, un mafioso del barrio Picanello.
Que una asociación que promueve la legalidad, tenga su sede en la morada de un mafioso en uno de los barrios peligrosos de Catania, es posible gracias a la ley sancionada en 1996 por iniciativa de Libera, otra entidad que lucha contra la mafia. Dicha normativa establece que el patrimonio expropiado a la actividad ilegal puede ser reutilizado con fines que sirvan a la comunidad. De ese modo, se impide que los mafiosos puedan recuperarlos.
El mensaje que le llega a la gente es simbólico, porque la forma de combatir la criminalidad organizada es golpearlos patrimonialmente, es decir, en el dinero. Si la casa permanecía cerrada. Sansone hubiera vencido. Sin embargo, el Estado ha permitido a la sociedad reutilizarla.
Desde allí, la veintena de voluntarios de Addiopizzo trabajan en actividades que van desde la asesoría legal a los comerciantes, promoción del consumo crítico, charlas informativas en las escuelas para concientizar sobre la importancia de resistir a la coacción mafiosa y actividades solidarias con los niños de sectores desprotegidos.
Chiara Barone es joven, estrena un título de abogada y explica: "Organizamos actividades con los niños, desde cursos de diseño, de periodismo, días de lecturas o clases para después de la escuela. Acá hay jóvenes con situaciones familiares, económicas, muy difíciles y hay que impedir que caigan en el círculo mafioso".
"Somos los agricultores, los que plantamos la semilla. Esto no es algo que cambiará ahora, quizás nuestros hijos tampoco lo vean, pero quién nos dice que sean nuestros nietos los que no pagarán el pizzo" comenta Salvo Fabio, quien forma parte de Addiopizzo desde sus comienzos en Catania. En toda Sicilia, entre todas las sedes de Addiopizzo, ya han convencido a alrededor de 1000 comerciantes que no se doblegan al chantaje.
Addiopizzo originalmente surgió en Palermo una madrugada de junio de 2004, cuando la ciudad, como todos relatan, apareció empapelada con carteles que sentenciaban "Un pueblo que paga el pizzo, es un pueblo sin dignidad". No fue un grito de guerra, sino de determinación cuyo objetivo fue expulsar a la calle el tema de la extorsión, para que la gente, pese al miedo, comenzara a hablar. Fue una iniciativa de siete jóvenes que querían abrir un negocio y se negaban al chantaje. Son ellos, en cierto modo, representantes de una generación que también vio morir a los héroes de la isla: los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, los mismos que lograron condenar a 360 mafiosos en lo que se conoce como el Maxiprocesso de 1986-1987 aunque, luego, muchos lograron librarse de las condenas.
Esto fue posible gracias a la investigación que Falcone y Borsellino hicieron junto con otros magistrados sobre crímenes ocurridos en medio de una disputa por el poder de los diferentes clanes. Es lo que se conoce en la historia Siciliana como la Segunda Guerra de la Mafia, que agujereó a la isla a fines de la década del '70 y principios de los '80.
La importancia fundamental de este evento, más allá de sus dimensiones, radicó en que fue la primera vez en que el Estado tuvo acceso a la información de cómo se articulaba internamente lo que en La Cosa Nostra se denomina La Cúpula.
El gran secreto de la mafia. El testimonio de arrepentidos que buscaban venganza, como Tomasso Buscetta, facilitó a los jueces establecer lazos que probaban el funcionamiento de la mafia como una organización y no como hechos delictivos aislados. Falcone y Borsellino, estaba claro para la mafia, tenían un destino en común. Fueron asesinados con dos meses de diferencia en 1992, con la detonación de TNT. La onda expansiva fue el despertar crítico en algunos sectores, sobre todo, entre los jóvenes.
De ese modo, con una conciencia crítica adentro, no fue sorpresivo que en 2006, al sureste de la isla, en Catania, otro grupo comenzó, bajo la misma modalidad palermitana, a interpelar la indiferencia de los ciudadanos.
Así fue como ese año, en medio de la procesión de la patrona religiosa de la región, en las calles principales sobre los edificios podía leerse como un rezo "Santa Agata, libéranos de la mafia". El objetivo mayor de esta asociación, a la que se sumó la provincia de Messina en 2008, es plantear a la sociedad que la libertad se logra erradicando la mafia. Nada menos.
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