En Villa Constitución, Santa Fe, culpan de los delitos “a los que no son de acá”. El municipio legitimó lanzó un polémico relevamiento.
Por R. Robins
En Villa Constitución, la ciudad de los trabajadores metalúrgicos, la inseguridad generó una variante del muro con el que en San Isidro querían aislar a un barrio pobre: en ese punto del sur santafesino se realizó un censo para determinar de dónde son las personas que habitan en las villas. Separar, marcar al villero extranjero. Esa es la respuesta que se han dado para explicarse los crecientes robos y hechos de violencia. Echarle la culpa a otro, al de afuera. Así lo entienden al menos los “Vecinos autoconvocados” de esa localidad, quienes reclamaron al municipio que lleve adelante ese relevamiento. El intendente Horacio Vaquié primero soportó los insultos cuando opinó que el fantasma del violento que llega desde Buenos Aires o Rosario no es tal, que la respuesta a ese problema complejo no es sencilla, pero después aceptó realizar la singular encuesta. En las últimas semanas, un grupo de asistentes sociales visitó los distintos asentamientos irregulares y pasó casa por casa para “relevar su situación”, pero también para conocer su origen. Y el que no estaba en su casa, luego debía ir a la Municipalidad a brindar la información requerida. El resultado de esas averiguaciones será presentado mañana. Las autoridades han dicho que están buscando la mejor forma de exponer los datos, de revelar cuántos son los “villeros no villenses”. Por su parte, Vaquié adelantó a Crítica de Santa Fe que el porcentaje de forasteros es muy bajo y señaló que, de unas 100 familias registradas en dos de los barrios bajos, sólo ocho eran de “afuera”. “Son de la ciudad de Santa Fe y de Reconquista, y llegaron en la época de la inundación, hace varios años”, justificó el intendente.Una recorrida por los barrios en pugna –los de clase media que exigen frenar la llegada de vecinos foráneos, y los que no tienen luz, agua, ni viviendas dignas–, basta para comprobar que nadie sabe bien qué decir ante algunas preguntas: ¿De qué vale saber cuántos ‘villeros no villenses’ hay? ¿Conocer ese dato puede servir de algo para mejorar la seguridad pública? Alambre de púas. Reno Dona sale de su casa colonial en barrio Congreve, en el centro de Villa Constitución. Está parado en la esquina de Urquiza y 25 de Mayo y apunta su dedo hacia las barrancas del río. “Ven allá. Eso lo vamos a limpiar todo. Sacar los árboles y desmalezar. Y ya pedimos alambre de púas a Acindar para cercar el lugar”, dice. La manzana señalada limita con la villa 9 de Julio. Allí se encuentra una vieja casona “usurpada por 15 personas”, dice Dona. En el patio se levanta un pequeño rancho. “Esa mujer tiene nueve chicos ahí”, protesta Nilda Ludueña, esposa de Dona, y agrega: “Nosotros no decimos que los que nos roban viven ahí, pero se guarecen en esos árboles”.La idea del relevamiento, cuenta el matrimonio de jubilados que impulsó las reuniones por la inseguridad, surgió luego de contar seis robos en la misma cuadra en pocos días. “Estamos angustiados, y por eso pedimos mayor presencia policial. Incluso, colocamos una luz con fotocélulas en la puerta que se activa sola cuando pasa alguien en un radio de doce metros de distancia. También reclamamos el censo para conocer a la gente que vive en esos lugares”, explica Dona. “No queremos que venga más gente de afuera”, sentencia su esposa y enumera como los supuestos puntos de emigración al demonizado Fuerte Apache de Buenos Aires y al barrio La Granada, de Rosario, donde se levanta el Casino. Algo similar reclama el blog www.villasinvillas.blogspot.com, que “recluta gente que no está de acuerdo con la radicación de villas miseria en la ciudad”. Del otro lado de la diagonal que trazó el hombre de barrio Congreve con su dedo acusador está 9 de Julio.
Esa villa nació hace una década con “los chaqueños”, como le dicen a los primeros en instalarse, y ahora reúne a unas 200 familias. Una de ellas la encabeza Irma Balbi, 37 años, con nueve hijos y embarazada del décimo. Cuenta que a la primera reunión de vecinos y autoridades (del municipio y la Policía) para abordar el conflicto de la inseguridad no fueron invitados. “En la segunda sí, pero no pude hablar por los nervios. Se ve que no sabían que había alguien de la villa porque decían que la culpa es «de estos negros de mierda que se drogan y salen a robar». Entonces dejé una nota porque es mentira que viene mucha de gente de afuera. Las familias crecen muy rápido. Yo por ejemplo ya tendría que conseguirle una casa a mi hijo de 20 años y no sé dónde, si no hay viviendas”, expone.
El mal viene de afuera.
Villa Constitución atraviesa una profunda crisis laboral como consecuencia de la caída de la industria metalmecánica. Según dijo el intendente, Acindar “jubiló” a 400 empleados, Paraná Metal tiene un régimen de suspensiones que afecta a 800 y el recorte perjudicó a otros 600 trabajadores de talleres y contratistas satélites de esas empresas. Así como años atrás la actividad industrial funcionaba como un imán para la llegada de personas, la crisis convirtió al foráneo en un enemigo y a la pobreza en una amenaza. El censo de 2001 de Villa contó más de 44 mil habitantes. Vaquié reconoce que unas 12 mil personas viven en asentamientos irregulares. Según los ‘vecinos autoconvocados’, son 18 mil. “El censo y este tipo de expresiones facilistas se produce en un contexto donde la clase media vive con miedo. Es un mecanismo de defensa porque la distancia que los separa de la villa es un telegrama de despido”, interpretó Mariel Valliasciani, de la Asociación Engranajes. Y agregó: “El problema es la finalidad de esta iniciativa, es pensar que hay hordas delictivas que llegan todas juntas desde afuera, y no entender que la inseguridad no parte de la pobreza, sino de la concentración de riqueza en pocas manos”.
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