domingo, 14 de agosto de 2011

LA EDAD DE LA ALEGRÍA



La cantautora Mariana Cincunegui y la banda multirrítmica Babel Orkesta compartirán a partir de hoy un ciclo de canciones “de todos los tiempos” y “para toda la familia”. El espectáculo estará en sintonía con lo que ellos proponen: “Queremos mezclarnos, ser muchos más”.

Por Karina Micheletto


Quien haya ido a ver a Babel Orkesta sabe lo que ocurre en sus conciertos: una fiesta que en los espectadores se traduce en un feliz “dejarse ir”, guiados por algún impulso poderoso para compartir la música con los que están alrededor, bailando, cantando, saltando, entre otros andos. Quien haya ido a ver a Mariana Cincunegui sabe lo que ocurre en sus conciertos: exactamente lo mismo. Algo del orden de lo lúdico se suelta en determinado tipo de música. Con ese espíritu en común a cuestas, ocurrió que un grupo que hace música supuestamente “para grandes” y otro que hace música supuestamente “para chicos” se juntaron en un espectáculo. Allí muestran eso que los que fueron a verlos por separado ya sabían: que la música, más que ser “para grandes” o “para chicos”, es en sí misma grande o chica.
Mariana Cincunegui y los integrantes de Babel Orkesta también sabían eso, y con tal certeza –la de estar haciendo una música grande– se propusieron un show conjunto. El resultado es Hey!, un ciclo de “canciones de todos los tiempos”, y también “para toda la familia”, que los reunirá en escena. “Música para nosotros, los chicos”, proponen estos músicos –y un poco actores, un poco bailarines, un poco comediantes– que son ¡once! en escena; y que además de cantar y bailar tocan acordeón, tuba, banjo, guitarras, marimba, saxos, flauta, percusiones, entre otros instrumentos. La primera función es hoy a las 16 en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131) y habrá nueve más a lo largo de las vacaciones de invierno (ver aparte).
En Hey! suenan canciones de Cincunegui y temas compuestos por Mintcho Garramone para Babel Orkesta, clásicos de sus repertorios que, ya en los ensayos, anuncian la fiesta sin edades que planean armar. Pero tanto trabajo de producción ha dado frutos renovados. A la simpática arenga nutricia de “La sopa del bebé” de Cincunegui, por ejemplo (esa que suena reformulada en la publicidad de una leche de fórmula), le ha salido una voz opositora. Así, en este espectáculo, suena inmediatamente después “La marcha de los antisopas”, de Pipo Pescador, que es cantada a todo trapo y viene a armar una suerte de piquete musical, según evalúan entre risas los músicos.
Suenan también renovadas canciones como “Campeón de judo”, de Marcos Cabezas. Suena con latas “Músico serás”, que dice que siempre se puede hacer música, con cualquier cosa. O ese nuevo que recuerda que todos los chicos quieren ser grandes. Junto a estas canciones que retratan a los pibes de este tiempo, hay otras canciones de todos los tiempos como “Perro Salchicha”, de María Elena Walsh, pero también una versión de un tema de Julieta Venegas (“Algún día”), o versiones de Walter Yonsky, o del grupo brasileño Palabra Cantada, o el chamamé “Kilómetro 11”.
“Todo está armado para poner la música al servicio de las canciones”, define Cincunegui la búsqueda en equipo. “Porque si bien la música no tiene edad, los textos sí. Aquí sí hay una diferencia: las letras para chicos cuentan su mundo, que es distinto al nuestro. Quiero decir, a mí no me interesa adolescentar chicos. En ese sentido, el trabajo para chicos tiene que ser pensado con mucha seriedad. No perdemos de vista que hay nenes en la platea: de allí partimos para pensar el espectáculo. Ese es el compromiso que tenemos, desde el respeto”, resalta.
La Babel Orkesta ya venía teniendo, en rigor, un público amplio que puede definirse como “familiar”. Pero tuvieron una primera señal de que tenían que pensar algo más dirigido específicamente a los chicos cuando Martín, el hijo de Zeta Yeyati y Laura Alonso, integrantes de la orquesta, pidió para su cumpleaños: “¡Yo quiero que Babel toque en mi fiesta!”.
Mezclados
Cincunegui y los Babel se juntaron por primera vez en una experiencia de “Noches de linternas”, que la cantautora propuso para “intervenir” los museos de la Ciudad de Buenos Aires, durante el verano. Primero, la agrupación como invitada de una presentación de Cincunegui; después, empezando a probar cosas juntos. Y ahora, ya en el montaje de un espectáculo conjunto, especialmente concebido. “¡Es que nos habíamos quedado con las ganas!”, se ríen ellos, y explican en los anuncios del show: “Decidimos crear un espectáculo donde cada uno mantiene su identidad y entre todos inventamos algo nuevo. Nos convocan lo simple, la amistad, el juntarse, pasar un buen momento. Las ganas de jugar, ser diferentes, encontrarnos. La oportunidad de crecer con lo que el otro es. La idea de mezclarnos, ser muchos más. La fiesta, las canciones y sus historias”.
–¿Y cómo empezaron a delinear el espectáculo? Parece difícil, entre tantos...
Todos: –¡Noooo...! ¡Para nada! (risas).
Laura Alonso: –Es cierto que todo implica más trabajo siendo tantos, pero con gran disfrute. Es una propuesta distinta, festiva, y también me gusta decir que es honesta. En escena cantamos, tocamos y actuamos como somos, no nos hacemos los graciosos, no es una pose. Lo que se ve es lo que somos.
César Pavón: –Y tampoco fue que nos juntamos para decir: “Che, fabriquemos un espectáculo”. Es algo que se dio naturalmente, así es cuando las cosas vienen del corazón. Desde el primer día pasó algo intenso cuando tocamos juntos, así que para Hey! no tuvimos que pensar una tremenda producción. Todo apareció fácilmente. Lo mismo pasó con los temas que pensamos para el repertorio: iban saliendo uno tras otro.
Diego Brizuela:–Simplemente hicimos una lista de canciones que puedan ir transitando diferentes momentos en escena, involucrando al público. Lo más rico de la experiencia fue poder aprender uno del otro, tener la mirada del otro.
Mariana Cincunegui: –De hecho, lo que viene haciendo Babel es un espectáculo pensado para toda la familia, así que no tuvieron que cambiar del todo de público. Cuando tocan tarde, claro, sólo van a verlos adultos, pero los chicos ya estaban entre sus espectadores. Y como decía Diego, para nosotros es aprender y aprehender, el uno del otro. Es como los chicos cuando juegan: tomá, te presto mi juguete, vos prestame el tuyo, y lo que importa en realidad no son los juguetes que cada uno llevó, es esa experiencia compartida que vivieron.
Ana Granato: –El mayor trabajo fue pensar cómo montar un espectáculo que tuviera una unidad, una identidad propia y diferente. Creo que eso está logrado: no suenan ni Mariana Cincunegui, ni Babel: suena Hey!
–¿Y qué tuvieron que cambiar, de lo que traía cada uno por su lado, para lograr ese sonido común?
L. A.: –Para la Orkesta, ésta es una experiencia nueva, tenemos una dinámica propia muy armada. Y ahora que nos corrimos de esa dinámica para hacer algo distinto, debimos aprender a ocupar otros lugares. Eso fue todo, además de ponernos a imaginar cosas con gente nueva. Pero cambiar... no diría que cambiamos.
Zeta Yeyati: –Las propuestas son complementarias, se nutren mutuamente: eso es lo que la gente va a ver. No hay diferencias en la música que hacemos; como la alegría, es sólo una. Nosotros lo hacemos lo más en serio posible, y los chicos perciben.
M. C.: –La riqueza sonora de Babel habla de muchas identidades en una. La música que hacen propone que cada uno mantenga su identidad, diferente a la del otro. Es lo mismo que ocurre por fuera de la música: todos tenemos acceso a todas las diferencias, el tema es qué es lo que construimos con esas diferencias. Es un ejercicio muy difícil, con muchas resistencias, porque sabemos que nos cuesta mucho incluir lo diferente. ¿Qué pasa si viene a vernos un nene que vive en un ritmo impuesto por la ciudad, y al lado de él está escuchando uno que viene de un paisaje más rural, totalmente diferente? ¿Y si pertenecen a clases sociales diferentes? ¿Cómo podemos hacer música que los incluya a todos? Para mí, eso es lo más interesante de esta fusión. Diría que ése es el desafío.
Z. Y.: –Nosotros con Babel siempre sentimos que nuestra música tiene una función social, y ahora la responsabilidad se multiplica. Hacemos música popular, música para todos. Para divertir a todos, para compartir la experiencia del espectáculo. Tengo una certeza: si un chico experimenta la música compartida con el papá y la mamá, y con otros chicos, bailando a la par, eso le llega más que lo que está haciendo el artista sobre el escenario.
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