miércoles, 31 de agosto de 2011

FINAL DE ÉPOCA



El reciente álbum del cantautor Luis Aute, fue compuesto bajo la incertidumbre del presente urgente que vive su patria. “Intenta reflejar un poco esta sensación de que en cualquier momento se derrumba el techo que nos protege”, explica él.

Por Karina Micheletto


El título del nuevo disco de Luis Eduardo Aute es tan concreto como representativo. Intemperie ha nombrado el cantautor a la reunión de estas 16 canciones, escritas en España con el pulso de un presente urgente, impregnadas por un espíritu de época que, escuchado en el relato desde este lado del mundo, suena a fantasmal déjà-vu. “Es un disco escrito hace un año y pico, y hay un tema que gravita sobre todas las canciones: esta sensación de estar viviendo en la máxima precariedad, de incertidumbre, de abismo constante, esta sensación de que en cualquier momento se derrumba toda la estructura en la que estamos sostenidos”, explica Aute en diálogo con Página/12. “Sí, intenta reflejar un poco esta sensación de que en cualquier momento se derrumba el techo que nos protege, y nos quedamos todos a la intemperie”, concluye. El músico presentará estas canciones, y también otras de las más conocidas de su repertorio, este jueves en el teatro Coliseo Podestá de La Plata, y el viernes en el Gran Rex.
Nacido en Manila pero nacionalizado español, europeo al fin, Aute muestra, durante el comienzo de la charla, cierta marca eurocéntrica que parece poder más que la corrección política. Y es entonces cuando suena liberador, desde aquí, el saberse excluido del “no-sotros” inclusivo en la descripción del desastre hecha por el cantautor. No todas son canciones de este tipo de abismos, de todos modos. Hay también una canción de amor (“Quiéreme”), una de desamor (“Nada”), otra “cínica”, que incluye en el arte del disco una cita a Palito Ortega, con una respuesta de Voltaire (jugando con la idea de que España, cuando alguien tiene cara seria se dice que tiene “cara de palo”, y no de otras partes del cuerpo). Y están también canciones como la que da título al disco, precedida por una cita del poeta catalán Joan Margarit: “El buen poema, por más bello que sea, será cruel. La intemperie es dura... ¡pero más dura es sin poemas!”.
–El título del disco parece impregnar todo el disco, es una palabra muy representativa de los tiempos que corren en Europa...
–¡Que no corren (risas)! En el disco hay canciones muy diversas, pero en gran parte de ellas hago referencia a esto que yo creo que es un final de época. Con partidos políticos que no representan lo que tienen que representar ni defienden lo que tienen que defender, con un capitalismo neoliberal en crisis, cuando está manifiestamente demostrado que ha resbalado. En fin, es una situación de precariedad, de incertidumbre total. Y es cierto que, si bien hay tres o cuatro canciones donde hago una pequeña reflexión sobre esta sensación, hay otras canciones que no tienen nada que ver, pero de alguna manera están impregnadas en esta sensación de intemperie.
–Y sin embargo, la solución al problema, lo que se propone como salida, parece ser más de lo mismo, más ajuste, más reducción del Estado, más crisis. ¿Cómo se vive en España? ¿Y en qué quedó el movimiento de los indignados?
–Los indignados volvieron otra vez, con la visita del Papa fueron a ocupar nuevamente la Puerta del Sol; como no pudieron hacerlo, se fueron a la Plaza Mayor. El movimiento sigue y creo que es absolutamente imprescindible, no ha muerto para nada. Hay una fecha referencial, que es en octubre, cuando se intentará una manifestación en sintonía en todo el mundo. En fin, qué te puedo contar que tú no sepas, que no hayas vivido ya. Estamos en el filo del abismo constantemente, dependiendo de lo que decidan las llamadas agencias de calificación, esos lobbies especulativos que dictaminan a los políticos lo que hay que hacer. Se pone en cuestión el concepto mismo de democracia, porque votamos a unos políticos que no nos representan (ése es el slogan de los indignados), sometidos como están a los dictados de las agencias de calificación. Va a haber elecciones anticipadas y va a dar igual que sea un partido u otro, porque quienes deciden qué hay que hacer son ni siquiera los de Bruselas (capital de la Comunidad Europea) sino unas agencias llamadas de calificación. Es una situación de vértigo.
–¿Esta valoración del movimiento de los indignados es generalizada? Desde los medios hegemónicos llega un intento muy fuerte por descalificarlos.
–Es que no tragan con nada, porque es un movimiento sin partidos, sin siglas, es la pura gente. Es la calle que sale a decir: ya hasta aquí. Ya hasta aquí de pagar siempre los mismos el error de los políticos, de la política entendida como un instrumento de los bancos y de la especulación. Yo no soy profeta, no sé qué puede ocurrir, pero bienvenida sea esta queja de la gente en la calle sin partidos y sin siglas. Mientras hay una situación de caos, en cuanto a que la política está evidentemente sometida a los designios de estas fuerzas especuladoras privadas, que surja este movimiento masivo exigiendo una democracia auténtica, una democracia más participativa, me parece que es la luz en el fondo del túnel. Es gente joven, hasta hace muy poco los acusábamos de que estaban aletargados, adormecidos con sus videojuegos. Y bien, ahora salieron a la calle tomando contacto con la realidad, y denunciándola.
–En la gacetilla de prensa de estos conciertos se dice que en su obra hay “escepticismo, desesperanza, paradoja, duda”. Sin embargo, estas canciones no parecen escritas por un desesperanzado, alguien a quien todo le da igual. ¿Se siente cómodo con esos motes, que son recurrentes cuando se lo presenta?
–Son opiniones ajenas... Si me preguntan si soy pesimista, digo que no, sí puedo estar más o menos de acuerdo con el adjetivo de escéptico, en el sentido de que no le ofrezco demasiada credibilidad a casi nada. El pesimista es quien iza la bandera blanca, se rinde y dice no hay nada que hacer, todo está determinado, y yo no coincido con eso. El escéptico es alguien que tiene dudas respecto de muchas cosas, pero que es activo. Desesperanzado, en absoluto. Si fuese un desesperanzado, no escribiría canciones.
–Hay una escena que siempre es mencionada en sus biografías, la del despertar del erotismo con Marilyn Monroe en Niágara y la forma en que usted la “desnudó” de niño. ¿Realmente fue tan importante?
–Eso lo comenté hace muchos años en una entrevista, y sí, ya ha quedado para siempre. Fue un comentario casual, pero tuvo algo de iniciático aquello, sí. Tendría yo 6 años, o por ahí, mis padres me llevaron a ver Niágara, cuando todavía vivíamos en Manila. Al ver a Marilyn fue la primera vez que descubrí que me gustaba esa señora rubia, que sentía cosas extrañas en mi cuerpo, en fin... Mi padre coleccionaba revistas de cine, y al llegar a casa tomé una de esas revistas Modern Screen con unas fotos de Marilyn. Ella posaba con un bañador entero y yo tuve la imperiosa necesidad de desnudarla. Tenía pinturas de acuarela, pero no tenía blanco, entonces agarré una pasta de dientes y la desnudé, ¡antes de que existiera el Photoshop! Aquello era pura artesanía... Guardé esa foto en el libro de geografía y, ya en clase, al abrir el libro se me cayó al suelo. Mi compañero de pupitre me traicionó: en vez de devolvérmela, se la llevó al cura. Llamaron a mis padres, estuve a un tris de la expulsión. Lo concreto del recuerdo es que hubo una relación muy directa entre el descubrimiento del erotismo, del placer carnal, y el castigo. Supongo que eso me marcó.
–Ahora estará abocado a la gira de presentación de este disco, pero ¿en qué está su faceta de pintor y la de realizador de cine?
–Películas ya no hago, la última experiencia fue definitiva, Un perro llamado dolor fue una película toda dibujada, estuve cinco años haciéndola. Estuvo en Mar del Plata y en muchos festivales, fue una experiencia muy especial, pero me demostró que hacer una película lleva muchísimo tiempo, dos años como mínimo, y no dispongo de ese tiempo. Pero pintar, creo que siempre seguiré pintando. Ahora estoy haciendo una novela ilustrada, a partir de uno de esos guiones que quedaron como proyectos cinematográficos. Será una película dibujada, no para proyectar, sino en forma de libro.
–¿Y cómo se ve América latina desde esa Europa de la “intemperie”?
–Veo al llamado Occidente, en el que incluyo también a China e India, porque están en la misma estructura de mercado, como un barco, un Titanic que se está hundiendo y tiene que ser salvado urgentemente. Y el único proyecto de la tripulación es ponerle parches al barco para que tarde en hundirse. Mientras tanto, en América latina están ustedes, de una forma u otra –más radical, más moderada–, intentando construir un barco independiente de Occidente. Y eso es algo muy positivo, se vislumbra un proyecto de futuro, además de que es un continente gigantesco con materias primas, con culturas milenarias, mestizas, con una lengua común. Si hay algún futuro en esta historia contemporánea, y si está en algún lado, está en América latina. Y la Argentina, desde luego, tiene un peso muy fuerte en este continente de la esperanza.






Pies descalzos en el Partenón
Atenas en llamas

El arte de tapa del nuevo disco de Luis Eduardo Aute, que él define como impregnado por un clima de época y al que llamó Intemperie, tiene fotos tomadas en Atenas. Están los pies del cantautor subiendo los peldaños de la escalera principal del Partenón, pero adentro están también las fotos del ejército desfilando por ese Partenón, y de una Atenas literalmente en llamas, tal como se titula una de las canciones del disco. “Esa canción la escribí hace un año y pico, evocando una visita a Atenas que había hecho dos años atrás, a poco de las primeras revueltas que se dieron allí, donde mataron a dos estudiantes”, cuenta Aute a Página/12. “La gente había salido a la calle y yo estuve allí dos meses después de esas revueltas. Estaba en casa de este amigo a quien dedico la canción, en La Pequeña Columna, el barrio de los anarquistas, donde habían arrancado esas revueltas. Y todavía había grafittis en las paredes, y las calles estaban todavía deterioradas. Estuvimos cenando en su terraza, al lado del monte Lykavittos, allí con todos los mitos, como digo en la canción. Era estremecedor estar allí viviendo la paradoja de una Grecia desahuciada, cuando es la cuna de la civilización occidental. Al cabo de unos dos años me acordé de eso, pero cuando escribí la canción no había atisbo de que fuera a ocurrir lo que está ocurriendo en Grecia ahora, obligada a vender todo, mientras una Europa ‘generosa’ le da limosnas para que pueda sobrevivir.”
Más allá de lo premonitorio de su canción “Atenas en llamas”, Aute dice que encontró en las fotos con las que ilustró el disco la representación de una civilización a la intemperie, de la cultura occidental viniéndose abajo con el paso del tiempo. “Los pies que se ven en la portada del disco son los míos, es una foto que me tomó mi hijo en el Partenón. Siempre que voy a Grecia busco tocar las columnas y los mármoles con las manos, me gusta eso de tocar el mármol de la historia. Pero en esa ocasión no podía hacerlo, estaba prohibido tocar nada, por protección. Entonces pregunté: ‘Bueno, ¿si me descalzo puedo tocar con las plantas de los pies los mármoles?’. Eso no estaba prohibido, y por eso la foto. La utilicé luego para el disco porque me pareció muy representativa, no sólo de la situación de Atenas, sino de todo el álbum.”
“Y Atenas en llamas.. . contra un Occidente narciso e insolente, rompiéndose a trizas... Atenas ardiente, a veces sueña que va a renacer de sus cenizas”, canta Aute. Hay otra foto de aquellas primeras revueltas en Atenas, tres años atrás, que se ha visto bastante. En la Acrópolis, al pie del Partenón, un grupo de manifestantes levanta un cartel que dice en griego y en inglés: “Pueblo de Europa, levántate”. “Me pareció muy inquietante que en la cuna de la civilización estuvieran exigiendo que la Europa de la cultura se despertara, se levantara en contra de la Europa del mercado. Es lo mismo que seguimos exigiendo, de todas las maneras posibles, en medio de esta intemperie”, concluye Aute.
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