La serie de ocho muertes en Rosario de la Frontera –producto del juego de el ahorcadito o choking game– es asimilable a nuevas prácticas sociales que ponen en riesgo la vida como parte de un juego. La previa (juntarse a tomar antes de ir al boliche), las picadas (carreras de autos en avenidas transitadas), los cócteles de éxtasis, cocaína y Viagra son variaciones de la ruleta rusa en las que se pone a prueba los límites del cuerpo, con la posibilidad concreta de provocar la muerte.
El ahorcadito consiste en producirse asfixia utilizando lazos o directamente siendo ahorcado por otra persona, de modo de impedir que el oxígeno llegue al cerebro. El juego consiste en agarrar una corbata o bufanda y realizar seis nudos que se deberían desarmar por el peso del cuerpo. Si están bien hechos queda una marca que prueba que la persona intentó hacerlo. La intención primordial es conseguir cierto efecto alucinatorio cuando vuelve el oxígeno al cerebro. Si sale mal, lo más seguro es la muerte.
Juego del solitario. La tragedia en cadena comenzó con el fallecimiento de Fiorella, de 14 años, el 7 de abril pasado. Entre el 5 y el 10 de junio tres muertes en tándem dieron la señal de alerta en el pueblo salteño por el que pasa la Ruta Nacional 34, en el que viven 30 mil vecinos, y ha prosperado gracias al cultivo de soja.
Primero, fue una niña de 13 años. El 9 de junio se ahorcó un chico de 14 y, al día siguiente, una adolescente, también de 14 años, acabó con su vida. El Ministerio de Salud Pública provincial dispuso conformar un comité de emergencia para trabajar con todos los sectores y prevenir eventuales nuevos hechos fatales.
Según una estadística de los Centros de Control y Prevención de la Enfermedad de Estados Unidos, por causa del choking game entre 1995 y 2007 se produjeron en ese país 82 muertes de niños y adolescentes de entre 6 y 19 años. La edad más frecuente fue de 13, como en el caso argentino. “El uso de una ligadura jugando en solitario parece ser una práctica nueva que puede ser letal”, dice el estudio norteamericano. El 87 por ciento fueron varones.
En el caso de Salta, llama la atención una especie de hermandad femenina. Fiorella, Lucía y Macarena eran compañeras de la misma clase de la Escuela de Comercio 5009 Nuestra Señora del Rosario. También, es notable que sus muertes se produjeron lejos de la mirada de los otros, lo que las acercaría al intento liso y llano de cometer un suicidio. Mariela Macri, socióloga especialista de Infancia, Adolescencia y Juventud del Instituto de Investigación Gino Germani (UBA), dice que las muertes resuenan en lo que Emile Durkheim en el siglo XIX llamó “suicidio anómico”. “Al tipificar ese tipo de suicidio –dice Macri–, Durkheim anticipó uno de los males de las sociedades modernas, la anomia. Vale decir, la carencia de significado de las normas imperantes en momentos de crisis económicas, morales, religiosas, que coloca al individuo en situaciones de terrible angustia.”
En antiguos programas de televisión, faquires, trapecistas y magos exhibían sus proezas mientras que una voz estentórea advertía de no replicar el acto “en sus casas”. En la televisión argentina de los ’90, el mentalista Tu Sam dejó huella del peligro inminente de sus espectáculos con la frase “Puede fallar”. Por entonces, jugar con la vida era una condición profesional. Rosario de la Frontera parecería traer al ruedo la banalidad de la muerte. El perito psiquiatra Alfredo Feijóo dice que estas muertes tienen las características del homicidio preterintencional. “No hay plena intención de morir, pero lo logran”. La borrachera autodestructiva, la carrera al filo del accidente, el brebaje drogadicto pueden fallar. Y fallan.
Estética del límite. A propósito del desastre nuclear de Chernobyl en 1986, el sociólogo alemán Ulrich Beck planteó en La Sociedad del Riesgo que la humanidad había entrado en una era donde los riesgos sociales serían incontrolables e imprevisibles para el sistema político.
A pesar del tino de la teoría, no logró imaginar los anticuerpos tanáticos que desarrollaría la condición posmoderna. La sustracción del cuerpo de la experiencia vital fue maximizada por unas tecnologías cada vez más endogámicas, en la que internet brilla. O apaga. Hay algo irredento en los cuerpos de los chicos que se ahorcaron en Rosario de la Frontera. Como si no hubiesen temido al sufrimiento de una muerte en cámara lenta. “La sociedad occidental ha privilegiado la distancia física y la mirada por encima de cualquier otro sentido”, dice la periodista española Asunción Bernárdez Rodal (http://eprints.ucm.es/10408/). Y sigue: “En la negación de los otros sentidos parece latir el deseo de olvidar el cuerpo como algo perecedero y precario, que sólo aparece en momentos límite de dolor, placer, sexualidad, fatiga, heridas, etcétera”.
Bernárdez apunta a una visión siniestra de lo orgánico, la pulsión de un “cuerpo extremo”, al borde su límite vital, como contrapartida del cuidado extremo del cuerpo, una vida de operaciones estéticas, maquillaje y fitness. “Lo arriesgado, lo audaz y la excitación perpetua se logran luchando contra el propio cuerpo. Se trata de superar los límites corpóreos y todo el sufrimiento corporal que la sociedad se niega a aceptar, la presencia de la muerte, la decadencia física, encuentran así una nueva vía de expresión. (...) Ese sentirse ‘como una cosa’ en un continuo estado de trance, es la materia básica para llevar a la práctica una estética del límite, que consiste en ‘hacer como si la muerte no existiese o no tuviera ninguna importancia’.”
La Policía investiga si existe un patrón de conducta inducido en la serie de muertes de Rosario de la Frontera. Aparentemente, fueron promovidos vía correo electrónico o por internet. La secretaria de Salud Mental de la provincia de Salta, Claudia Román Ru, explicó que en esa ciudad puede haber “situaciones de exclusión” vinculadas a “falta de incentivos o posibilidades hacia el futuro”.
Adultos escondidos. En la marcha del viernes en Rosario de la Frontera había un cartel que la definía: “Por la familia”. Hay una sospecha pública que entiende a los suicidios como síntoma de la crisis familiar. En todo caso, como un producto del cortocircuito entre adolescentes y adultos, donde se enmarca también la crisis de la escuela.
“Los adultos le están exigiendo cosas a los chicos que cuando eran adolescentes no se exigían a ellos mismos”, dice Abraham Gak, ex rector del colegio Carlos Pellegrini. “Están convencidos de que ese niño necesita recibir órdenes pertinentes de cómo tiene que actuar. Piensan que llega a la escuela con la cabeza vacía. Después, la realidad se cobra esa subestimación.”
Gak no desconoce la injerencia de internet en el caso de Rosario de la Frontera. “Con internet, el emisario pierde el dominio sobre lo que escribe. El niño llega a la escuela con un montón de conocimientos. Pero no sólo por la Red o la televisión. ¡La ciudad es la que les habla! Se forman una percepción del mundo, en general errada, pero sin dudas que no ingenua o baladí.”
Para Mariela Macri, lo que sucede en Rosario de la Frontera es una consecuencia extrema de “la soledad que experimentan los chicos hoy también en la escuela.” Macri argumenta que “los profesores están desbordados, imposibilitados de contener a los pibes. Rara vez son figuras promisorias. Los chicos están diciendo ‘¡regístrennos, estamos acá!’”.
Las muertes en Rosario de la Frontera indican una emergencia social. La soga es el auto a 200 kilómetros por hora. La corbata es el balde de alcohol. El lazo son la pastillas de todos los colores, juntas.
PUEBLO CHICO
La secretaria de Salud Mental y Abordaje Integral de los Adicciones de Salta, Claudia Román Ru aseguró que el denominado juego de la muerte llamado el ahorcadito “fue un desencadenante” de los suicidios de los adolescentes en Rosario de la Frontera, aunque advirtió que “la situación es más compleja”.
El Juez de Instrucción Formal de Segunda Nominación del Distrito Judicial de Metán, Mario Dilascio, recibirá desde mañana los testimonios de familiares y amigos de los jóvenes que se suicidaron.
Dilascio dispuso tramitar todos los casos en el marco de una misma causa, que pasó a denominarse “Informe Comisaría de Rosario de la Frontera sobre suicidios”.
Indagará acerca de una posible conexión entre todos los hechos.
Según se informó, en la causa aún no hay imputados y desde que el magistrado se hizo cargo de ella dispuso el secuestro de los aparatos celulares de las víctimas.
Se sospecha que un profesor de hip hop de los chicos actuó podría haber actuado como un instigador a que los chicos se suiciden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario