lunes, 11 de enero de 2010

"NO EXISTE LA PAZ, SIN JUSTICIA SOCIAL"


El cardenal hondureño Rodríguez Madariaga, denuncia la pobreza en América latina y también el maltrato a los migrantes.


Por Julio Algañaraz


Le llaman en su tierra hondureña y en muchas otros sitios "el Papa del Sur" o "el Papa de los pobres". Su voz suena como una alternativa rotunda al conservadorismo que domina en el Vaticano. El cardenal Oscar Rodríguez Madariaga, 67, es un personaje polifacético con un lema profético: "No existe la paz sin la justicia social. Los pueblos latinoamericanos no son pobres sino empobrecidos".Salesiano, profesor de química, física y matemáticas, piloto de aviones y aeromodelista. Músico de nota, director de banda y de coros, toca muy bien el saxofón y el piano. En la Universidad Lateranense de Roma se doctoró en Teología. En Alemania se doctoró en Psicología. Habla seis idiomas. Ha sido director de seminarios y rector de universidades católicas. Fue secretario del CELAM (las conferencias episcopales latinoamericanas) y su presidente entre 1995 y 1999. Tiene un buen humor y una cordialidad espontáneos que lo hace sentir vecino a sus interlocutores. Es el personaje más popular en Honduras y un permanente fastidio para los poderosos.Clarín lo entrevistó al concluir el Consistorio. Vestido de rojo, almorzó con su viejo amigo Carlos Custer, el embajador argentino ante la Santa Sede, en nuestra sede diplomática, a 3 cuadras del Vaticano.


—Usted ha dicho que "la pobreza es subversiva" y ataca la avidez del neoliberalismo. Pero en el Vaticano hay un gran eurocentrismo y falta de sensibilidad profunda en los problemas de la justicia...—

Estoy convencido de que en el mundo, pero en especial en nuestro continente, la deuda es ante todo una deuda de justicia social. Por consiguiente el camino para la superación de la pobreza es la justicia social. ¿Por qué? Porque nuestro continente latinoamericano no es pobre. Es rico pero empobrecido por la falta de justicia y de equidad. Tristemente uno se pregunta por qué el continente más católico es también el más inequitativo. Nuestra lucha es cómo hacer para que categorías como el bien común, la preocupación por el pobre y la justicia contra la corrupción se difundan a nivel de la cultura popular.


—En la Iglesia el Primer Mundo pone los Papas y el Tercer Mundo los católicos, que son el 65% de los 1100 millones de fieles...—

¡Qué bonito eso! ¡Muy bien! Creo que es un problema aquí en el Vaticano. Me doy cuenta que no hay un conocimiento total y estoy viendo hasta desinterés. Eso me preocupa mucho porque el futuro va por otro camino. Y entonces necesitamos rectificar ese problema. La realidad es de una gran pobreza que crece en lugar de disminuir, lo que motiva una gran emigración hacia los países ricos.


—Sobre los migrantes, en Los Angeles hubo una marcha multitudinaria de latinos pidiendo justicia. ¿Cuánto es grave el problema para la Iglesia?—

Me pregunto qué respuesta está dando el mundo. Xenofobia, nacionalismo exasperado, violación de los derechos humanos. Todo el mundo celebró la caída del muro de Berlín en 1989. Pero nadie dice nada del muro de acero que tenemos en California y que en EE.UU. lo quieren extender.

¿Qué quiere decir esto? ¿Qué humanidad es esta? ¿Qué pasa cuando una ley ya medio aprobada —falta el sí del Senado norteamericano— declara criminales a los inmigrantes ilegales. Es algo inaudito.


—¿Qué futuro nos espera?—

Es escandaloso que la economía abre las fronteras para los mercados y las cierra para las personas. El Concilio Vaticano II aconseja leer los signos de los tiempos. Y uno de esos signos son las migraciones. Cuando nuestros países no crecen hay que preguntarse por qué no crecen. Y la respuesta es por la falta de preocupación por el bien común y el alivio de la pobreza.


—Ud. defiende la Teología de la Liberación. Cuál es la situación tras la condena vaticana de 1984 y los castigos que impuso el entonces cardenal Joseph Ratzinger, hoy el Papa?—

La mayoría de los latinoamericanos nunca leyó un libro de la Teología de la Liberación. Pero han vivido algo muy positivo. Lo primero de todo es la opción por los pobres. Y eso nadie nos lo quita, porque es una gran tragedia de nuestro continente que en pleno siglo XXI haya tantísimas personas que viven en una pobreza deshumana. Tal vez hubo corrientes que se equivocaron al incluir el análisis marxista como instrumento. Pero eso ya no lo quiere nadie.


Hay tantas cosas de la Teología de la Liberación que son positivas! La cercanía con el pueblo. Una pastoral más de anuncio, de misión, profética. Una pastoral de justicia, sobre todo.


—La Iglesia de Honduras impulsa una experiencia parecida a las Comunidades de Base de Brasil, que fueron combatidas por el Vaticano.—

Hoy en día las comunidades de base son una realidad para la Iglesia en América Latina y no son combatidas ya. En mi país, Honduras, hemos creado los Delegados de la Palabra de Dios, que son 30 mil laicos que han recibido preparación para dirigir las pequeñas comunidades porque los sacerdotes no dan abasto. En Brasil las Comunidades de Base comenzaron a desarrollarse durante la dictadura. Eran el único ámbito donde la gente podía expresarse.


—¿Irá a la Argentina?—

Quiero mucho a la Argentina. Todos los 24, aniversario del golpe, dedico mi misa a los desaparecidos. Ellos ahora están en el cielo. Cuando era niño en Tegucigalpa, estudiábamos en la primaria con libros de texto argentinos. Espero ir a la Argentina pronto. La beatificación de Ceferino Namuncurá, que pertenecía a nuestra familia salesiana, fue una gran alegría pra nosotros.

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