jueves, 14 de enero de 2010

"CADA VEZ VEO MI FUTURO MÁS CERCA DE LA LITERATURA"


Víctor Heredia se encuentra presentando Ciudadano, su último trabajo editado por su propio sello discográfico con invitados de lujo. Con tres novelas en su haber, la literatura le disputa lugar a la música. Repasa pasado y presente de la realidad del país.


“No se dan cuenta de que este gobierno terminará en dos años y que desarticular los monopolios es bueno para todos.”


Por Sebastián Feijoo


Su mirada detrás de esos ojos achinados, las arrugas de su rostro, cada gesto. En sigilo, sin altisonancias, su vocación de poner el cuerpo dejó constancias. Esas marcas de la vida atestiguan que Víctor Heredia peleó y sigue peleando mil y una batallas. La del cantor popular perseguido, la del exilio, la de la desaparición de su hermana Cristina y su cuñado, Nicolás. La del dolor recalcitrante, la del entusiasmo por la vuelta de la democracia, también la desilusión por un sistema político que por sí mismo no es capaz de educar, curar, ni alimentar. En relación a sus años de esplendor en los 80, hoy Heredia disfruta de un presente más modesto en cuanto a convocatoria, pero intenso desde su búsqueda y compromiso por encontrar y encontrarse.
¿Premio y castigo? La efervescencia que disparó la recuperación de la democracia en la Argentina puso sobre la mesa una oferta cultural que durante años había sido condenada al exilio o a las catacumbas. El clima de época encontró rápidamente sus símbolos y Víctor Heredia resultó uno de los más poderosos. La historia personal de Víctor, sus canciones y su voz, cuadraban a la perfección en un país lanzado a conjugar memoria, verdad y esperanza. Acaso la dramática caída a la realidad que significó la compleja transición democrática que comandó Raúl Alfonsín también hayan impactado en el imaginario popular que rodea a Heredia. Quizás ese símbolo del entusiasmo empezó a confundirse con un recuerdo de la desazón que alcanzó a buena parte de los argentinos. “Estoy ligado a esa ancla”, otorga.Menos amparado por las grandes estructuras pero siempre incansable y militante del hacer, Heredia sigue presentando Ciudadano por todo el país, escribiendo y pintando, su nueva pasión. “Recién estoy empezando con esto de los colores y las formas”, advierte pudoroso. En un encuentro mano a mano, el cantautor es de esas personalidades de diálogo franco, capaces de responder a todo, intercambiar ideas, confesiones y reflexiones. Acaso cualquier persona mínimamente curiosa, aunque desconozca o sencillamente no se sienta representado por su obra, disfrutaría del encuentro. Heredia se entusiasma hablando de su último disco, las dificultades que plantea un mercado musical cada vez más feroz, pero también de los nuevos caminos del arte que está transitando y –claro– la situación de la Argentina.


–Tu último disco se llama Ciudadano. Me llamó la atención porque no es un término habitual para un militante.–

Es verdad. Quizás en estos últimos años empezamos a tomar conciencia de algunas de nuestras libertades y derechos, también de nuestras paranoias y esquizofrenias. La palabra ciudadano, como título del disco, se propone una suerte de idea integradora. ¿Ciudadano de qué? De un mundo donde hay una enorme cantidad de cuestiones que todavía no se han modificado, cuestiones sociales, políticas, etcétera. No hago sólo referencia a nuestro país, sino al continente, al planeta. La canción Ciudadano también habla de la locura y el estrés que vive la gente hoy.


–Tenés una carrera de más de 40 años. ¿Qué caminos buscás a la hora de grabar un disco para no repetirte? ¿Tratás de pensarlo más antes de armarlo o todo lo contrario?–

Es buena la pregunta. Lo pienso más porque tengo mucho más tiempo y menos expectativas que antes. El mercado discográfico está deprimido desde hace muchos años y uno ya no quiere cargar con las expectativas de los otros. Antes me decían: “Acabás de vender medio millón de discos. Hay que seguir creciendo”. Si bien nunca quise hacerme cargo de eso, de alguna manera siempre te termina llegando. Creo que mi carrera ya no pasa por ahí. Te puedo asegurar que en los últimos 10 o 15 años mis discos son la representación exacta de lo que quiero decir. En Ciudadano convoqué a Guillermo Vadalá para que se hiciera cargo de la dirección musical y la producción.


Vadalá se hizo popular como bajista de Fito Páez y tiene un proyecto solista de –digamos– jazz rock. ¿Qué sentiste que le podía sumar a tu música?–

A mí ya me había deslumbrado una vez que lo vi tocando con Fito. Por su sonido, capacidad técnica y gusto. La gente de Sony–BMG, Afo Verde y Rafa Vila, me propusieron un cambio. Cuando empezamos a barajar nombres nombraron a Guillermo y no dudé un instante. Creo que los resultados son elocuentes. Consiguió un sonido excelente, pero también una vuelta de tuerca. Para empezar, trabajamos con otra banda, entonces hubo un escenario que favoreció que aparecieran arreglos, armonías y melodías diferentes.


–Algunos de los temas del disco te pertenecen en letra y música. Pero en otros aportaste los textos en músicas de otros compositores. ¿Cómo fue trabajar con Silvio Rodríguez, Jorge Fandermole, Pedro Aznar y Luis Eduardo Aute, entre otros?–

Siempre es enriquecedor trabajar con compañeros de la talla de los nombrados y sorprenderse por la calidad y factura de lo que me ofrecieron en devolución cuando les ofrecí los poemas. En el caso de este disco, el único texto que puse sobre una música ya compuesta fue Mariposa de Bagdad, de Luis Gurevich. Esa música me parece realmente hermosa y muy sugestiva. Lo mismo puedo decir de todas las otras que engalanaron mis poemas. Pero siempre hay algunas preferidas; Lo cierto, de Silvio Rodríguez, es muy original y sentí que el tema tomaba su verdadero y más profundo sentido con las sugerencias de Silvio en cada estrofa; también la música que Pedro Aznar me dio para El Mendigo, cuando la escuchamos juntos en el estudio me hizo llorar.


–¿Te sentís liberado de hacer éxitos masivos?–

¿Qué puedo decirte? Sentía siempre esta presión de estar cumpliendo con una imposición que es la de vender, la de estar posicionado. Por eso me decidí a hacer mi propio sello. ¿Para qué? Para bajar un poco los decibeles de apuro, de la presión y, la verdad, componer cuando tenga ganas. Quizás trabajar en forma independiente le quitó apoyo a mi trabajo de los últimos 15 años. También sentí que tenía que ayudar a jóvenes artistas, por eso colaboré con Raly Barrionuevo, Roxana Carabajal y el grupo Cabernet. Ahora me convocó Afo Verde para Sony–BMG y me hizo todo menos difícil.


–La gente cree que los músicos exitosos son los que disfrutan de mayores libertades artísticas y suele ser al revés. –

Estoy totalmente de acuerdo. Es todo lo contrario. Por eso es que dejé de grabar en una multinacional hace 15 años atrás e inventé Alternativo Americano. Era tremendo. Supongo que a las mujeres les debe pasar algo similar cuando están por parir: “Ojalá que no le falte ninguna cosa, que esté completito”. Con los discos nos pasa eso: “Aunque sea que pase las 15 mil placas”. Hay mucha ansiedad. Está todo el mundo a la expectativa de que ese disco sea bienvenido. Lo que no está mal porque hacemos un producto para vender, pero muchas veces se confunden las prioridades. Supongo que Van Gogh hubiera sido re feliz vendiendo un cuadro.


–Le estás dedicando mucho tiempo a la escritura.–

Sí. Ya tengo tres novelas. La primera se llama Alguien aquí conmigo. Es la historia de un chico que es secuestrado por un grupo de tareas en la época de la dictadura y que, en el momento de ser torturado, hace un clic para escaparse del dolor. Se propone un debate con su conciencia respecto de lo que fue su militancia, su vida. Recuerda toda su vida, desde la infancia hasta el momento final de la novela que más vale no lo cuento… La segunda se llama Rincón del diablo. Se desarrolla en un pueblito del norte de Santa Fe. Es un pueblo fantástico pero en una zona real y en un momento político real. Hay un peón de una estancia que se alfabetiza mediante la biblioteca de la patrona para la que él trabaja y de quien está muy enamorado también. Se transforma en una suerte de maestro relator y transforma el prostíbulo del pueblo en un cenáculo literario. La última salió hace poquito. Se llama Mera vida y fue finalista del premio Planeta de literatura en 2007. Me está costando salir de gira por mi familia. Cada vez veo mi futuro más cercano a la literatura.


–Debe haber sido muy doloroso escribir “Alguien aquí conmigo” porque toca un tema que dio de lleno en tu familia.–

Sí, me costó mucho. Creo que en un momento me volví muy loco, casi tanto como el personaje. Le metí mucha cosa mía. Fue muy pesado. Es una temática muy dura y muy cercana a mí.


–Vos sos una victima directa del secuestro de personas. Si bien no te llevaron a vos, se llevaron a tu hermana y a tu cuñado…¿Cómo se lleva ese dolor? ¿La novela te ayudó a acomodar algunas piezas?–

Yo estaba en la misma lista de mi hermana y mi cuñado. Soy un sobreviviente. Hace unos días lo hablaba con Osvaldo Bayer. Uno eludió eso por casualidad y/o por algunas situaciones que se dieron en el mundo. El asesinato de Víctor Jara despertó la reacción de determinados países que hicieron que la dictadura argentina pensara que esto de derechos y humanos no funcionaba si mataban a un tipo conocido… Hay una serie de cuestiones que uno sabe que sucedieron de esa manera y se compaginaron como para que hoy esté vivo. Pero también me termino preguntando: “¿Por qué no me tocó? ¿Por qué me salvé?”.


–El dolor extremo puede nublar la lucidez. ¿Alguna vez te sentiste culpable de seguir vivo? –

Sí, hay una culpa siempre presente. Es una piedra. Después de tanto debate, tanta charla, tanta discusión ideológica, política y tanto análisis, siguen las preguntas. ¿Dónde estoy yo? ¿Dónde están los demás? ¿Y en ese momento qué hice? ¿Dónde estaba? ¿Qué podría haber hecho de haber estado? ¿Cómo fue que no nos dimos cuenta? ¿Por qué nuestros dirigentes no avizoraron esto que se nos venía encima? ¿Por qué los partidos políticos permitieron esto? Hay muchas cosa. La culpa en el caso personal te diría que no es grave. Pero muchas veces pienso: “Qué pena que no nos cuidamos, que no insistimos, que no nos dimos cuenta que esto era peligroso de verdad”.


–Siempre fuiste una persona muy comprometida con la realidad. ¿Cómo viviste la agitación que generó la nueva Ley de Medios?–

Me parece extraordinario que se haya sancionado. Y mucho mejor cuando la presidenta decidió sacar a las empresas telefónicas de la posibilidad de manejar medios. Es muy bueno que se cambie una ley de la dictadura. También considero extraordinario que se haya promovido este debate porque creo en la diversidad. Uno sabe que las empresas monopólicas son muy peligrosas y siempre intentan jugar con la opinión pública para sacar ventaja. Esta ley también demuestra que los gobiernos democráticos pueden dar marcha atrás en sus errores.


–¿Te sorprendieron algunas posturas radicalizadas que se escucharon en y desde muchos medios?–

Sí. Sobre todo la de algunos políticos de la oposición. ¿No se dan cuenta que este Gobierno terminará en dos años y que desarticular los monopolios es bueno para todos. Acá se confundieron algunos términos. Una cosa es la libertad de expresión y otra es la libertad de empresa.


–Vos viajás mucho por el interior. ¿Qué impresión te dejó el conflicto con los productores agropecuarios?–

Yo creo que si esto hubiera pasado en nuestra época, hoy tendríamos otro Gobierno. Eso está claro. Lo viví con mucho dolor porque siento que esto no puede pasar entre argentinos. El Ejecutivo cometió errores en la presentación del proyecto. Pero parece que algunos sectores se consideran los dueños de una enorme parte del país, sino de todo. Y los medios que instalaron la protesta le dieron un espacio que jamás le brindaron a ningún otro conflicto de la historia argentina. Es muy triste.

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