El periodista, Miguel Ángel Dente que ya había publicado una biografía de Spinetta, acaba de sacar un minucioso trabajo sobre Charly García. Establece diferencias: “Spinetta es la sutileza. Charly es el golpe en la cara, el desparpajo”.
Por Cristian Vitale
Por Cristian Vitale
Recién entrado el año, Miguel Angel Dente publicó un libro destinado a seguir a Luis Spine-tta en su búsqueda lumínica. Lo llamó Tícher de Luz y fue –es– un trabajo exhaustivo, sistemático, sobre el total de su obra. Data pura, completa, chequeada y entretenida por sus giros: datos y comentarios dispersos, canciones desmembradas, un riguroso cuestionario de doce preguntas “exclusivas” vía e-mail, alguna perlita fotográfica y todo para el bolsillo del melómano en módicas 180 páginas. No pasaron seis meses para que este diseñador gráfico y loco de la música devenido “periodista de rock” se copiara a sí mismo y tendiera las mismas coordenadas para inmiscuirse en otro amplio mundo de detalles, el de Charly García. “La investigación fue diferente para uno y para otro porque, mientras Spinetta requería de profundizar en la búsqueda de datos, porque su cosa íntima es más reservada, Charly es un rey de la exposición. Con solo investigar los diarios más importantes no terminás nunca de ver notas suyas. Por un lado, tuve que buscar muchos datos y por otro descartarlos... y en ambos casos fue complicado”, se ríe Dente, uruguayo nacionalizado argentino.
Un dios aparte –así le puso– es, dicho está, el segundo capítulo de una saga que el autor tiene pensado extender, bajo el mismo concepto, con las vidas y obras de Gustavo Cerati, Fito Páez, Pedro Aznar, Litto Nebbia y Andrés Calamaro, entre otros, bajo el corpus general de Colección Disconario. “La idea es hacer una colección de libros de rock argentino. Se arrancó por Spinetta y Charly por tres razones: preferencias personales, repercusión y trayectoria, y creo que, haciendo un recorrido hacia atrás, resulta inevitable empezar por ellos dos”, insiste Dente, cuyo debut en el rubro fue a través del libro Transgresores. “Otro rasgo es que para el resto de los artistas voy a utilizar el mismo criterio metódico, taxativo y sistemático: día y año tanto de los conciertos como de la edición de discos, opiniones de y sobre el artista a través del tiempo, reviews personales sobre cada disco, en fin, ir de lo general al detalle y hacer un conjunto.”
–El diseño es parejo no sólo desde el abordaje, sino también desde la estética y la imprenta. Los textos salteados permiten una especie de lectura virtual-impresa, en desmedro de la lectura corrida, clásica.
–Lo digo como lector: Quiero leer esto ahora y voy a la página tal. Hay mucha gente que empieza a leer por atrás, o por el medio, o por el final, y este libro lo permite por la manera en que está estructurado. La idea de la colección era ésa, que no fuera algo tradicional a la hora de leerse, como esas películas que mandan diferentes planos temporales.
En el caso de Un dios aparte, es posible abrir hojas al azar y enterarse –o recordar– de que un púber Charly salió segundo en el concurso televisivo Si lo sabe cante, de Roberto Galán. Que Eduardo Falú fue el padrino del primer recital de Sui Generis (1970, Galería Nexo) o que este oído absoluto una vez se llevó música a marzo por desconocer las biografías de Bach y Mozart, que trabajó de inspector gastronómico, tocó el cenicero en “Peperina”, salía a la calle envuelto en una frazada, terminó en un hospital de Texas luego de romper una Gibson contra un espejo (cebado por haber visto a Pete Townshend) y tiró frases del tipo “En mí país es más importante lo que dicen los medios que la ley y hemos sido nosotros los que establecimos ese juego, están sobrevaluados”. O la famosa: “Si ellos, pastores, están con Dios... ¡que viva el diablo!”. “En una vida tan pública, mediática e intensa hay datos que uno saca y a veces tiene un poco de miedo en editarlos. Hay que arriesgarse”, reflexiona Dente.
–¿Con qué data tuvo que “arriesgar”, en este caso?
–Hubo un recital que teóricamente hizo La Máquina de Hacer Pájaros para los soldados que participaban de un operativo en Tucumán. Lo confirmé hasta donde pude.
–Sí, efectivamente, La Máquina tocó en la plaza de San Miguel para los soldados que estaban participando del Operativo Independencia contra la guerrilla.
–No es un dato muy difundido. Leés cincuenta fuentes y aparece sólo en una, y entonces dudás.
–José Luis Fernández, el bajista de La Máquina, dijo que en el avión alguien llevaba marihuana en el estuche del instrumento ¡en un recital organizado por los militares! Además, había tipos bailando en zunga a los costados del escenario...
–Comparado con lo de Spinetta leyendo “Cementerio Club” en la cárcel o Charly explicando en Uruguay por qué “Botas Locas” decía tal cosa, es un dato inédito.
–¿Qué criterio utiliza, entonces, para hacer los recortes personales, más allá de las exigencias del formato?
–Se le trata de dar un perfil coherente a la colección: no ser obsecuente, que figure la mayor cantidad de datos posible y que estén equilibrados los capítulos temporales con los temáticos. Que la densidad de datos no eclipse los afectos, la política. Por eso aparecen intercalados.
–¿Y puntualmente en el caso de García?
–Lo podés hacer por su vida personal, los escándalos, las internaciones o desde la obra, o desde su relación con la política. Entonces, todos esos datos necesitan un recorte, y el criterio es hacerlo para que los escándalos no superen otros aspectos. No se pueden soslayar, claro, por eso hay un capítulo dedicado a revisar en qué situaciones él fue responsable y en cuáles no. Y aclarando que, pese a que le moleste, van a aparecer en el libro. Por ejemplo, con Cerati y Calamaro se ha cruzado mucho y eso podría transformarse en lo central del libro si no hubiera un equilibrio.
–¿Por qué Un dios aparte?
–Por dos situaciones que se juntan: un dios aparte fue el que tuvo para atravesar las diferentes crisis por las que pasó y, por otro, porque muchos lo consideran un dios aparte, me refiero a los que lo bancaron en las peores.
–¿Qué implican Spinetta y Charly para usted?
–Spinetta es la sutileza, la letra fundida con la música, un producto único. Charly es el golpe en la cara, el desparpajo, la fuerza, el que te hace reaccionar; son dos caras de una moneda necesaria.
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Un dios aparte –así le puso– es, dicho está, el segundo capítulo de una saga que el autor tiene pensado extender, bajo el mismo concepto, con las vidas y obras de Gustavo Cerati, Fito Páez, Pedro Aznar, Litto Nebbia y Andrés Calamaro, entre otros, bajo el corpus general de Colección Disconario. “La idea es hacer una colección de libros de rock argentino. Se arrancó por Spinetta y Charly por tres razones: preferencias personales, repercusión y trayectoria, y creo que, haciendo un recorrido hacia atrás, resulta inevitable empezar por ellos dos”, insiste Dente, cuyo debut en el rubro fue a través del libro Transgresores. “Otro rasgo es que para el resto de los artistas voy a utilizar el mismo criterio metódico, taxativo y sistemático: día y año tanto de los conciertos como de la edición de discos, opiniones de y sobre el artista a través del tiempo, reviews personales sobre cada disco, en fin, ir de lo general al detalle y hacer un conjunto.”
–El diseño es parejo no sólo desde el abordaje, sino también desde la estética y la imprenta. Los textos salteados permiten una especie de lectura virtual-impresa, en desmedro de la lectura corrida, clásica.
–Lo digo como lector: Quiero leer esto ahora y voy a la página tal. Hay mucha gente que empieza a leer por atrás, o por el medio, o por el final, y este libro lo permite por la manera en que está estructurado. La idea de la colección era ésa, que no fuera algo tradicional a la hora de leerse, como esas películas que mandan diferentes planos temporales.
En el caso de Un dios aparte, es posible abrir hojas al azar y enterarse –o recordar– de que un púber Charly salió segundo en el concurso televisivo Si lo sabe cante, de Roberto Galán. Que Eduardo Falú fue el padrino del primer recital de Sui Generis (1970, Galería Nexo) o que este oído absoluto una vez se llevó música a marzo por desconocer las biografías de Bach y Mozart, que trabajó de inspector gastronómico, tocó el cenicero en “Peperina”, salía a la calle envuelto en una frazada, terminó en un hospital de Texas luego de romper una Gibson contra un espejo (cebado por haber visto a Pete Townshend) y tiró frases del tipo “En mí país es más importante lo que dicen los medios que la ley y hemos sido nosotros los que establecimos ese juego, están sobrevaluados”. O la famosa: “Si ellos, pastores, están con Dios... ¡que viva el diablo!”. “En una vida tan pública, mediática e intensa hay datos que uno saca y a veces tiene un poco de miedo en editarlos. Hay que arriesgarse”, reflexiona Dente.
–¿Con qué data tuvo que “arriesgar”, en este caso?
–Hubo un recital que teóricamente hizo La Máquina de Hacer Pájaros para los soldados que participaban de un operativo en Tucumán. Lo confirmé hasta donde pude.
–Sí, efectivamente, La Máquina tocó en la plaza de San Miguel para los soldados que estaban participando del Operativo Independencia contra la guerrilla.
–No es un dato muy difundido. Leés cincuenta fuentes y aparece sólo en una, y entonces dudás.
–José Luis Fernández, el bajista de La Máquina, dijo que en el avión alguien llevaba marihuana en el estuche del instrumento ¡en un recital organizado por los militares! Además, había tipos bailando en zunga a los costados del escenario...
–Comparado con lo de Spinetta leyendo “Cementerio Club” en la cárcel o Charly explicando en Uruguay por qué “Botas Locas” decía tal cosa, es un dato inédito.
–¿Qué criterio utiliza, entonces, para hacer los recortes personales, más allá de las exigencias del formato?
–Se le trata de dar un perfil coherente a la colección: no ser obsecuente, que figure la mayor cantidad de datos posible y que estén equilibrados los capítulos temporales con los temáticos. Que la densidad de datos no eclipse los afectos, la política. Por eso aparecen intercalados.
–¿Y puntualmente en el caso de García?
–Lo podés hacer por su vida personal, los escándalos, las internaciones o desde la obra, o desde su relación con la política. Entonces, todos esos datos necesitan un recorte, y el criterio es hacerlo para que los escándalos no superen otros aspectos. No se pueden soslayar, claro, por eso hay un capítulo dedicado a revisar en qué situaciones él fue responsable y en cuáles no. Y aclarando que, pese a que le moleste, van a aparecer en el libro. Por ejemplo, con Cerati y Calamaro se ha cruzado mucho y eso podría transformarse en lo central del libro si no hubiera un equilibrio.
–¿Por qué Un dios aparte?
–Por dos situaciones que se juntan: un dios aparte fue el que tuvo para atravesar las diferentes crisis por las que pasó y, por otro, porque muchos lo consideran un dios aparte, me refiero a los que lo bancaron en las peores.
–¿Qué implican Spinetta y Charly para usted?
–Spinetta es la sutileza, la letra fundida con la música, un producto único. Charly es el golpe en la cara, el desparpajo, la fuerza, el que te hace reaccionar; son dos caras de una moneda necesaria.
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