lunes, 7 de mayo de 2012

EVITA, Y LA VERDADERA RAZON DE SU VIDA EN SU PUEBLO DE LOS TOLDOS

El Instituto Nacional Eva Perón presenta una investigación que, a través de diversos testimonios orales de sus contemporáneos en su tierra natal, da respuesta a interrogantes sobre su nacimiento y sus primeros años

Por: Ivana Romero

Ercilia Fidelina Gatti recuerda que doña Juana Ibarguren, la madre de Evita, era una mujer hermosa, “toda una matrona con ese pelo blanco, vestida siempre de negro, elegante”. Es que la madre de Ercilia trabajó junto a Juana, las dos modistas, durante los años en que la mujer y sus cinco hijos vivieron en Los Toldos. Ercilia no recuerda a Eva de niña, porque al poco tiempo, tras la muerte de Juan Duarte en 1926, la familia se fue a Junín. Pero ella asegura que Eva nació en Los Toldos en 1919 y no en Junín, como mucha historia oficial aseguró durante años. “Ahora yo no sé por qué tuvieron que romper la hoja del registro que acreditaba que Evita había nacido en Los Toldos”, dice. Y agrega que el responsable de hacer eso fue un hombre, Felipe Díaz, a quien en Los Toldos le decían ‘Otoño’. “¿Por qué?”, preguntan sus dos interlocutores, del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón. “Porque arrancó la hoja”, responde Ercilia.
El humor y el sentido de pertenencia a un pueblo que subyacen en la voz de esta mujer evidencian que por debajo de los grandes relatos, asoman los detalles, las anécdotas más íntimas. A lo largo del tiempo esas voces cobran relevancia porque permiten dar una versión más compleja –y más rica– de la historia. Ese es el objetivo de Evita de Los Toldos. Testimonios de vida, un libro que recoge referencias sobre la infancia de Eva en esa localidad bonaerense.
Se trata de un trabajo que realizó el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón con colaboración del Archivo Histórico de la provincia de Buenos Aires Dr. Ricardo Levene. Además de la palabra de Ercilia, se recogen las voces de Elena Valente, primera hermana de Evita; Carlos Mac Donnell, abogado e historiador toldense; Irma Brandenman, compañera de colegio de las hermanas Duarte, y Ángel Tresols, cuya madre fue amiga de Juana. Además, incluye las memorias de Erminda Duarte, hermana de Eva, y un anexo fotográfico con material de la época. “Nos interesó conocer la memoria del pueblo que supo acompañarla en sus primeros años de vida, no para encontrar ‘la verdad’ de los hechos”, explica la licenciada Alicia Renzi, vicepresidenta del Instituto.
“Este libro atesora testimonios muy interesantes que hablan de Evita en Los Toldos. La recuerdan como hermana, como amiga, como compañera de juego o como vecina. La recuerdan como María Eva, como niña, como alumna”, cuenta Cristina Álvarez Rodríguez, presidenta del Instituto. En ese sentido Alicia Renzi, vicepresidenta del organismo, aclara que no se trata de encontrar “la verdad” de los hechos sino de “bucear en los recuerdos, los olvidos, las omisiones” de personas que conocieron a Eva o su familia durante los primeros años y así contribuir con más fuentes al conocimiento de su figura.
Este trabajo tiene un estudio preliminar a cargo del historiador Pablo Vázquez, quien consultado por este diario apunta: “La construcción de la figura de Eva es una construcción política. De ahí que ella misma haya decidido privilegiar sus años junto a Perón en la construcción de un proyecto social y político más que su vida personal previa.” Sin embargo, Vázquez rescata fragmentos de La razón de mi vida, donde Eva escribe que de chica tuvo muchos días tristes al advertir “que en el mundo había pobres y había ricos” y que dedicó todos sus esfuerzos a vencer esa injusticia, que no obedecía a un orden “natural” como había pensando en su primera infancia. “Muchas veces, la infancia de Eva fue utilizada para atacarla o cuestionarla pero ahora, en un momento donde el país recupera una corriente historiográfica nacional, popular y federalista, es posible dejar en claro unas cuantas inexactitudes”, agrega.
En ese sentido, en el libro, el historiador Mac Donnell explica el equívoco sobre el lugar de nacimiento de Eva. Ella se vio “en la necesidad de ser anotada como hija legítima nacida en Junín” porque a Perón las Fuerzas Armadas “no le daban autorización a casarse” si Eva figuraba como hija natural.
Además de este dato, los textos devuelven la real dimensión histórica de Evita como una joven bonaerense cargada de ilusiones que nunca olvidó las injusticias de clase y con los años cambió la realidad argentina junto a Perón. <
En el Museo Evita
Presentación. El libro Evita de Los Toldos se presentó ayer en el stand de Presidencia de la Nación de la Feria del Libro y se presenta hoy a las 18:30 en el Museo Evita, Lafinur 2988. De la actividad participarán las autoridades del Instituto, del Archivo Histórico y el historiador Pablo Vázquez.
El recuerdo de su hermana Erminda
“¿Te acuerdas que mamá no podía comprarnos juguetes? Una máquina de coser y ella, trabajando desde la mañana hasta pasada la medianoche, cubrían nuestras necesidades. Remplazábamos el juguete con el mundo mágico de la naturaleza. (…) Pero de pronto fueron las vísperas de Reyes. A los Reyes Magos sí les podías pedir un juguete bellísimo. El cielo no es mezquino (…) y pediste con fervor: una muñeca de gran tamaño. La noche de aquel lejano 5 de enero dormiste sin reposo (…) a la mañana corriste en busca de tus zapatos dejados en la ventana y la viste. Era altísima y realmente bella. Pero tenía una pierna rota. Mamá te explicó que se había caído de los camellos, y de ahí su mutilación. (…) Pero no te explicó que había adquirido la muñeca casi por nada, justamente a causa de esa rotura. Pero te dijo que los Reyes Magos te la habían traído para que la cuidaras. Una misión dulcísima. Elisa le hizo un vestido largo, casi hasta el suelo, para que no se le notara la rotura de la pierna, y con su nuevo atavío la llevábamos a pasear, una de cada mano. Cumplías tu misión con fervor y también con alegría y en aquella época a nada te dedicaste tanto. Sentiste aquella invalidez como si se tratara de un ser humano aunque era un juguete. Y estoy segura que con el correr de los años, muchas veces, al socorrer a alguien, quizás a un niño enfermo, te acordaste de tu muñeca renga. ¿Tembló su imagen en el fondo de tus recuerdos la vez que un chico inválido, llevado a la Secretaría de Trabajo en brazos de su padre, te pedía con los ojos que lo ayudaras a caminar? Es que los hechos de la infancia son como raíces, que no se ven pero continúan nutriéndonos.”

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