domingo, 18 de julio de 2010

UNA CRUZADA POLICIAL POR EL ORDEN, QUE CONSISTE EN VIOLACIONES Y GOLPIZAS




La Bonaerense de Daniel Scioli y de su ministro de Seguridad y Justicia, Ricardo Casal, suma día a día denuncias de brutalidad de sus uniformados. Las víctimas pertenecen a grupos vulnerables.


Por Laureano Barrera

Daniel Scioli y su ministro de Seguridad y Justicia, Ricardo Casal, agudizan sus sentidos en la cruzada sin tregua contra el delito: el jueves pasado, durante el discurso de egreso de 332 cadetes de la Escuela de Policía Juan Vucetich, el gobernador anunció la última medida, un derroche de maximización de recursos y creatividad: “Hemos sumado personal retirado del Servicio Penitenciario a la custodia de edificios públicos. Esto nos permite poner 300 nuevos agentes en las calles”, dijo. Y destacó el orgullo que le producía que se sumaran a una policía “comprometida, valiente, moderna y más atenta que nunca a las demandas de la población”. Curioso: ese último mes, su “nueva policía” se había cobrado nuevas víctimas, todas de grupos vulnerables.
Caso I: limpiavidrios, joven y pobre. V.E.G. tenía todos los boletos, pero no esperaba cobrar el domingo 27 de junio a las 9, dormido en un banco de la plaza San Martín, justo enfrente a la Casa de Gobierno. Se le acercaron dos tipos: uno uniformado y otro de civil.
–A ver flaco, que acá no se puede dormir la concha de tu madre.
Ya los conocía: eran de la comisaría 1ª. En los meses anteriores, cuando pasaba las noches en la explanada del Teatro Argentino con otros pibes, los amenazaban cada dos por tres con prenderlos fuego y “armarles una causa”, si no robaban para ellos. El joven les pidió que lo trataran bien. Uno le respondió con un cachetazo. El segundo completó con una piña que lo mandó al suelo. Después vinieron las patadas en la cara y el pecho, y más puñetazos. V.E.G. se palpó sangre que le salía del ojo y se hizo lo más bolita que pudo para protegerse. Le dieron leña entre 5 y 10 minutos. Después, sin decir nada, se fueron.
En el Comité Contra la Tortura, donde V.E.G. relató estos hechos, una médica constató las heridas que ya había certificado una colega del San Juan de Dios. En la guardia del Hospital Rossi, un oftalmólogo “que trabaja para y con la policía” (según el testimonio de un enfermero) no había querido atenderlo. “Estaba hecho pedazos. Le dolían las costillas y tenía hematomas en los dos ojos, uno de tan hinchado no podía abrirlo”, contó el coordinador del comité, Roberto Cipriano. Presentaron la denuncia en la UFI 5, acompañada de una descripción detallada de los agresores y una foto de prensa en la que el joven reconoce a uno de ellos. Todo parece apuntar al jefe de la Brigada de Calle de la comisaría 1ª. V.E.G. se gana el mango limpiando vidrios. Hace poco viajó seis meses por el interior malabareando en los semáforos: contó que en ningún lado la pasó tan mal como con la muchachada de la 1ª, a cargo del comisario Daniel Piqué.
Caso II: transexual. Vanesa Cuello es transexual. Volvía con un amigo de un cumpleaños en Berisso de un compañero del Bachillerato Popular Bartolina Sisa. Un móvil de la comisaría 4ª de Villa Argüello hizo parar al taxi. Los hicieron bajar y les pidieron el DNI. A su amigo peruano –el hermano de Sandra Ayala Gamboa, asesinada y sin culpables hace más de 3 años en el Ministerio de Economía– le dijeron de todo. A Vanesa iba a palparla una mujer. Al ver que en su documento figuraba su nombre de varón, su compañero dijo:
–Dejá, de este puto me encargo yo.
La llevaron a la seccional, donde la golpearon y la obligaron a hacerle sexo oral a dos de ellos. Para sacarse de encima al tercero, llena de miedo y de nervios, le dio su número de celular. Como no los atendió los días siguientes, empezaron a amenazarla. “No hay que perder de vista que no sólo es un caso de represión policial, sino de transfobia, porque se ensañaron con ella cuando vieron que era trans ”, aclara Claudia Vásquez Haro, directora del Observatorio de Comunicación, Géneros y DD.HH. de la Facultad de Periodismo.
Vanesa hizo la denuncia en la UFI 4 de Fernando Cartasegna. La causa casi no se movía. El 29 de junio, organizaciones sociales y compañeros hicieron un escrache en la puerta de la comisaría. “Fui, humillada, maltratada, denigrada, abusada –dijo–.Te destruyen psicológicamente, te cagan la vida.” Con la repercusión mediática la investigación se desperezó. El taxista testimonió y coincidió con el relato de Vanesa. Hubo filmaciones en la comisaría y se identificó a Aníbal Mercado, el que más golpeaba. Los policías que declararon se contradijeron, y los otros seis cómplices estarían identificados. “Estuve declarando tres horas en Asuntos Internos; les abrieron un expediente”, contó Vanesa a Miradas al Sur. Todavía recuerda cuando le decía a su hijo, en las marchas contra el Código Contravencional de Scioli: “Ahora les toca a ustedes, yo soy grande, ya nada me puede pasar”.
Caso III: mujer, joven y humilde. El pequeño revuelo que armó Vanesa animó a Antonella Sosa, víctima de otra violación, a hacer público su caso. La joven de 18 años iba en su bicicleta al nocturno que está cerca de su casa, por el barrio del Cementerio. Una camioneta patrullera la cruza y dos policías le dijeron que tenía que salir de testigo en un accidente. En algún momento Antonella dudó, y se negó. Lo que siguió es un revival a un pasado tenebroso: la metieron de prepo en el móvil y se la llevaron unos kilómetros, cerca del Destacamento de Arana, donde funcionó un centro de torturas. Uno de los dos usó una llave y abrió una casa abandonada: había una silla, un colchón y un elástico para atarla. Con la reglamentaria en la cien, se turnaron para violarla. La vejación la prolongaron con sarcasmo las dos oficiales que le tomaron la denuncia durante seis horas en la DDI. Aturdida, Antonella dudó si la violación había sido miércoles o jueves. En el acta pusieron jueves. Este dato es clave para su abogado, Fabián Musto, que cuando asumió su defensa no fue recibido por la fiscal del caso, Leila Aguilar. “Cuando hacen el rastreo satelital, lo hacen sobre el jueves: ese día hubo un Corsa, no un patrullero, con un masculino y un femenino. Pero ya está comprobado con sus docentes que el hecho fue el miércoles: fue el día que faltó al colegio.” Mañana Antonella dirá en ampliación que fue el miércoles. Musto tiene la esperanza que un nuevo rastreo identifique a los policías violadores.
La violencia policial crece en la capital de la provincia. Pero ni Casal ni el gobernador se han acercado a las víctimas. La semana pasada, dos empleados fueron despedidos de Radio Provincia por “reestructuración”. El día anterior, uno de ellos había hecho tartamudear al aire al superministro preguntándole por Luciano Arruga.

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