sábado, 20 de agosto de 2011

UN MAL QUE PUEDE EVITARSE CON UNA VACUNA



Desde la OPS recomiendan a quienes no están vacunados hacer el test para detectar la enfermedad, que no presenta síntomas durante décadas. De esa manera, pueden evitarse graves consecuencias. Las vacunas forman parte del calendario obligatorio.

Por Pedro Lipcovich


Dos mil millones de personas en el mundo y más de 350.000 en la Argentina –según estimaciones de la OMS– pueden estar infectadas con un virus que, como el VIH, se transmite por vía sexual, pero es 50 veces más contagioso: el de la hepatitis B. A diferencia del VIH, existe una vacuna que protege contra este virus. También hay vacuna contra el virus de la hepatitis A –que se transmite desde la materia fecal– y su inclusión en el calendario oficial hizo caer a cero los trasplantes hepáticos por hepatitis fulminantes. En cambio, no hay vacuna contra la hepatitis C, que afectó a muchos cuando no se chequeaba este virus en las transfusiones sanguíneas: para 2020 se prevé por esta causa un pico de incidencia de cirrosis, porque estas enfermedades permanecen sin causar síntomas durante décadas hasta que atacan. La mitad o más de las personas infectadas no saben que tienen estos virus. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) y los especialistas recomiendan, a quienes no estén vacunados, testearse con un simple análisis de sangre: detectada la enfermedad, hay tratamientos que pueden evitar graves consecuencias. Hoy es el Día Mundial contra la Hepatitis.
El término hepatitis en verdad designa distintas enfermedades. Si se trata de la hepatitis B, “de 700.000 a un millón de personas en el mundo mueren cada año por esta enfermedad –precisó Luis Gerardo Castellanos, coordinador de Control y Prevención de Enfermedades Transmisibles de la OPS–: unos dos mil millones de personas pueden estar infectadas”. Fernando Bessone –presidente de la Asociación Argentina para el Estudio de las Enfermedades del Hígado y profesor de Gastroenterología en la Universidad de Rosario– agregó que “en la Argentina puede haber más de 350.000 portadores de hepatitis B, acercándonos a la tasa internacional del uno por ciento de la población”. Es un virus muy transmisible: “Si alguien tiene una relación sexual sin preservativo con un portador de hepatitis B es probable que se contagie, ya que hay una carga viral altísima en el semen y otros fluidos; es 50 veces más contagioso que el VIH”, explicó Bessone.
La hepatitis B también se trasmite por tatuajes o piercings con agujas no esterilizadas. “Se transmitía mucho en prácticas odontológicas cuando, antes de la epidemia de VIH, los dentistas se limitaban a desinfectar sus instrumentos con alcohol, que no mata estos virus”, contó Bessone. La vacuna contra la hepatitis B –que inmuniza de por vida– forma parte del calendario obligatorio para chicos y está disponible para adultos de grupos en riesgo o que la requieran. Y “las personas que convivan con un portador del virus de hepatitis B deben vacunarse, ya que cualquier cosa que se comparta y que haya tocado sangre puede transmitir la infección”.
Entonces, conviene que las personas no vacunadas se testeen para saber si tienen algún tipo de hepatitis: “Es la recomendación de la OPS”, destacó Castellanos. Bessone comentó que “son testeos baratos, de fácil acceso por consulta clínica en hospitales públicos”. La hepatitis B, como la C, pueden permanecer sin dar síntomas durante muchos años, durante los cuales se hace un seguimiento y, si hace falta, tratamiento para evitar la cirrosis. “Muchos pacientes con hepatitis B no necesitan tratamiento; para otros, hay remedios que en algunos casos eliminan el virus y en la mayoría mantienen la enfermedad frenada”, señaló Bessone. El ministro de Salud bonaerense, Alejandro Collia, instó a la población a “solicitar los análisis de hepatitis” en el marco de un plan de su cartera para fomentarlos.
Respecto de la hepatitis C, “los principales factores de riesgo han sido las transfusiones y trasplantes con sangre no chequeada. Se estima que nueve millones de personas en América latina tienen este virus”, reveló Castellanos. “Las transfusiones efectuadas antes de 1992, cuando todavía no se chequeaba la sangre, diseminaron por el mundo la hepatitis C. En la Argentina, 170.000 personas tendrían el virus: como la evolución hasta la cirrosis lleva 30 o 40 años, se prevé que hacia 2020 se dará el pico de esta enfermedad”, observó Bessone. También para la hepatitis C importa la detección temprana: “El 70 u 80 por ciento de los pacientes necesitan tratamiento, y en el 30 o 40 por ciento de ellos evitamos la cirrosis”.
En cuanto a la hepatitis A, “desde que, en 2007, se incorporó la vacuna al calendario oficial, los trasplantes por hepatitis fulminante en chicos bajaron prácticamente a cero”, destacó Bessone. Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, los casos de hepatitis A cayeron desde 43.321 en 2004 a sólo 329 en 2010. Esta enfermedad se transmite por aguas contaminadas o por contacto en escuelas y guarderías. A diferencia de las hepatitis B o C, la A no produce efectos a largo plazo.
En cuanto a la hepatitis D, “sólo se presenta en personas ya infectadas con la hepatitis B: la combinación de ambas infecciones agrava el cuadro, y quien tiene la vacuna contra la hepatitis B queda protegido contra la D”, explicó Castellanos. La hepatitis E “se transmite por el agua y alimentos e incrementa el riesgo en personas ya infectadas por la hepatitis A”.
Al concluir, Castellanos, desde la OPS, advirtió que “el 78 por ciento de los cánceres originados en el hígado se relacionan con hepatitis B o C”.
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