Entrevista a Margarita Gutman, especialista en historia urbana.
Por Miguel Russo
Antes que los mil veces citados versos finales del poema de Borges (“no nos une el amor, sino el espanto”) con los cuales se retrató la relación de los porteños con su hábitat, convendría a una semana de las elecciones a jefe de Gobierno, recurrir a los versos iniciales para obtener la relación autoridades-Capital: “Y la Ciudad, ahora, es como un plano de mis humillaciones y fracasos”.
La Ciudad es un enigma: sus relatos, sus formas de articularlo. Y la arquitecta e investigadora Margarita Gutman reúne los suficientes títulos como para ser una de las voces más atendibles a la hora de tratar de comprender ese enigma. Pero, además, acaba de publicar su monumental Buenos Aires. El poder de la anticipación, donde bucea en las imágenes con que en el Centenario se pensaba el futuro de la Metrópolis. Entonces, es mejor escucharla: “Para saber cuáles el relato que se construye sobre la Ciudad hay que tener en cuenta quién lo construye, quién lo articula y qué voces se escuchan para articularlo”.
–Los medios, de una manera u otra, seleccionan esos hechos y los vuelven a narrar.
–Ningún relato es original ni empieza de la nada. Se incorporan hechos desde una cierta perspectiva que marca la experiencia de quien la hace. Mi maestro Jorge Enrique Hardoy decía que se ve lo que se conoce y solamente cuando se conoce se puede valorar.
–¿Qué marca la diferencia de los valores?
–Las líneas políticas son la expresión de una ideología y esa ideología está basada en maneras de ver e interpretar el mundo y maneras de actuar ante él. En la construcción tenemos quién lo hace seleccionando en base a qué. Eso arma líneas y constelaciones diferentes, nunca lineales. En la Ciudad, se da la interconexión de todos los elementos de la vía social: un espacio percibido (el material, lo que tocamos), uno mental (lo que se imagina, lo que se anticipa, lo que proyecta) y uno vivido que es donde se da todo. La clave para poder hacer una interpretación es saber evaluar qué variables ser miran y qué variables se ignoran.
–La realidad entre la Ciudad del Centenario y ésta en la que se vota el domingo, ¿muestra dos modelos distintos?
–Había sistemas de valores distintos. En 1910, los partidos políticos, los movimientos sociales, el anarquismo y el socialismo tenían su voz, su periódico. Pero la voz que se escuchaba generando el relato era la voz de los funcionarios del poder que articulaban un relato de la Ciudad que era consumido por gente que tenía muy poca voz. Hoy se marca la posibilidad de escuchar voces menos hegemónicas en cuanto a un relato con poder. Si bien internet deja mucha gente desenganchada, quizás los que más necesitarían estar allí, articulando su voz, de hecho hay muchas más posibilidades de salir a un ámbito público, más allá de la calle. La unidireccional del mensaje se complejizó. Internet no es un espacio democrático: es una red y hay nodos con más poder que otros. Así y todo, la revolución tecnológica produjo más lugares donde escucharse más voces.
–Eso es en relación a quiénes hablan. ¿Y con respecto a quiénes escuchan?
–La Ciudad no está definida por lo que opinan los planificadores, los médicos, los arquitectos. Se quejan, pero muchas veces hablan para que no los escuche nadie. El asunto es ver cómo se hace para garantizar que esas voces hablen claro y lleguen a todos. La Ciudad es un organismo que tiene complejísimas mediaciones. La imaginación del futuro define las acciones que se hacen en el presente. No importa si se acertó o no, es otra línea de pensamiento. Pero las expectativas a futuro definen cuáles son las transformaciones que se hacen en el presente. Llegar a esa imaginación popular es una tarea ardua. Las revistas del Centenario (de enorme popularidad, de tremendas tiradas) tenían mucho material de anticipaciones del futuro sobre la ciudad. Y se constituían en lugar donde la población metropolitana se veía reflejada y en parte aprendía cómo vivir en esa ciudad a la que muchos recién llegaban. Poniendo esos dos campos en conexión, comprendí que faltaban cosas.
–Por ejemplo.
–Las utopías: pocas pero que estaban allí. Lo que pensaban los intelectuales. Y el futurismo, mucho antes de que los primeros futuristas comenzaran con sus manifiestos. Y estaba la cuestión tecnológica. La idea de progreso y el momento anterior a la guerra hacían que se considerara que el futuro estaba a la vuelta de la esquina. Y que era feliz, sin contradicciones, donde todo se iba a resolver en base al desarrollo de la tecnología, que traía un tipo de energía gratis para todos. Era un mundo donde todo iba a ir bien. Si lo comparamos con la Ciudad de hoy, comprendemos que para llegar a esas voces que no tienen el canal adecuado para transmitirlas, no hay instrumentos afinados. El corpus de las revistas limitaba la información y permitía medirla y estudiarla; Internet es casi infinito, pero a su vez hace diferente la condición de la Ciudad de hoy.
–¿Y en función a quién recoge esa información?
–Cuando las diferentes agrupaciones se lanzan a la conquista del voto en la Ciudad, están armando una propuesta en base a la comprensión de qué es la Ciudad. Para la comprensión de la Ciudad toman atajos, ideas y supuestos preexistentes. Nadie les pide que se tomen el trabajo de investigación de 10 años. Pero deberían hacerlo. Hay mucho instalado en este país (intelectuales, científicos, sociólogos de primer nivel): falta saber cómo hacer para que expresen una propuesta viable.
Antes que los mil veces citados versos finales del poema de Borges (“no nos une el amor, sino el espanto”) con los cuales se retrató la relación de los porteños con su hábitat, convendría a una semana de las elecciones a jefe de Gobierno, recurrir a los versos iniciales para obtener la relación autoridades-Capital: “Y la Ciudad, ahora, es como un plano de mis humillaciones y fracasos”.
La Ciudad es un enigma: sus relatos, sus formas de articularlo. Y la arquitecta e investigadora Margarita Gutman reúne los suficientes títulos como para ser una de las voces más atendibles a la hora de tratar de comprender ese enigma. Pero, además, acaba de publicar su monumental Buenos Aires. El poder de la anticipación, donde bucea en las imágenes con que en el Centenario se pensaba el futuro de la Metrópolis. Entonces, es mejor escucharla: “Para saber cuáles el relato que se construye sobre la Ciudad hay que tener en cuenta quién lo construye, quién lo articula y qué voces se escuchan para articularlo”.
–Los medios, de una manera u otra, seleccionan esos hechos y los vuelven a narrar.
–Ningún relato es original ni empieza de la nada. Se incorporan hechos desde una cierta perspectiva que marca la experiencia de quien la hace. Mi maestro Jorge Enrique Hardoy decía que se ve lo que se conoce y solamente cuando se conoce se puede valorar.
–¿Qué marca la diferencia de los valores?
–Las líneas políticas son la expresión de una ideología y esa ideología está basada en maneras de ver e interpretar el mundo y maneras de actuar ante él. En la construcción tenemos quién lo hace seleccionando en base a qué. Eso arma líneas y constelaciones diferentes, nunca lineales. En la Ciudad, se da la interconexión de todos los elementos de la vía social: un espacio percibido (el material, lo que tocamos), uno mental (lo que se imagina, lo que se anticipa, lo que proyecta) y uno vivido que es donde se da todo. La clave para poder hacer una interpretación es saber evaluar qué variables ser miran y qué variables se ignoran.
–La realidad entre la Ciudad del Centenario y ésta en la que se vota el domingo, ¿muestra dos modelos distintos?
–Había sistemas de valores distintos. En 1910, los partidos políticos, los movimientos sociales, el anarquismo y el socialismo tenían su voz, su periódico. Pero la voz que se escuchaba generando el relato era la voz de los funcionarios del poder que articulaban un relato de la Ciudad que era consumido por gente que tenía muy poca voz. Hoy se marca la posibilidad de escuchar voces menos hegemónicas en cuanto a un relato con poder. Si bien internet deja mucha gente desenganchada, quizás los que más necesitarían estar allí, articulando su voz, de hecho hay muchas más posibilidades de salir a un ámbito público, más allá de la calle. La unidireccional del mensaje se complejizó. Internet no es un espacio democrático: es una red y hay nodos con más poder que otros. Así y todo, la revolución tecnológica produjo más lugares donde escucharse más voces.
–Eso es en relación a quiénes hablan. ¿Y con respecto a quiénes escuchan?
–La Ciudad no está definida por lo que opinan los planificadores, los médicos, los arquitectos. Se quejan, pero muchas veces hablan para que no los escuche nadie. El asunto es ver cómo se hace para garantizar que esas voces hablen claro y lleguen a todos. La Ciudad es un organismo que tiene complejísimas mediaciones. La imaginación del futuro define las acciones que se hacen en el presente. No importa si se acertó o no, es otra línea de pensamiento. Pero las expectativas a futuro definen cuáles son las transformaciones que se hacen en el presente. Llegar a esa imaginación popular es una tarea ardua. Las revistas del Centenario (de enorme popularidad, de tremendas tiradas) tenían mucho material de anticipaciones del futuro sobre la ciudad. Y se constituían en lugar donde la población metropolitana se veía reflejada y en parte aprendía cómo vivir en esa ciudad a la que muchos recién llegaban. Poniendo esos dos campos en conexión, comprendí que faltaban cosas.
–Por ejemplo.
–Las utopías: pocas pero que estaban allí. Lo que pensaban los intelectuales. Y el futurismo, mucho antes de que los primeros futuristas comenzaran con sus manifiestos. Y estaba la cuestión tecnológica. La idea de progreso y el momento anterior a la guerra hacían que se considerara que el futuro estaba a la vuelta de la esquina. Y que era feliz, sin contradicciones, donde todo se iba a resolver en base al desarrollo de la tecnología, que traía un tipo de energía gratis para todos. Era un mundo donde todo iba a ir bien. Si lo comparamos con la Ciudad de hoy, comprendemos que para llegar a esas voces que no tienen el canal adecuado para transmitirlas, no hay instrumentos afinados. El corpus de las revistas limitaba la información y permitía medirla y estudiarla; Internet es casi infinito, pero a su vez hace diferente la condición de la Ciudad de hoy.
–¿Y en función a quién recoge esa información?
–Cuando las diferentes agrupaciones se lanzan a la conquista del voto en la Ciudad, están armando una propuesta en base a la comprensión de qué es la Ciudad. Para la comprensión de la Ciudad toman atajos, ideas y supuestos preexistentes. Nadie les pide que se tomen el trabajo de investigación de 10 años. Pero deberían hacerlo. Hay mucho instalado en este país (intelectuales, científicos, sociólogos de primer nivel): falta saber cómo hacer para que expresen una propuesta viable.
Título: Buenos Aires. El poder de la anticipación
Editorial: Ediciones Infinito.
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