A la chica, la vejiga le está por explotar. Los 40 minutos de ingesta vikinga de cerveza están a punto de perforarle el vientre, pero no le importa. O sí, pero cree tener motivos suficientes para alargar el suplicio. “La primera en ir al baño corta la barra libre”, explica un tanto excitada, como si aguantarse las ganas fuera algo emparentado con lo heroico. Pero ella es sólo una más con sed dentro de ese mar de tacos y minifaldas que pone a prueba el cuerpo en el Mea culpa, una especie de juego siniestro para señoritas que castiga la incontinencia y premia la fidelidad al trago. “Una vez, a una que no se aguantó más la esperaron a que salga del baño y le empezaron a tirar cosas, a insultarla y a escupirla”, relata una estoica participante que por nada del mundo se expondría al escarnio popular de cada fin de semana en Quilmes: “Antes hago pis en un rincón del boliche como hacen muchas”, confía y de inmediato su atención vuelve a posarse en el contoneo torpe de un stripper que juega a ser un cowboy de la pampa.
Los informes especiales sobre el flagelo del alcohol en los jóvenes son los segmentos favoritos de aquellos presentadores de noticias ávidos de actuar gestos grandilocuentes de preocupación y de ensayar tonos graves frente a las cámaras. Sin embargo, el asunto bien vale una mueca amarga. Según datos del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires, el 62 por ciento de los que se atienden en las guardias de los hospitales públicos del distrito con cuadros de intoxicación alcohólica durante los fines de semana son menores de 25 años. Estos números preocuparon al gobernador Daniel Scioli quien apuró una ley que regula el funcionamiento de los boliches bailables y establece el cierre de sus puertas a las 5.30, en un claro intento por moderar el consumo entre los jóvenes.
El proyecto, que ya fue aprobado en Senadores y girado a la Cámara de Diputados, obliga a interrumpir el expendio de bebidas alcohólicas a las 4.30, al tiempo que prohíbe expresamente la realización de concursos o competencias cuyo objeto sea el consumo de bebidas alcohólicas, así como también la promoción conocida como canilla libre, estableciendo que con cada entrada se podrá otorgar sólo una consumición.
“Entendemos que esta ley es un avance pero no alcanza. Hay que empezar a ordenar la nocturnidad y el consumo de alcohol que se ha ido de su cauce pero de una manera más integral. Esta norma es un buen comienzo”, opina Ramiro Tagliaferro, diputado provincial por el PRO y Vicepresidente de la Comisión de Juventud. “Hay que aumentar las sanciones a los dueños de los boliches. Así como los padres y los maestros tienen que hacerse cargo de los chicos en la casa y en la escuela, los dueños de boliches también tienen que ser responsables de lo que ocurre en sus locales.
Sin embargo, algunos empresarios de la noche siguen mirando para otro lado. A los juegos que fomentan el atontamiento etílico se les suma una novedad, cuanto menos, perversa. Existen boliches que a partir de las cuatro de la mañana utilizan las pantallas de sus plasmas para informar la ubicación de los puestos de control de alcoholemia de la zona y ahorrarles a los irresponsables conductores el costo del acarreo. “En algunos casos el disc jockey corta la música y avisa por micrófono dónde están parando y hasta te recomienda qué calle tomar para esquivarlos”, revela sonriente una morocha flogger más preocupada en los mensajes de texto que en los juicios morales al paso.El regreso del mono relojero. Andate a dormir vos / yo quiero estar de la cabeza / poder tomar una cerveza / y emborrachar mi corazón.
Era el año ’96 y los jóvenes del conurbano dejaban la vida y algo más al entonar esas cuatro líneas de una canción que se acordaba, no muy bien, del por entonces gobernador Eduardo Duhalde, quien a través de una serie de decretos, con su firma obligaba a las discotecas a cerrar sus puertas a las tres. Hoy, aquella frustrada experiencia llena de pesimismo a más de uno.
“Estamos en contra de la ley. En primer lugar porque es impracticable el ingreso a las discotecas hasta las dos de la mañana. Se obliga a la gente a entrar al boliche temprano pero no hay límites para los bares, con lo cual estás originando una migración a esos lugares que no tienen las habilitaciones correspondientes. Con esta ley pretenden hacernos quedar a nosotros como los culpables del alcohol en los jóvenes cuando en realidad es muy difícil que un chico se alcoholice dentro de un boliche por los costos, así como tampoco nos interesa que ingresen borrachos porque son generadores de conflicto”, se queja Gabriel Sandoval, representante legal de la Cámara de Propietarios de Confiterías Bailables y principal paladín de los reclamos de los bolicheros. Para él, un acuerdo en toda la zona metropolitana (Capital y conurbano) evitaría que se cumpla su pronóstico apocalíptico: “En la práctica se va a producir un desborde porque vamos a tener a una gran masa de jóvenes en la vía pública. Chicos y chicas que van a abarrotar los accesos a Capital Federal y en consecuencia lo que vamos a lograr es que haya un mayor número de accidentes y una mayor conflictividad”.
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