domingo, 28 de agosto de 2011

ENTENDER EL PASADO PARA COMPRENDER EL PRESENTE



Por Mónica López Ocón


Norberto Galasso, acaba de publicar una obra monumental en dos tomos, Historia de la Argentina, que abarca desde los pueblos originarios hasta el kirchnerismo. Diálogo con un historiador que relee el pasado desde una perspectiva nacional y popular.


Yo no me acerqué a la Historia porque me interesara –confiesa el historiador Norberto Galasso–, sino porque comencé a militar políticamente y no entendía nada. A los 22 años fui a la fábrica Royal, la que hace los flanes, y le dije a uno de los trabajadores: ‘Por favor, póngame en contacto con uno de los obreros socialistas, que yo he leído algo sobre socialismo y quiero intercambiar ideas.’ El hombre me contestó: ‘De esa mercadería no hay acá, no existe. Acá los obreros son todos peronistas.’ Mis tíos eran socialistas y yo había leído que los obreros tenían que ser socialistas. Tuve que admitir que no entendía nada y como no entendía nada me puse a estudiar historia para tratar de entender en qué país estaba y no volver a hacer papelones. El hombre, que me vio perplejo, me dijo: ‘Véngase un día por casa, nos tomamos un vasito de querosén –le decía así al vino tinto– y yo le voy a explicar lo que ha pasado, por qué en la Royal no hay socialistas ni comunistas, sino que son todos peronistas.’ La vida se contradecía con los libros porque los libros estaban mal escritos.”En su estudio el tiempo parece detenerse para dejarse interrogar por él. Los anaqueles repletos sucumben al peso de los libros, las carpetas y los diarios acumulados durante años de trabajo. Él se mueve con familiaridad entre ese mundo de papeles. Nunca levanta la voz y se nota que trabaja con la minucia y la modestia de un contador que sólo se dedica a poner en orden las facturas atrasadas de la Historia. Quizá sea porque hasta 1999 llevó la contabilidad de los negocios del barrio en que vive. “El contador es casi un sacerdote –dice–. Aunque los clientes a uno no le cuenten todo, tienen que contar muchas de las cosas que hacen con sus finanzas. Yo trabajaba con negocios pequeños, con dos o tres empleados. Algunos empleadores los denigraban diciendo que trabajaban poco, que eran unos negritos que no servían para nada, mientras ellos se presentaban como personas íntegras. Sin embargo, cuando terminaba la conversación, íbamos a los papeles y había que pagar el IVA, me decían: ‘Le traje esta factura, que es trucha, para rebajar el impuesto’.”Luego de toda una vida dedicada a releer el pasado histórico, acaba de publicar una obra monumental: Historia de la Argentina que abarca desde los pueblos originarios hasta el tiempo de los Kirchner. Afirma que con esta publicación en dos volúmenes aspira a contrarrestar la influencia de los profesores que siguen repitiendo “las mismas cosas viejas de siempre”.-¿Qué implica escribir un libro tan abarcativo como el que acaba de publicar? ¿Cómo fue su escritura?–Yo vengo dando charlas de historia argentina desde hace bastante tiempo, primero en el Centro Cultural Felipe Varela, luego el Discépolo y también en otros lugares. Eso es un buen entrenamiento. Además, hice varias biografías, de Perón, de San Martín, es decir que tomaba determinados períodos poniendo el acento en lo biográfico. Lo que advertía entonces y advierto en la actualidad es que hay muchos casos de historiadores que toman períodos breves y profundizan sobre ellos. Pero resulta que cuando se omite lo anterior y lo posterior, ese período a veces no queda bien explicado porque los personajes involucrados anterior o posteriormente actúan de otro modo. Esto me llevó a la convicción de que era necesario intentar una visión general. –¿Podría darme un ejemplo?–Por ejemplo, en el libro yo hago un comentario sobre los hombres de 1852 que fueron antimitristas y que estuvieron contra la Guerra del Paraguay. Cuando llega Sarmiento, sin embargo, tienen más prudencia, porque Sarmiento era alguien distinto de Mitre, no se puede simplificar. Cuando llega el ’80, algunos de ellos eran autonomistas. Muchos historiadores descalifican totalmente al partido autonomista y, sin embargo, en él hay figuras importantes, algunas de las cuales, ya en aquel tiempo, llegan a hablar de que la Argentina sería una granja e Inglaterra, un taller, algo que realmente ha sucedido. –¿A qué personaje se refiere?–Eso lo dice Carlos Pellegrini, generalmente considerado como un conservador. Eso a mí me ha llevado a interesarme, por ejemplo, por dónde fue la gente que estuvo con Dorrego. Los dorreguistas son una experiencia anterior al alsinismo. A pesar de que Rosas tiene una influencia patriarcal sobre los sectores de los suburbios, esos sectores, de los compadres –don Hipólito fue medio compadre también– se expresan en Adolfo Alsina, que era amigo de Juan Moreira y que tenía su prestigio. Iba a visitar a las regentas de los prostíbulos.–Hoy algunos medios periodísticos hablarían del “puticlub” de Alsina.–Sí, lo que se dijo del juez Zaffaroni fue algo indignante, una campaña orquestada para golpear. Volviendo a los alsinistas, muchos de ellos, como Eduardo Wilde, que escribe un artículo, “Los descamisados”. Dice: “Nosotros somos los descamisados y tenemos orgullo de ser los descamisados”. Y aclara: “Somos descamisados porque Mitre nos robó la camisa”, es decir, tienen una actitud bastante interesante en un momento en que Mitre era la expresión de la clase dominante. Después el propio Wilde dice que el Partido Autonomista se “mitrifica”. El trazo largo de la historia permite comprobar cómo a veces los acontecimientos y los personajes se modifican y explicar las conexiones. Del alsinismo va a salir Yrigoyen que, en gran medida, va a tener su base en la gente del suburbio, mucho más que Alem. Yrigoyen va a ser un constructor político. De allí saldrán lo que serán los descamisados de Perón. Mi idea es que hay que enseñar una historia en que se marquen como rasgos generales estos aspectos. A partir de que llega Mitre al poder comienza a conformarse una élite pro británica, con grandes estancias, grandes derroches. Eso no lo dice Biolcati, pero esa élite tenía una ganancia fabulosa, como la que tiene ahora, que dilapidó en Europa. Esa élite no invirtió en la industria, era una clase parasitaria que repite ahora la misma actitud de insaciable. Hoy, tienen grandes pedidos internacionales y bajos costos pero no aceptan que les pongan retenciones, porque quieren la totalidad de las ganancias para ellos. Ganancias que en gran medida se deben a que tienen un clima templado. Gran parte de ellos son hombres que viven en Buenos Aires, no son trabajadores de la tierra. En el campo trabajan las vacas y los toros para reproducirse y algún productor que los compra. –¿Históricamente de qué sería heredero el kirchnerismo?–El kirchnerismo está en debate. Para algunos es lo mejor del peronismo que ha renacido después de la catástrofe menemista. Para otros es el tercer movimiento histórico luego del yrigoyenismo y el peronismo porque, por ejemplo, la defensa de los Derechos Humanos que comenzó con Néstor es algo que no sucedió en el ’45. En ese momento se defendió otro tipo de Derechos Humanos, como el ascenso de los trabajadores, pero no hubo una reacción de enjuiciamiento con respecto a los represores del ’30 porque Perón venía del Ejército, era algo distinto de lo que sucede hoy. –¿Y usted qué piensa?–Yo creo que no está muy en claro hasta que Cristina no haga su segunda presidencia. Lo que se observa sí es que cada vez más hay un peronismo derechoso. En nombre del peronismo aparecen Duhalde, Venegas, Barrionuevo, aparecen muchos que no tienen nada que ver con el peronismo del ’45, pero que se asumen peronistas y que para mucha gente son peronistas. En algunos lugares de Lugano, por ejemplo, Macri ha sacado votos por sí mismo y también por punteros duhaldistas. Sería muy riesgoso decir hoy que el kirchnerismo no tiene nada que ver con el peronismo porque sí tiene que ver. Pero aparece de una manera imprevista frente a una situación de caos total y con rasgos muy especiales. Néstor tenía rasgos de un presidente transgresor, militante. Creo que su particularidad ya comenzó a expresarse en el manejo del bastón de mando durante la ceremonia de asunción de la presidencia. Él jugaba con el bastón. Creo que lo que quería decir es: “Esto no sirve para nada, el poder real no está acá, esta es una madera.”–Claro, porque el poder económico lo tienen las corporaciones. –Claro, lo tiene Clarín, lo tiene la Sociedad Rural. Hubo un momento durante esa ceremonia en que Cristina se agarra la cabeza como diciendo “este tipo es incorregible, es un chiquilín”. Pero yo no creo que fuera un chiquilín, sino que estaba simbolizando que a él le daban ese bastón, pero que no tenía un partido detrás y había aterrizado ahí, en un país bombardeado, en el que había una desocupación y una pobreza increíbles. Era un hombre de una gran audacia. Primero intenta con la transversalidad y no le sale del todo bien, después se da cuenta de que Duhalde le va a copar el PJ, y el PJ es un aparato deteriorado y putrefacto, pero aparato al fin y entonces él lo toma y va creando poder. Va haciendo que se organice la CGT, que los organismos de derechos sociales sean reconocidos, que los movimientos sociales aparezcan. La transversalidad fracasó, ha quedado poco y nada de ella. Los que han llenado la Plaza de Mayo o la 9 de Julio han sido los trabajadores de la CGT que han percibido que hubo paritarias, cambios en la distribución del ingreso, que la desocupación pasó del 24% al 7%. Creo que ahí es donde se va a dar el carácter especial de las próximas elecciones, que el caudal de votos va ser fundamentalmente del Gran Buenos Aires. Él consigue eso y también ganarse la simpatía de la juventud que se convence de que política no es una mala palabra, no es corrupción, se convence de que hay un tipo al que le dicen que se tiene que operar del corazón y que a los dos días se va al Luna Park, se va de gira, habla en un acto. Es alguien que se tira encima de la multitud, un tipo que da la vida. Creo que él demostró que puede haber un presidente que no sea una estatua. –¿Usted lo conoció personalmente?–Lo vi varias veces, pero conversé con él sólo una vez. Nos tuteamos. Me quedé pensando que yo era un tipo que no calibraba bien, porque lo había tuteado al presidente de la Nación, pero en realidad él me tuteó primero, me trató como a un igual. Creo que Kirchner ha oxigenado la democracia argentina y también Cristina porque ella es una figura intelectual y política fuera de serie. –En el discurso que dio Biolcati en la Sociedad Rural, puso como ejemplo a Sarmiento. ¿Qué hay detrás de esa reivindicación? –Algo que lamentablemente Sarmiento difundió que es la oposición civilización o barbarie. Para Biolcati, él es la civilización y los demás somos los bárbaros. Ese discurso tuvo el antecedente del que hicieron en el Monumento a los Españoles en el que él o Llambías, no recuerdo quién de los dos, dijo: “Nosotros estamos en frente del zoológico.” En realidad, ellos son los gorilas, pero la idea que tienen es que ellos son blancos, no quieren que se atiendan los bolivianos y los paraguayos en los hospitales argentinos, no quieren que haya inmigración, no quieren la Unasur. Se han formado en la Argentina mirando hacia el océano. Pero Biolcati sabrá de tambos y esas cosas, pero no sabe de Sarmiento, que fue un hombre con diferentes facetas. Cuando llega a la presidencia es hostilizado por Mitre durante todo su gobierno y ahí es donde Sarmiento dice que hay “una aristocracia con olor a bosta”.–Dicen que el periodismo es el primer borrador de la Historia. ¿Cómo será el periodismo que se base en lo que dicen los medios de los grupos hegemónicos de hoy? –Los historiadores tenemos que tener en cuenta cuáles son las fuerzas económicas que están operando, de dónde vienen las fuentes. En el futuro los historiadores se van a encontrar con que muchos periodistas que hacían declaraciones progresistas en los años ’73 o ’75 ahora dicen las cosas tremendas que dicen. Ese es el poder del dinero. Por supuesto, hay algunos que son insobornables. De chicos nos hablaban de la libertad de prensa. Jauretche hablaba, en cambio, de libertad de empresa. Pero yo eso lo aprendí antes de leer a Jauretche, en el café de la esquina, a los 18 años, cuando vi que un peronista de la resistencia se estaba peleando con un radical, y enojado le dijo: “Che, usted miente como un diario.” <

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