lunes, 7 de mayo de 2012

A 75 AÑOS, EL HINDEMBURG SIGUE SIENDO UN MISTERIO

La dramática destrucción del zepelín alemán, el 6 de mayo de 1937, en los Estados Unidos, se equipara con el hundimiento del Titanic.

Fue el mayor dirigible del mundo y un orgullo de la ingeniería. Hace 75 años, en la tarde del 6 de mayo de 1937, el zepelín Hindenburg explotaba sobre la localidad estadounidense de Lakehurst, poniendo fin a una era.
Las imágenes del dirigible en llamas, así como la descripción en vivo de un lloroso reportero de radio, quedaron grabadas para siempre en el imaginario colectivo, como lo hizo el hundimiento de su par en el agua, el Titanic, hace más de un siglo. “Es tan horrible, la peor catástrofe del mundo”, sostuvo el periodista, para ahogar un sollozo y pronunciar la frase que lo volvería famoso en los Estados Unidos: “Oh, the humanity”. Ahora los dos gigantes, el Titanic y el Hindenburg, protagonizan la muestra “Fire and Ice” en el Museo Smithsonian de la ciudad de Washington, donde se exhiben más de 50 objetos sobre estas dos grandes tragedias del siglo XX.
El Hindenburg tenía 245 metros de largo, tres veces y media más que un jumbo, casi igual de largo que el Titanic, y había sido concebido para 50 pasajeros. Cada vez que uno de estos colosos se elevaba lento y majestuoso hacia el cielo, una multitud se congregaba a ver el fenómeno. En realidad su lentitud no era tal. Con una velocidad de 100 kilómetros por hora eran tres veces más rápidos que un crucero a vapor y casi igual de grande.
Hasta hoy se desconocen las causas del incendio. La mayoría de los expertos cree que una descarga electrostática inflamó el gas y desacreditan las teorías conspirativas que apuntan a una bomba puesta por los nazis. No fue ni el primer ni el peor accidente de un dirigible. Pero marcó el fin de su esplendor. Poco después, la ya desaparecida aerolínea Pan Am comenzaba a ofrecer un servicio de vuelos regulares transatlánticos de correo y pasajeros con hidroaviones mucho más rápidos y menos peligrosos.<
 
SU NOMBRE. No sólo en Alemania había dirigibles, pero los germanos fueron los que más se especializaron. Su nombre deriva del duque Ferdinand von Zeppelin, el encargado de desarrollar el modelo para comercializar, aunque no su verdadero creador.

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