En los Cadillacs, en Cienfuegos, en Mimi Maura y ahora en El Siempreterno, el saxofonista y cantante Sergio Rotman no es de esquivar el cuerpo. Por eso no extraña que analice sin mordazas lo que significó el regreso de aquella banda, el estado de las cosas en el rock argentino, su vida en Puerto Rico y su total desesperanza con el género humano.
Por Mario Yannoulas yLucas Kuperman
Sergio Rotman revuelve los frondosos rulos de su cabeza como quien intenta hacer del caos algo maleable, estéticamente coherente. A eso apuesta como matriz productiva: al caos. Le atrae lo ágil, lo expeditivo, el vértigo, la aventura como experiencia acotada e intensa, recortable. Esa parece ser la esencia de El Siempreterno, nuevo proyecto que decanta de sus anteriores porque conserva algo de Los Sedantes (donde cantaba a dúo con Mimi Maura), Cienfuegos y hasta Los Fabulosos Cadillacs. De todos esos espacios recogió músicos para esta aventura que se plasmó en un disco de apenas 22 minutos de duración que, así y todo, propone distintas gamas sonoras sin distraerse del “estilo Rotman”, a cargo del ciento por ciento de las composiciones. “La extensión del disco fue pensada así porque ése es el tiempo que tiene hoy por hoy la gente para escucharte: canciones de un minuto y medio, dos. Me pareció una forma interesante para mostrar un grupo nuevo”, asienta. “Trabajo ideas muy cortas, concretas, donde todo pasa muy rápidamente. Trato de no usar mucha figuración ni mucha metáfora, y sí acción y cosas que suceden en un período tan corto de tiempo como la canción dura”.
Con la disolución de Cienfuegos a principios de 2007 y la impasse incierta de Los Sedantes –colectivo que incluía, además de Mimi, al guitarrista de Todos Tus Muertos Horacio “Gamexane” Villafañe–, el (¿ex?) saxofonista de LFC tenía en carpeta una serie de composiciones propias que, pensó, no iban a tener lugar en ninguna parte, ni siquiera en Mimi Maura. Convocó entonces a viejos y conocidos compañeros: el baterista Fernando Ricciardi (LFC, Cienfuegos, Mimi Maura), con quien supo compartir escenarios durante casi treinta años, y Alvaro “El Ruso” Sánchez (Los Sedantes), un bajista al que conoció en la cancha de San Lorenzo. “Grabamos una serie de bases en un formato muy simple, estuvimos un tiempo con eso. Después decidí ponerle diferentes guitarristas al proyecto, y empecé por Ariel Minimal, un amigo de hace años. Yo había grabado algunas cosas con Pez, me habían invitado a cantar en vivo, entonces le dije ‘Yo canto, pero vos vas a tocar la guitarra en un proyecto mío’”.
Un sábado a las 14 entraron a los estudios TNT sin que Rotman le mostrara a Minimal ni la punta de una canción. A las 18 el disco estaba terminado. “Yo no le dije lo que tenía que tocar, pero cuando tomó las canciones convirtió ese proyecto musical en una banda. Evidentemente escuchamos las mismas cosas cuando éramos chicos”, desnuda. A esta sinergia particular se sumó la temperatura de la voz de Mimi, que conoció las canciones desde la semilla, por convivir con Sergio en Puerto Rico. Así se armó El Siempreterno. “Con Ariel algo había quedado pendiente, y Mimi asegura que todo suene bien”, celebra Rotman, que en este proyecto pone voz y guitarra rítmica, además de la cuota de escepticismo que hace a su lírica inconfundible (suspicacia en “Más de lo mismo”, psicofármacos en “Rohypnol”, sacrilegio en “Contradios”).
–¿A qué se debe el aire sombrío del disco?
–Al odio a la humanidad, al desprecio hacia la gente. El gran mensaje que tiene el disco es que la raza humana merece desaparecer. Por todo, porque el mundo en el que nos toca vivir muestra que hemos hecho todo mal.
–¿Cuánto hay de chiste en ese desprecio?
–Nada, ningún chiste. No me pongo triste cuando dicen “Murieron cien mil niños en Afganistán”. No estoy orgulloso, pero la desgracia humana, a menos que sea personal o de un amigo, no me produce lástima. No hemos hecho un buen trabajo y hay mucha hipocresía.
–¿Cuál es la alternativa?
–La desaparición. No hay otra alternativa.
–Es una mirada trágica...
–Al contrario. Trágico es estar viviendo esta mentira, donde la gente dice “Uy, murió una persona, pero poné el otro canal que está Bob Esponja”. Es muy hipócrita la raza humana, demostrando cariño cuando en realidad todo es sufrimiento. También es una desgracia la época que nos tocó vivir, porque estos últimos quince años han sido terribles, una caída sin fondo del mundo en general, del sistema capitalista, de la sociedad organizada. No es que no me importe el sufrimiento, es que no me da pena, y no es que no me dé pena ver a un niño llorando, soy una persona muy sensible que llora todo el tiempo. A veces parece que nos hemos dado cuenta, pero después nos volvemos a olvidar. El otro día estaban con las elecciones: “¿A quién votarías?”. A nadie. ¿Todavía te preguntan por las elecciones? Está bien que la gente todavía crea y vote, pero es una pérdida de tiempo. La democracia no tiene solución, es una mentira total. La solución sería que estuvieran las boletas, pero que no hubiera humanos.
–Entonces, ¿qué lo anima a seguir?
–No soy una persona depresiva. Que vea una realidad no significa que me apabulle. Contra la esperanza, la realidad; pero no es algo apocalíptico sino lo que sencillamente es. Las cosas se hacen pensando en algo que no existe: el buen Ser Humano. El Ser Humano es malo, horrible, criminal, asesino, comevacas (sic), una cosa espantosa, y yo cumplo en contarlo de la misma forma en que un montón de escritores lo hacen, lo mío no es nada nuevo. Me parece que es bueno ser así, porque si empezamos a ver esto podemos mejorar las cosas. Pero a partir de una realidad falsa como la que vivimos, vamos a estar bien jodidos, hermano.
Pocos han sido los shows de El Siempreterno desde su origen hasta hoy. Después del debut en noviembre del año pasado ante un Buenos Aires Club (ex Arlequines) desbordado y una segunda vez en La Trastienda con el triple de público, el viernes se presentan en San Miguel. Ocurre que, desde hace dos años, Rotman vive en Puerto Rico junto a Midnerely “Mimi” Acevedo, su mujer. Por eso la estadía en la Argentina es la excepción y dependen del calendario académico de su hijo Leroy. “Me siento extrañamente querido en Puerto Rico, mucho más que acá. No como artista, como persona. Todo este cinismo que expresé se hace mucho más fuerte acá. Allá tampoco creo nada, pero por lo menos no lo ando diciendo. Tratamos de viajar dos veces al año y armar fechas. Económicamente no es la decisión más inteligente, pero yo no soy inteligente y no tengo crisis con eso.”
–¿Cambia la perspectiva de la escena local estando allá?
–Muchísimo. Esta es la mejor ciudad del mundo para tocar rocanrol. Excepto San Pablo y algún otro lugar de Brasil, no hay más. Sólo en la Argentina la gente está ávida de ver bandas, y todavía se cree en la música como una fuerza para modificar cosas, aunque sea estados de ánimo. Ni en Londres ni Nueva York vi ese feeling que hay acá. Es una ciudad híper rockera en la forma de decidir las cosas, donde todavía hay espacio para la discusión. En Puerto Rico no hay discusión: pasás de sonreír a tener un tiro en la cabeza. Hablamos de un lugar donde todo el mundo está armado. No sé por qué, pero veo a la discusión como algo rockero. Buenos Aires tiene una cultura de rock de demasiado tiempo, ya van para cincuenta años, es mucha raíz. En Madrid no es así y en el DF tampoco, que no me la vengan a contar: cuando fuimos con los Cadillacs en el ’89, el grupo anterior era Alejandra Guzmán y cantaba “Ahí viene la plaga / le gusta bailar / Y cuando está rocanroleando / es la reina del lugar”. Eso era el rock en español.
–¿A qué se debe ese desarrollo?
–Coincide con lo que hablábamos: los últimos quince años han sido tremendos. No desacredito a Internet ni le echo la culpa de nada, pero antes, con los Cadillacs, llegábamos a una ciudad y no sabíamos qué esperar. Era una época muy interesante. Hoy ya sabés quién te va a ver, quién no, cuántas entradas tenés vendidas. Algo le pasó a la esencia del rocanrol, que perdió cierta magia. Sin sonar a tanguero nostálgico: algo se perdió. Desde que las madres quieren que sus hijos sean rockeros en vez de abogados, hemos perdido mucho más de lo que hemos ganado. Ese fue un quiebre muy grande, sobre todo porque en otros lugares del mundo el rock como música no representa a la juventud.
–¿Incorporó la informática en algún punto del proceso creativo?
–No la veo como un arma que podés usar, aunque fue un gran cambio para el cine, el teatro, la música, la guerra, la cocina, todo. Hemos llegado a bordes totalmente ridículos, como pagar por los MP3. No voy contra el proceso, pero para volver a tener artistas intensos en la creación hay que empezar a apagar la computadora. Es fundamental tener un buen audio en un disco. En la Argentina nos vendieron una bolsa de mierda, acá no importa el audio, las bandas pegan por otro lado. Discos que suenan espantosos llegan a número uno, incluso discos míos.
–Teniendo en cuenta esa mirada escéptica, ¿qué reflexión le merece la muerte de Miguel Ramírez tras el recital de La Renga?
–No creo en la futbolización sino en la argentinización del rock. Cuando ponés muchos argentinos dentro de un lugar, pasa eso. ¿Querías rock argento? Tomá: 194 muertos porque ellos mismos se prendieron fuego. Si Chabán tenía la salida de emergencia abierta se le metía la gente. Después apareció la mediasombra y se fue todo a la mierda, pero la verdad todos la sabemos, porque los que hablan de la puerta de seguridad nunca fueron a un show. Si las salidas de emergencia no están cerradas con tres candados, se te meten ahí, te afanan los equipos, la batería, todo. La opción es no moverse, no tocar. Y eso no es una opción.
Con la disolución de Cienfuegos a principios de 2007 y la impasse incierta de Los Sedantes –colectivo que incluía, además de Mimi, al guitarrista de Todos Tus Muertos Horacio “Gamexane” Villafañe–, el (¿ex?) saxofonista de LFC tenía en carpeta una serie de composiciones propias que, pensó, no iban a tener lugar en ninguna parte, ni siquiera en Mimi Maura. Convocó entonces a viejos y conocidos compañeros: el baterista Fernando Ricciardi (LFC, Cienfuegos, Mimi Maura), con quien supo compartir escenarios durante casi treinta años, y Alvaro “El Ruso” Sánchez (Los Sedantes), un bajista al que conoció en la cancha de San Lorenzo. “Grabamos una serie de bases en un formato muy simple, estuvimos un tiempo con eso. Después decidí ponerle diferentes guitarristas al proyecto, y empecé por Ariel Minimal, un amigo de hace años. Yo había grabado algunas cosas con Pez, me habían invitado a cantar en vivo, entonces le dije ‘Yo canto, pero vos vas a tocar la guitarra en un proyecto mío’”.
Un sábado a las 14 entraron a los estudios TNT sin que Rotman le mostrara a Minimal ni la punta de una canción. A las 18 el disco estaba terminado. “Yo no le dije lo que tenía que tocar, pero cuando tomó las canciones convirtió ese proyecto musical en una banda. Evidentemente escuchamos las mismas cosas cuando éramos chicos”, desnuda. A esta sinergia particular se sumó la temperatura de la voz de Mimi, que conoció las canciones desde la semilla, por convivir con Sergio en Puerto Rico. Así se armó El Siempreterno. “Con Ariel algo había quedado pendiente, y Mimi asegura que todo suene bien”, celebra Rotman, que en este proyecto pone voz y guitarra rítmica, además de la cuota de escepticismo que hace a su lírica inconfundible (suspicacia en “Más de lo mismo”, psicofármacos en “Rohypnol”, sacrilegio en “Contradios”).
–¿A qué se debe el aire sombrío del disco?
–Al odio a la humanidad, al desprecio hacia la gente. El gran mensaje que tiene el disco es que la raza humana merece desaparecer. Por todo, porque el mundo en el que nos toca vivir muestra que hemos hecho todo mal.
–¿Cuánto hay de chiste en ese desprecio?
–Nada, ningún chiste. No me pongo triste cuando dicen “Murieron cien mil niños en Afganistán”. No estoy orgulloso, pero la desgracia humana, a menos que sea personal o de un amigo, no me produce lástima. No hemos hecho un buen trabajo y hay mucha hipocresía.
–¿Cuál es la alternativa?
–La desaparición. No hay otra alternativa.
–Es una mirada trágica...
–Al contrario. Trágico es estar viviendo esta mentira, donde la gente dice “Uy, murió una persona, pero poné el otro canal que está Bob Esponja”. Es muy hipócrita la raza humana, demostrando cariño cuando en realidad todo es sufrimiento. También es una desgracia la época que nos tocó vivir, porque estos últimos quince años han sido terribles, una caída sin fondo del mundo en general, del sistema capitalista, de la sociedad organizada. No es que no me importe el sufrimiento, es que no me da pena, y no es que no me dé pena ver a un niño llorando, soy una persona muy sensible que llora todo el tiempo. A veces parece que nos hemos dado cuenta, pero después nos volvemos a olvidar. El otro día estaban con las elecciones: “¿A quién votarías?”. A nadie. ¿Todavía te preguntan por las elecciones? Está bien que la gente todavía crea y vote, pero es una pérdida de tiempo. La democracia no tiene solución, es una mentira total. La solución sería que estuvieran las boletas, pero que no hubiera humanos.
–Entonces, ¿qué lo anima a seguir?
–No soy una persona depresiva. Que vea una realidad no significa que me apabulle. Contra la esperanza, la realidad; pero no es algo apocalíptico sino lo que sencillamente es. Las cosas se hacen pensando en algo que no existe: el buen Ser Humano. El Ser Humano es malo, horrible, criminal, asesino, comevacas (sic), una cosa espantosa, y yo cumplo en contarlo de la misma forma en que un montón de escritores lo hacen, lo mío no es nada nuevo. Me parece que es bueno ser así, porque si empezamos a ver esto podemos mejorar las cosas. Pero a partir de una realidad falsa como la que vivimos, vamos a estar bien jodidos, hermano.
Pocos han sido los shows de El Siempreterno desde su origen hasta hoy. Después del debut en noviembre del año pasado ante un Buenos Aires Club (ex Arlequines) desbordado y una segunda vez en La Trastienda con el triple de público, el viernes se presentan en San Miguel. Ocurre que, desde hace dos años, Rotman vive en Puerto Rico junto a Midnerely “Mimi” Acevedo, su mujer. Por eso la estadía en la Argentina es la excepción y dependen del calendario académico de su hijo Leroy. “Me siento extrañamente querido en Puerto Rico, mucho más que acá. No como artista, como persona. Todo este cinismo que expresé se hace mucho más fuerte acá. Allá tampoco creo nada, pero por lo menos no lo ando diciendo. Tratamos de viajar dos veces al año y armar fechas. Económicamente no es la decisión más inteligente, pero yo no soy inteligente y no tengo crisis con eso.”
–¿Cambia la perspectiva de la escena local estando allá?
–Muchísimo. Esta es la mejor ciudad del mundo para tocar rocanrol. Excepto San Pablo y algún otro lugar de Brasil, no hay más. Sólo en la Argentina la gente está ávida de ver bandas, y todavía se cree en la música como una fuerza para modificar cosas, aunque sea estados de ánimo. Ni en Londres ni Nueva York vi ese feeling que hay acá. Es una ciudad híper rockera en la forma de decidir las cosas, donde todavía hay espacio para la discusión. En Puerto Rico no hay discusión: pasás de sonreír a tener un tiro en la cabeza. Hablamos de un lugar donde todo el mundo está armado. No sé por qué, pero veo a la discusión como algo rockero. Buenos Aires tiene una cultura de rock de demasiado tiempo, ya van para cincuenta años, es mucha raíz. En Madrid no es así y en el DF tampoco, que no me la vengan a contar: cuando fuimos con los Cadillacs en el ’89, el grupo anterior era Alejandra Guzmán y cantaba “Ahí viene la plaga / le gusta bailar / Y cuando está rocanroleando / es la reina del lugar”. Eso era el rock en español.
–¿A qué se debe ese desarrollo?
–Coincide con lo que hablábamos: los últimos quince años han sido tremendos. No desacredito a Internet ni le echo la culpa de nada, pero antes, con los Cadillacs, llegábamos a una ciudad y no sabíamos qué esperar. Era una época muy interesante. Hoy ya sabés quién te va a ver, quién no, cuántas entradas tenés vendidas. Algo le pasó a la esencia del rocanrol, que perdió cierta magia. Sin sonar a tanguero nostálgico: algo se perdió. Desde que las madres quieren que sus hijos sean rockeros en vez de abogados, hemos perdido mucho más de lo que hemos ganado. Ese fue un quiebre muy grande, sobre todo porque en otros lugares del mundo el rock como música no representa a la juventud.
–¿Incorporó la informática en algún punto del proceso creativo?
–No la veo como un arma que podés usar, aunque fue un gran cambio para el cine, el teatro, la música, la guerra, la cocina, todo. Hemos llegado a bordes totalmente ridículos, como pagar por los MP3. No voy contra el proceso, pero para volver a tener artistas intensos en la creación hay que empezar a apagar la computadora. Es fundamental tener un buen audio en un disco. En la Argentina nos vendieron una bolsa de mierda, acá no importa el audio, las bandas pegan por otro lado. Discos que suenan espantosos llegan a número uno, incluso discos míos.
–Teniendo en cuenta esa mirada escéptica, ¿qué reflexión le merece la muerte de Miguel Ramírez tras el recital de La Renga?
–No creo en la futbolización sino en la argentinización del rock. Cuando ponés muchos argentinos dentro de un lugar, pasa eso. ¿Querías rock argento? Tomá: 194 muertos porque ellos mismos se prendieron fuego. Si Chabán tenía la salida de emergencia abierta se le metía la gente. Después apareció la mediasombra y se fue todo a la mierda, pero la verdad todos la sabemos, porque los que hablan de la puerta de seguridad nunca fueron a un show. Si las salidas de emergencia no están cerradas con tres candados, se te meten ahí, te afanan los equipos, la batería, todo. La opción es no moverse, no tocar. Y eso no es una opción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario