El sindicato UTE-Ctera y agrupaciones docentes de la ciudad desarrollan el proyecto “Escuelas libre de discriminación”. Apuntan a generar respeto a la diversidad, tanto por parte de los estudiantes como de maestros y profesores.
”Yo no digo negro de piel, digo negro de alma.” “¿Qué hacés, bolita?” “Qué querés, si es de la villa.” Los prejuicios entre niños y adolescentes, como los hay en el mundo adulto, suelen confluir dentro de las aulas. Con el propósito de derribar estas prácticas, el sindicato UTE-Ctera junto con agrupaciones docentes de la Ciudad de Buenos Aires desarrollaron el proyecto “Escuelas libres de discriminación” para generar políticas que respeten la diversidad en el sistema educativo. Matrimonio igualitario, pueblos aborígenes, migrantes, género, pobreza e inclusión serán algunos de los ejes que los docentes abordarán en las aulas. Desde la práctica diaria, buscan incidir en políticas del sistema educativo para que respeten las diversidades. La tarea comenzó en el colegio porteño Mariano Acosta, del barrio de Balvanera, para luego replicarse en el resto de las escuelas públicas. La propuesta será presentada a las familias en agosto.
De un banco a otro, “villero” o “bolita” son ofensas que aparecen entre los chicos. En las escuelas, suelen reproducirse prácticas, valores y discursos que ponen la mirada discriminatoria sobre el otro. Frente a esta situación, esta iniciativa docente pretende analizar las lógicas de discriminación que actúan en la escuela, y contribuir a soluciones participativas y comunitarias con un espacio libre de dedos acusatorios. “El eje central es la diversidad y la inclusión, pero también se abordará el contexto de pobreza e inclusión, grupos étnicos y diversidad cultural, género, diversidad sexual y migrantes”, explicó Emiliano Samar, coordinador del proyecto.
El proyecto está implementándose en el Mariano Acosta. Entre pares, los docentes de esa escuela reflexionan sobre la reproducción de los estereotipos construidos socialmente, y en los usos del lenguaje homofóbico, sexista, racista y clasista presente en las prácticas de socialización escolar. Por el momento, el trabajo en el Acosta consiste en la planificación de la intervención con los chicos. Por ejemplo, en secundaria se piensa trabajar las problemáticas con los estudiantes en talleres de promoción, campañas y spots de publicidad. El abordaje además será a través de las efemérides y el dictado cotidiano de las clases.
También se revisarán prácticas escolares y el posicionamiento docente: cómo aparecen –si lo hacen– los diferentes grupos en libros escolares, láminas, relatos, literatura; cómo los docentes hablan de sus estudiantes en las reuniones en sala de maestros o en el recreo. En el aula, habrá una selección de materiales y desarrollo de dinámicas para promover la aceptación de las diferencias, y se profundizará sobre las características de las diferentes identidades que conforman el grupo.
El programa, además, busca crear condiciones para facilitar la construcción identitaria de los jóvenes, como así también revisar los estereotipos implícitos en escenas cotidianas. Para Samar, cuando “no hay un trabajo con la identidad, no se valoriza la cultura y uno se para desde otro lugar”. En ese sentido, el primer paso del proyecto es conocerse. En cada escuela se hará una relevamiento de la población estudiantil –¿hay afrodescendientes? ¿hay familias homoparentales? ¿hay migrantes?– y a partir de los resultados se trabajará. También entrarán en discusión los esterotipos sociales: modelos que son transmitidos, roles y tareas que se identifican con varones y mujeres, juegos habilitados para niños y niñas. “El rollo es de los adultos”, subrayó Samar y explicó que desde las casas, los más chicos suelen adoptar prejuicios.
A su vez, se promoverán espacios de formación y capacitación docente que apunten al reconocimiento y visibilidad de la diversidad desde una perspectiva de género, étnica-cultural, de clase y que garantice el respeto a la libre orientación sexual en los ámbitos educativos. “El proyecto, que es de docentes y para docentes, busca atender a los que están en formación, en ejercicio y a la comunidad educativa total, familias y alumnos. No lo pensamos desde oficinas, sino desde la escuela misma”, explicó Samar en referencia al proyecto de UTE-Ctera, la agrupación 100% Diversidad y Derechos y el colectivo de docentes autoconvocados Todas las Voces Educadores/as por la Diversidad y la Identidad.
La meta es declarar a cada escuela que participe del programa como espacio “libre de discriminación”, como resultado de un trabajo pedagógico y participativo con toda la comunidad por la promoción del respeto, la valoración y la visibilización de las diversidades. En el Acosta, se verá pronto la bandera con la consigna “estamos trabajando para una escuela libre de discriminación”.
”Yo no digo negro de piel, digo negro de alma.” “¿Qué hacés, bolita?” “Qué querés, si es de la villa.” Los prejuicios entre niños y adolescentes, como los hay en el mundo adulto, suelen confluir dentro de las aulas. Con el propósito de derribar estas prácticas, el sindicato UTE-Ctera junto con agrupaciones docentes de la Ciudad de Buenos Aires desarrollaron el proyecto “Escuelas libres de discriminación” para generar políticas que respeten la diversidad en el sistema educativo. Matrimonio igualitario, pueblos aborígenes, migrantes, género, pobreza e inclusión serán algunos de los ejes que los docentes abordarán en las aulas. Desde la práctica diaria, buscan incidir en políticas del sistema educativo para que respeten las diversidades. La tarea comenzó en el colegio porteño Mariano Acosta, del barrio de Balvanera, para luego replicarse en el resto de las escuelas públicas. La propuesta será presentada a las familias en agosto.
De un banco a otro, “villero” o “bolita” son ofensas que aparecen entre los chicos. En las escuelas, suelen reproducirse prácticas, valores y discursos que ponen la mirada discriminatoria sobre el otro. Frente a esta situación, esta iniciativa docente pretende analizar las lógicas de discriminación que actúan en la escuela, y contribuir a soluciones participativas y comunitarias con un espacio libre de dedos acusatorios. “El eje central es la diversidad y la inclusión, pero también se abordará el contexto de pobreza e inclusión, grupos étnicos y diversidad cultural, género, diversidad sexual y migrantes”, explicó Emiliano Samar, coordinador del proyecto.
El proyecto está implementándose en el Mariano Acosta. Entre pares, los docentes de esa escuela reflexionan sobre la reproducción de los estereotipos construidos socialmente, y en los usos del lenguaje homofóbico, sexista, racista y clasista presente en las prácticas de socialización escolar. Por el momento, el trabajo en el Acosta consiste en la planificación de la intervención con los chicos. Por ejemplo, en secundaria se piensa trabajar las problemáticas con los estudiantes en talleres de promoción, campañas y spots de publicidad. El abordaje además será a través de las efemérides y el dictado cotidiano de las clases.
También se revisarán prácticas escolares y el posicionamiento docente: cómo aparecen –si lo hacen– los diferentes grupos en libros escolares, láminas, relatos, literatura; cómo los docentes hablan de sus estudiantes en las reuniones en sala de maestros o en el recreo. En el aula, habrá una selección de materiales y desarrollo de dinámicas para promover la aceptación de las diferencias, y se profundizará sobre las características de las diferentes identidades que conforman el grupo.
El programa, además, busca crear condiciones para facilitar la construcción identitaria de los jóvenes, como así también revisar los estereotipos implícitos en escenas cotidianas. Para Samar, cuando “no hay un trabajo con la identidad, no se valoriza la cultura y uno se para desde otro lugar”. En ese sentido, el primer paso del proyecto es conocerse. En cada escuela se hará una relevamiento de la población estudiantil –¿hay afrodescendientes? ¿hay familias homoparentales? ¿hay migrantes?– y a partir de los resultados se trabajará. También entrarán en discusión los esterotipos sociales: modelos que son transmitidos, roles y tareas que se identifican con varones y mujeres, juegos habilitados para niños y niñas. “El rollo es de los adultos”, subrayó Samar y explicó que desde las casas, los más chicos suelen adoptar prejuicios.
A su vez, se promoverán espacios de formación y capacitación docente que apunten al reconocimiento y visibilidad de la diversidad desde una perspectiva de género, étnica-cultural, de clase y que garantice el respeto a la libre orientación sexual en los ámbitos educativos. “El proyecto, que es de docentes y para docentes, busca atender a los que están en formación, en ejercicio y a la comunidad educativa total, familias y alumnos. No lo pensamos desde oficinas, sino desde la escuela misma”, explicó Samar en referencia al proyecto de UTE-Ctera, la agrupación 100% Diversidad y Derechos y el colectivo de docentes autoconvocados Todas las Voces Educadores/as por la Diversidad y la Identidad.
La meta es declarar a cada escuela que participe del programa como espacio “libre de discriminación”, como resultado de un trabajo pedagógico y participativo con toda la comunidad por la promoción del respeto, la valoración y la visibilización de las diversidades. En el Acosta, se verá pronto la bandera con la consigna “estamos trabajando para una escuela libre de discriminación”.
Informe: Soledad Arréguez Manozzo.
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